Brest-Real Madrid / Rodrygo dulce, bombo picante
El brasileño, con un doblete, facilita la victoria del Madrid ante el Brest, pero no basta para meterle en octavos. El ogro City o el Celtic en dieciseisavos
Es requisito casi imprescindible para entrenar al Madrid un cierto nivel de contorsionismo. Ancelotti lo tiene y funciona. Esto consiste en mantener sano el medio ambiente poniendo a los bonitos, a los buenos, a los caros y, si es posible, a los que defienden. Tchouameni forma parte del tercer grupo con cierta obligación de ingresar en el cuarto. En este Madrid de doble eje, Valverde es imprescindible como físico y Ceballos y Modric, el elegido esta vez, se reparten el papel de químico. Así que para que la suplencia de Tchouameni no se cronifique conviene utilizarle como central interino a costa de un central de cuna como Asencio, que por joven y por canterano tiene las de perder. Sucedió en Guingamp, donde el Madrid necesitaba victoria y goles, por este orden, en la noche mundial de la aritmética y salió con su paquete de delanteros al completo: Bellingham y el tridente, que sin Vinicius manda a la izquierda a Rodrygo.
Dos intentos, un gol
Sin embargo, este Madrid, como tantas veces, divagó mucho al comienzo, bien presionado por el Brest, que ofrece la rebeldía del modesto: a menos futbolistas más solidaridad en el juego. Todos para uno, uno para todos, que no es literatura en el fútbol. A base de sacrificio mantuvo cuanto pudo al Madrid lejos de su área con todo lo que tenía a su alcance: buenas ayudas, atención máxima, alguna falta de más y pitos constantes de la grada a Mbappé, para recordarle al equipo de Ancelotti que jugaba contra muchos. Incluso se apuntó la primera oportunidad, en una falta lanzada por Pereira Lage a la que Courtois metió un puño preventivo, y alguna correría de Mama Baldé, tan veloz como falto de tacto. En definitiva, un rival incómodo, pegajoso, peleón, que puso en evidencia a Tchouameni, inseguro e imprudente en muchas de sus decisiones, a veces superado por Ajorque, una de esas torres que hacen carrera poniéndose pesados.
Sin embargo, nadie mejor que el Madrid conoce este paño europeo, que consiste en saber esperar su momento. Y le llegó a Rodrygo, que por fin ha cogido la tarifa plana que se exige en un grande, que no es otra cosa que jugar cada miércoles y cada domingo entre bien y muy bien. En un solo minuto amagó y disparó. Un primer remate de cabeza lo mandó Bizot a córner. Y a la salida de este, el brasileño tomó la pelota cerca del vértice del área, hizo desaparecer a Chardonnet con un quiebro, se cambió el balón de pie y ajustó su disparo junto al palo. Todo sucedió en la izquierda, ese territorio que aprovecha hasta el hueso cada vez que lo desocupa Vinicius. Lleva diez goles en los últimos once partidos ‘a lo bajini’, catecismo de Iñaki Williams.
El Madrid colocaba el partido donde quería a su aire, sin sufrir ni desgastarse, pero también bajo amenaza: a diez minutos del descanso sus dos centrales habían visto ya la tarjeta amarilla. El equipo de Ancelotti se conformaba con controlar, sin apuntar a la goleada que, por momentos, le evitaba la ronda intermedia. Incluso se tragaba un par de ocasiones francesas: un tiro raso de Doumbia salvado por Courtois y una volea tremenda de Mama Baldé, el revoltoso del día, que se marchó alta.
De la siesta a la fiesta
Dormido se fue el Madrid al descanso y dormido volvió. A Mbappé se le fue un gol y Ajorque se inventó otro, con un punterazo que tocó en Tchouameni y se escurrió entre los dedos de Courtois. Lo invalidó el VAR después de encontrar un fuera de juego solo visible con un cuentahilos.
El Madrid tomó nota, se apremió y aumentó su ventaja en una contra relámpago en la que la maniobra decisiva fue un mus de Mbappé. El francés dejó pasar un balón que le pertenecía, abstención que descolocó a la zaga del Brest y que permitió la arrancada de Bellingham, principio y fin de una jugada que también pasó por Brahim y Lucas Vázquez. El gol cambió poco el partido. El Madrid siguió a punta de gas y el Brest, que es un equipo sin ranking y sin complejos, no bajó los brazos. Courtois tuvo que hacerle la parada del partido a Lala. Fue antes de que Rodrygo, aprovechando un mal rechace de Bizot, firmase un doblete que confirma que es su momento. Así selló el Madrid una victoria que ni le deja fuera de control ni le mete en la escapada. Le coloca en un pelotón donde anda un lobo suelto. Acabó lo bueno y ahora viene lo mejor.