Real Madrid-Getafe / Mbappé respira, el Madrid aprieta
El francés marca un gran gol, pierde otros tres, pero mejora y el Bernabéu le aclama. Los blancos, a un punto del Barça. El Getafe peleó hasta el final con los palos en contra.
La imprudencia de Nyom
Eso se encontró de salida un Madrid con los cambios lógicos tras una derrota dolorosa. Liverpool se llevó por delante a Mendy, al que Ancelotti calificó hace menos de un año como “el mejor lateral defensivo del mundo” y con el que el club pactó la renovación este mismo otoño. Pero las derrotas provocan crisis de fe. Y en Anfield Ancelotti vio lo que vimos todos. Lo cierto es que Fran García estuvo muy por encima del francés en Liverpool y también ante el Getafe en iniciativa, intensidad y entusiasmo.
Ancelotti retomó el modelo original del tridente, con Brahim por Vinicius, Mbappé en la banda que le conforta y Rodrygo en papel de nueve. El italiano no es técnico de acrobacias y menos ahora, en que el equipo está obligado a volar, mientras no recupere lesionados, con un solo motor.
Durante casi media hora triunfó el plan azulón, basado en que lo único que pasara fueran los minutos hasta que Nyom le hizo un penalti de persistencia a Rüdiger a la salida de un córner. El exterior del Getafe ya había visto una amarilla minutos antes por agarrar al alemán en el área. Le salvó de la pena máxima que la pelota aún no estaba en juego. A la segunda no anduvo tan vivo. Con el balón en pleno vuelo sobre el área se amarró a la camiseta de Rüdiger demasiado ostensiblemente, demasiado insistentemente, demasiado cerca de Hernández Hernández. Bellingham transformó el penalti con sangre fría. Mbappé ni siquiera se postuló por si llovía sobre mojado, aunque el público había coreado su nombre en un lance anterior, cuando se aturulló, una vez más, en la desembocadura de una contra.
No había otra cosa que contar en la primera mitad más que ese lance. El Madrid aparentaba un dominio que se quedaba en nada cuando se acercaba al área y el Getafe solo existía en su medio campo, refugiado en un orden inofensivo. Y entonces llegó la redención. Mbappé, precipitado y atropellado hasta entonces, volvió a ser el Mbappé que conocieron Florentino y el mundo durante un instante. Recibió de Bellingham en la izquierda, se soltó del agarrón de Iglesias y largó desde fuera del área un derechazo raso, preciso, imparable, que se coló tras pegar en el palo. No fue un tanto de confirmación sino de alivio, calmante, quién sabe si el principio de algo.
La otra cara de Mbappé
Al Getafe ya no le valía el formato inicial y Bordalás tiró por fin de Uche, ese nueve que se ha inventado por necesidad y con acierto, para que el partido empezará a circular en las dos direcciones. También llegó al choque Arda Güler, otro de los imputados en Anfield, por Bellingham, que se quedó en el vestuario mareado tras un choque con David Soria. En un partido más abierto, Hernández Hernández vio un penalti por mano de Berrocal donde solo hubo toque de espinilla. El VAR demostró su utilidad como tribunal de apelación. Y Mbappé le mandó un magnífico pase de cuchara a Brahim, que se vio sin sitio para que le quedara redonda la vaselina que intentó. También Carles Pérez probó a Courtois y Uche, en una media vuelta, mandó su remate al poste. Se lesionó en el gesto. Una lástima, porque al Bernabéu entró entre fanfarrias. También Coba, otro producto de la agudeza visual de los ojeadores del Getafe (hace seis meses estaba en III Federación con el Conquense). El partido, definitivamente, tenía más salsa, aunque menos incertidumbre.
A partido descamisado, Mbappé tuvo el doblete: bueno el pase de Brahim, bueno el desmarque del francés, bueno el quiebro a David Soria... y demasiado cruzado el tiro a puerta vacía. Y de inmediato, otro mano a mano que murió en los pies del meta del Getafe. Más tarde se le fue un tercer tren en el área pequeña. Por una razón o por otra, a Mbappé casi siempre le falta el broche. El Bernabéu le premió el empeño y obvió la falta de acierto. No mejoró su puntería, pero sí su humor. En ese partido sin precauciones también pudo marcar Patrick, en uno de esos tiros caprichosos que golpean en el larguero y el palo, porque el Getafe no quiso irse del partido. Mereció el gol por su capacidad para no resignarse, una virtud muy madridista. Miren la tabla, con el equipo de Ancelotti a un punto del líder y con un partido menos, y lo entenderán