Rayo Vallecano-Real Madrid / El Madrid pega y se deja pegar
Remonta el 2-0 inicial de un gran Rayo, pero acaba cediendo un punto que le impide dormir líder. Fantástico Rodrygo, defensa de papel. Penalti no pitado a Vinicius.
Y eso que el partido invitaba a atender todas las señales de peligro: noche fría, rival agrandado por el lleno en la grada, campo pequeño, las bajas de rigor y final a la vista. Es frecuente, en casos así, que un duelo intercontinental haga olvidar otro intervecinal.
La dejación y la reacción
Lo cierto es que el Rayo salió disparado, para aprovechar el factor sorpresa. Es un equipo irregular. Sus bandas son de música, incluso sin Álvaro García, al que Iñigo Pérez dejó en el banquillo, y sus rematadores, de pega. Nteka, titular esta vez, y Camello son dos arietes de desgaste, pero el suyo es el único puesto donde trabajar mucho y marcar poco está mal visto. En pleno estallido de La Franja, De Frutos tuvo el segundo. Metió el pie tan abajo que la pelota pudo acabar en el callejón Teniente Muñoz Díaz.
El Madrid pareció un pelele. Ancelotti había repetido con Tchouameni como central, solución para dos problemas: le da uso a un fichaje muy caro y le saca del centro del campo, donde ha parecido uno de tantos. Eso ha convertido en brevísima la regencia de Asencio. La cantera del Madrid, más que aporrear la puerta necesita saltar alambradas para pisar el primer equipo.
También se había guardado el italiano para Qatar a Vinicius, decisión que, sumada a la baja de Mbappé, suponía perder de un golpe 25 de los 48 goles del equipo en el curso, aunque no se dejaría los dos puntos por ahí. El ataque quedó reducido a dos mediapuntas, Bellingham y Güler, y a dos delanteros más de inspiración que de repetición. Especialmente Rodrygo, que es ducha escocesa: fuego y hielo. Más de lo segundo esta temporada, más de lo primer en Vallecas. Suya fue la primera ocasión de este Madrid gris como su camiseta. Batalla le sacó su remate sin ángulo. Y suya fue la jugada en que más cerca estuvo de empatar el Madrid. Su centro raso cruzó el área hasta llegar a Lucas Vázquez, que lo devolvió al punto de penalti y allí Güler, en posición forzada, le quitó el gol a Bellingham.
Y de un lamento a otro. El Rayo hizo el segundo gol en un córner, asunto que llena de culpables a quien lo encaja. Cabeceó Mumin en el segundo palo para elevar al cuadrado la negligencia aérea del Madrid. Y de repente, de la nada, una botella de oxígeno, un zapatazo desde 20 metros de Valverde para el 2-1. Es difícil pararlo porque es difícil verlo. No es halcón, es cañón. Y antes del descanso, la segunda aparición, de Bellingham, empleado del mes, para meter un cabezazo cruzado a un centro de Rodrygo y alcanzar un empate exprés. De muchas de estas sale así el Madrid: puño de hierro cuando falla el guante de seda.
El pie de Isi
Los goles blancos no fueron consecuencia sino causa. Después de marcarlos mejoró el equipo, razón suficiente para que Íñigo Pérez metiera a un titularísimo: Álvaro García. Pero para entonces el Madrid ya había recuperado la conexión, y de mandar en el juego, a base de toque, pasó a mandar en el marcador, con un gol de Rodrygo, el jugador del partido. Metió un buen zurdazo que un toque en Ratiu convirtió en grandioso. La pelota entró por la escuadra.
El técnico del Rayo siguió metiendo titulares (Óscar Valentín, Camello) para cambiarle el sentido a un partido que se había nublado, pero volvió a aclararse. Fue producto de una pelota ambigua. Lejeune, central de pierna de acero, chutó al centro de la portería, pero Isi metió su puntera para convertirlo en asistencia, desconcertar a Courtois y devolver el empate al partido. Acababa de llegar al choque Vinicius, maniobra que tuvo respuesta rayista: doble lateral, Balliu más Ratiu. El brasileño aterrizó como jugador de carga rápida: se ganó una amarilla y le hizo Mumin un penalti que Martínez Munuera no vio, hecho disculpable, y el VAR no quiso ver, hecho imperdonable.
El partido, que era del Madrid, ya no volvió a serlo. Es cierto que Batalla le quitó la victoria a Vinicius, pero antes Pedro Díaz y después Lejeune también tuvieron el cuarto. Eso fue el partido, un sube y baja fantástico que acabó donde empezó, pero que mereció el llenazo en Vallecas.