Girona-Real Madrid / La locomotora es Bellingham
El inglés, con un gol, una asistencia y una lección de pundonor, levanta al Madrid en Girona antes de marcharse lesionado. Marcaron también Güler y Mbappé.
El Girona tiene perdida de antemano cualquier comparación con el curso pasado, en que se mudó, de un día para otro, de las afueras al centro de la Liga. El éxito le ha herido. Ahora tiene peores jugadores y obtiene peores resultados sin que Michel haya tocado una línea del guion, lo que prueba que los futbolistas siguen siendo mucho más importantes que los entrenadores. Ya no es un equipo tan expansivo ni tan artillero, aunque en sus intenciones aún se siente grande y, como tal, se fue a por el Madrid, desde la alineación, con dos agitadores, Yáser Asprilla y Bryan Gil en las bandas, hasta la presión con garras en campo del rival.
En busca de soluciones, Ancelotti remodeló por enésima vez la arquitectura del equipo, que se ordenó en un 4-2-3-1, con la doble dirección Modric-Valverde, Güler en la derecha, Brahim en la izquierda, Bellingham de enganche y Mbappé como único delantero. Y junto a Rüdiger puso a Tchouaméni, su jarrón chino, ese artículo de lujo al que cuesta encontrarle un sitio. El italiano le ha buscado el escondite del centro de la defensa, donde mejora. Ahí las lesiones abrieron un boquete que pareció desaparecer con la irrupción de Asencio, pero en Montilivi jugó el francés, con el que hasta ahora han fracasado las dos terapias aplicadas: la insistencia y la paciencia. Con la cantera aún no se han probado. Y valdría la misma teoría para el dúo Mendy-Fran García, resuelto también en favor del francés.
El esprint de Krejci
Lo cierto es que el Girona se quedó la pelota de salida y eso invalidó el centro del campo de tejido fino que puso Ancelotti. Las ocasiones de pronóstico reservado fueron creciendo en torno al área del Madrid: un rechace de Courtois, dos disparos altos de Asprilla, otro de Bryan Gil, un pase de Van de Beek, que un día con el Ajax hizo un estropicio en el Bernabéu, al que no llegó Miovski... El Madrid se reducía a Bellingham, el único inmune a la depresión general. Pronto le puso a Mbappé frente a Gazzaniga, pero Krejci, un central de categoría, le madrugó la pelota en el esprint. Tampoco ahí Mbappé es Mbappé. La soledad de Bellingham durante tantos minutos conmueve.
Pasado el primer trago, el Madrid tonteó más con la pelota, pero sin profundidad, y tampoco cerró bien los espacios atrás. En uno de sus despistes Asprilla filtró un buen balón a Van de Beek, que se atracó de balón en la mejor ocasión catalana antes del descanso.
El Madrid no difería mucho del que cayó en San Mamés: tristón, sin chispa, sin llegadas, en cierto modo acomodado en el partido, como si no le hubiesen llegado las buenas noticias desde el Benito Villamarín. Mendy sufría con Asprilla, Lucas se manejaba mejor con Bryan Gil y ni Modric ni Valverde ni Güler le daban impulso al equipo hasta que Brahim hizo sonar el despertador. Primero, con disparo a la escuadra que salvó Gazzaniga. Después con un zigzagueo desde la izquierda que acabó en centro casi sobre la línea de fondo mal rechazado por Miguel Gutiérrez y rematado sobre la marcha, con el alma, por Bellingham, un tiro que se coló entre las piernas del meta argentino. Premio justo para el mejor.
Un solo equipo
Ese gol antes del descanso cambió la dinámica del partido y quién sabe si del curso. El Madrid se apoderó del choque, lo narcotizó y esperó su momento para hacer el segundo gol, que tuvo la firma de dos artistas. Fantástico el pase profundo de Bellingham, fantásticos el control, la carrera y el remate cruzado de Arda Güler, hasta entonces confundido con el paisaje. Antes del tanto, un cabezazo de Tchouaméni, salvado por Gazzaniga, ya anunciaba un cambio de viento.
Con el Madrid en la cresta de la ola se marchó lesionado Bellingham. Agua helada camino de Bérgamo. El inglés se echó mano al aductor y el equipo, las manos a la cabeza, con la final ante el Atalanta a un paso. La conmoción apagó mucho el despertar de Mbappé, que facturó de un derechazo sin demasiado ángulo y a pase de Modric el tercer tanto del Madrid. Un gol muy de su estilo: desmarque, esprint y disparo seco y raso.
El final del Madrid tampoco fue extremadamente feliz. A diez minutos del final se marchó tocado Mendy, última víctima de la plaga interminable. Ancelotti hizo cuatro cambios de golpe temiéndose lo peor. Uno de los que entró fue Endrick, amenaza fantasma en los últimos tiempos. Otro, un debutante, Yáñez, para cerrar un partido con un epílogo amargo que quedó registrado en el parte médico. La clasificación es más amable: el Madrid tiene al Barça a dos puntos.