VALLADOLID 0 - ATLÉTICO 5 / El Atleti, lanzado; Zorrilla llora
El equipo del Cholo arrasa a un débil e inoperante Valladolid con tres goles antes del descanso, una obra de arte de Griezmann y Sorloth cerrando el festín.
Y eso que los del Cholo estaban, al inicio, más de cabeza que de cuerpo presente. El Atleti que era los de Praga más Griezmann y que salió más frío que la propia noche en Valladolid. Un Valladolid que salía acuciado por su clasificación, colista, con Comert como tercer central y Amallah en el medio. Un Amallah que apenas duró: a los diez minutos cayó en la hierba con dolor muscular. Pezzolano, que dirigía desde el palco, hasta el momento sentía que su equipo encaraba al Atleti tratando de querer sorprender con recuperaciones en campo contrario. Pero fue irse Amallah y el Atleti instalarse en su campo.
El partido en ese momento era como masticar cemento. El Valladolid seguía a lo suyo, sobrevivir era resistir, hasta que Llorente dijo basta. Cuchillo en la derecha, con Giuliano por delante, fue respirar Zorrilla y recordar aquella tarde de mayo de 2021, en la que, desde allí, tocaron el cielo de Neptuno. Aquella Liga que terminó en este parking, abrazado a una afición cuando abrazar estaba prohibido. Sacó Grizi el córner y la pelota terminó en Julián, que buscó al 14. El centro del último, al mismito corazón del área, lo empujó Lenglet sin oposición. Insistimos: ¿alguien se acuerda hoy de Hancko?
El Atleti había olido la sangre y se lanzó de cabeza sobre ese equipo que, al primer golpe, se queda en la lona. Los de Pezzolano no se habían levantado de la lesión de Amallah. La helada que a esa hora caía sobre Valladolid eran chuzos de punta sobre los futbolistas del equipo presidido por Ronaldo. Los cánticos en contra ya llenaban la grada mientras el Atlético metía los dedos en la herida para hacerla más grande. Insoportable.
Había abierto la puerta de Hein y en su área se quedó a vivir, subido a las piernas de sus laterales. Si a Giuliano le bajaban un gol del marcador por fuera de juego, enseguida el Atleti escribió los siguientes en piedra. Ahí estaba de nuevo el pequeño de los Simeone, percutiendo. La siguiente vez que se presentó en el área buscó a Griezmann que se topó con Hein, pero el rechace le cayó a La Araña que volvió a picar. 0-2. El 0-3 llegaría cuatro minutos después, después de una carrera de Galán, ese extremeño que hacía nacido para jugar con el Cholo aunque al argentino le haya costado una temporada descubrirlo. Combinación con Julián, Grizi que la deja pasar y De Paul que la empala. Cuando Giménez al filo del descanso volvía a marcar en fuera de juego, un puñado de hinchas del Valladolid se iban a casa, hartos de tanto bochorno. Su equipo huele a Segunda desde que comenzó la temporada. Sin que nadie haya, parece, al volante.
Tras el descanso, todo siguió igual. El Atleti golpeando ese saco de huesos que es el Valladolid, al que le falta alma y fútbol. Y ampliando el marcador: Giuliano corrió como siempre, dejándose el alma, llenando de sudor cada brizna, encontró a Grizi en la frontal, pared de éste con Julián y el balón que volvió al mejor futbolista francés de los últimos años para que se luciera: recibió de espaldas, controló de tacón y superó a Hein mientras se daba la vuelta. Obra de arte. Si el fútbol fuese justo, sería ya el Premio Puskas. Pero es que si el fútbol lo fuera, en su casa tendría un Balón de Oro (el de 2018). No necesita comer en la mesa de nadie, la suya es propia. El partido había terminado, aunque llegaran los cambios, Iván Sánchez se topara con el travesaño, el Atleti levantara el pie, Grizi se fuese ovacionado y Sorloth cerrara la goleada. Se quedó el Valladolid mascando hiel. Y los del Cholo mirando de frente a todo, como se soñaba en verano.