Tras la derrota de Kamala Harris, los demócratas buscan a quién culpar
Sus líderes se enfrentan a lo mucho que subestimaron el resurgimiento de Donald Trump
En más de dos decenas de entrevistas, legisladores, estrategas y funcionarios ofrecieron una letanía de explicaciones sobre el fracaso de la vicepresidenta Kamala Harris, y casi todas ellas encajaban perfectamente en sus nociones preconcebidas de cómo ganar en política.
Las críticas discretas, en llamadas telefónicas, chats grupales y sombrías reuniones de equipo, fueron un anticipo entre bastidores de la batalla intrapartidista que se avecina, una en la que los demócratas caerían rápidamente en las desavenencias ideológicas que han definido a su partido durante gran parte de la era Trump.
Lo indiscutible fue lo mal que les fue a los demócratas. Perdieron la Casa Blanca, cedieron el control del Senado y parecían abocados a la derrota en la Cámara de Representantes. Obtuvieron peores resultados que hace cuatro años en ciudades y suburbios, pueblos rurales y ciudades universitarias. Un primer análisis de los resultados realizado por el New York Times reveló que la inmensa mayoría de los más de 3100 condados del país se habían inclinado hacia la derecha desde la victoria del presidente Biden en 2020.
Los resultados mostraron que la campaña de Harris, y los demócratas en general, no habían logrado encontrar un mensaje eficaz contra Trump y sus aliados en las últimas elecciones, ni abordar el descontento de los votantes sobre la dirección de la nación con Biden al frente. Los temas que el partido decidió destacar --el derecho al aborto y la protección de la democracia-- no resonaron tanto como la economía y la inmigración, que los estadounidenses destacaron a menudo como sus preocupaciones más acuciantes.
Muchos demócratas se planteaban cómo transitar por un futuro oscuro, en que el partido sería incapaz de impedir que Trump llevara a cabo una transformación derechista del gobierno estadounidense. Otros miraron hacia dentro, buscando las razones por las que la nación les rechazó.
Hablaron de desinformación y de las dificultades para comunicar la visión del partido en un entorno informativo mermado e inundado de propaganda de derecha. Admitieron que Harris había pagado un precio por no romper con el apoyo de Biden a Israel en la guerra en Gaza, lo que enfureció a los votantes árabe-estadounidenses de Míchigan. Algunos consideraron que su partido se había desplazado demasiado a la izquierda en cuestiones sociales como los derechos de las personas trans. Otros argumentaron que, al desplazarse los demócratas hacia la derecha en cuestiones económicas, habían dejado de lado los intereses de la clase trabajadora.
Lamentaron que la marca del Partido Demócrata se haya vuelto tóxica en muchas partes del país. Varios señalaron que el candidato independiente al Senado en Nebraska aventajaba a Harris en 14 puntos porcentuales en el estado.
Y muchos dijeron que estaban esforzándose para procesar la magnitud de su derrota, describiendo sus sentimientos como una mezcla de conmoción, luto y pánico por lo que podría venir en un segundo gobierno de Trump.
“Estoy bastante devastada y preocupada”, dijo la representante por Texas, Veronica Escobar, quien fue copresidenta de la campaña de Harris. “Aquí hay un peligro real e inminente para la gente. Viene un peligro real para los estadounidenses, incluidos muchos estadounidenses que votaron por Trump”.
Reflexiones sobre estrategia y valores
No todo el mundo estaba tan afligido.
El senador por Vermont, Bernie Sanders, abanderado progresista desde hace mucho tiempo, culpó a lo que denominó un énfasis de todo el partido en la política de identidad a expensas de centrarse en las preocupaciones económicas de los votantes de la clase trabajadora.
“No se trata solo de Kamala”, dijo. “Es un Partido Demócrata que se ha convertido cada vez más en un partido de política identitaria, en lugar de comprender que la inmensa mayoría de la gente de este país es de clase trabajadora. Esta tendencia de los trabajadores a abandonar el Partido Demócrata empezó con los trabajadores blancos, y se ha acelerado hacia los latinos y los negros”.
Sanders, un político independiente que lleva mucho tiempo criticando la influencia de los mayores donantes y de los veteranos operativos del partido, ofreció un pronóstico pesimista: "Está por ver si el Partido Demócrata, teniendo en cuenta quién lo financia y su dependencia de asesores bien pagados, tiene o no la capacidad de transformarse".
Sanders no fue el único que diagnosticó que el problema del partido era que estaba demasiado en deuda con las necesidades de sus grupos identitarios. Trump gastó decenas de millones de dólares en publicidad televisiva en contra de las personas trans, la cual no tuvo respuesta por parte de la campaña de Harris y sus aliados.
El representante por Massachusetts, Seth Moulton, quien fue uno de las dos decenas de demócratas que aspiraron a la candidatura presidencial del partido en 2020, sugirió que el partido debería cambiar su enfoque de las cuestiones trans.
"Los demócratas pasan demasiado tiempo intentando no ofender a nadie en lugar de ser brutalmente honestos sobre los retos a los que se enfrentan muchos estadounidenses", dijo Moulton. "Tengo dos niñas pequeñas, no quiero que sean atropelladas en un campo de juego por un atleta varón o que fue varón, pero como demócrata se supone que debo tener miedo de decir eso".
Pero la representante por Washington, Pramila Jayapal, presidenta del grupo progresista del Congreso, dijo que los demócratas no deben ceder ante los prejuicios y la desinformación. Comparó la lucha por los derechos de las personas trans con la lucha por el matrimonio igualitario, en la que la opinión pública cambió rápidamente.
"Tenemos que crear un espacio para los miedos de la gente y dejar que conozcan a las personas", dijo Jayapal, que se describió a sí misma como "la orgullosa madre de una hija que resulta ser trans".
"Y tenemos que contrarrestar la idea de que mi hija es una amenaza para los hijos de los demás", dijo.
‘La dinámica de esta contienda ya estaba cocinada’
Y además, estaba la culpa de Biden.
Incluso antes de que anunciara su candidatura a la reelección, los demócratas susurraban que el presidente, que ahora tiene 81 años, era demasiado mayor para presentarse a la reelección, y las encuestas confirmaban que los votantes tenían serias reservas.
Los demócratas que entonces estaban preocupados dicen ahora que Harris nunca tuvo realmente una oportunidad.
“La dinámica de esta contienda ya estaba cocinada antes de que Kamala Harris se convirtiera en candidata”, dijo Julián Castro, ex secretario de Vivienda, quien también se presentó a las elecciones presidenciales de 2020. “Le tocó una mala mano. Intentaba ser elegida a la sombra de un presidente que era impopular y de quien la opinión pública había dicho abrumadoramente que no debía presentarse a la reelección y tardó demasiado en apartarse”.
Incluso David Plouffe, un veterano estratega demócrata a quien Harris incorporó a su operación tras la salida de Biden, pareció sugerir que el presidente la había puesto en una situación difícil.
“Hemos salido de un agujero profundo, pero no lo suficiente”, escribió Plouffe en X.
Los defensores de Biden dijeron que no era culpa suya.
El senador por Delaware, Chris Coons, uno de los principales aliados de Biden, dijo que no creía que el presidente hubiera sido un lastre para Harris. Ella hizo "una campaña magnífica", añadió.
"Hay un par de grupos en Estados Unidos, los jóvenes y los votantes latinos, que no respondieron de forma positiva a nuestra candidata, a nuestro mensaje y a nuestro historial", dijo. "Tuvimos una brecha que no cerramos".
Por su parte, Harris pronunció un discurso de concesión en el que instó a sus simpatizantes a permanecer vigilantes ante el presente y optimistas ante el futuro, y a seguir luchando por sus valores. No señaló a nadie ni culpó a nadie.
"Estoy muy orgullosa de la campaña que hemos hecho y de cómo la hemos hecho", dijo. "Escúchenme cuando digo que la luz de la promesa de Estados Unidos siempre brillará. Mientras nunca nos rindamos. Y mientras sigamos luchando".
El jueves, Biden se dirigió a la nación desde el Jardín de las Rosas, instando a sus partidarios a seguir siendo optimistas y tenaces.
“Los reveses son inevitables, pero rendirse es imperdonable”, dijo. “A todos nos derriban, pero la medida de nuestro carácter, como diría mi padre, es lo rápido que nos levantamos”.
Mientras reflexionaban sobre las consecuencias, los funcionarios demócratas compararon notas sobre qué lugar ocupaba esta jornada electoral en su lista de experiencias horribles.
Matt Bennett, vicepresidente ejecutivo de asuntos públicos de Third Way, un centro de pensamiento centrista, dijo que el partido no se había enfrentado a una crisis tan grave desde la década de 1980, cuando los demócratas perdieron de manera abrumadora tres elecciones presidenciales seguidas.
Para recuperar su control del poder, los demócratas deben adoptar un enfoque más moderado, argumentó. Pero eso no será fácil, advirtió Bennett, ya que el partido se enfrenta a un vacío de liderazgo con un Biden debilitado y una Harris derrotada.
"La única forma de vencer a un populista de derecha es a través del centro", dijo Bennett. "Hay que convertirse en el partido más pragmático, razonable y cuerdo. Ahí es donde tenemos que ir".
Un vacío de liderazgo
Mini Timmaraju, directora ejecutiva de Libertad Reproductiva para Todos, dijo que los demócratas deben desarrollar un plan a largo plazo para enfrentarse directamente al sexismo --tanto dentro de su partido como en la nación-- que obstaculizó a Harris y a Hillary Clinton, las únicas mujeres que han ganado la nominación presidencial de un partido importante.
“No podemos seguir escondiéndolo bajo la alfombra”, dijo. “La narrativa no puede ser: ‘Kamala Harris fracasó de alguna manera’. Aquí hay un fracaso mayor y tenemos que descubrirlo y asumirlo”.
Con Biden y Harris ahora cojos políticamente, habiendo perdido la mayoría del Senado y sin un probable presidente de la Cámara de Representantes en el partido, los demócratas en 2025 se encontrarán escasos de líderes claros, como les ocurrió tras la victoria de Trump en 2016.
La siguiente decisión a la que se enfrentan los líderes del partido es a quién elegir como próximo líder del Comité Nacional Demócrata, un puesto que era en gran medida ceremonial con Biden en el cargo, pero que incluirá muchas más responsabilidades y poder sin funcionarios de la Casa Blanca al mando.
Jaime Harrison, presidente del partido desde que Biden lo instaló en el cargo hace cuatro años, ha dicho durante meses que no se presentará a otro mandato. Está previsto que se celebren nuevas elecciones a principios del año próximo.