Giuliano, el ‘nunca dejes de creer’ llevado al fútbol
Giuliano, el hijo del Cholo, se hace imprescindible para el Atlético, clave para los últimos goles del equipo. Su historia es rojiblanca.
“Me había ido con mi hijo dos o tres días a Mar de Plata”, confesó el propio Simeone en el acto que el club rojiblanco organizó en el auditorio del Metropolitano para celebrar su última renovación, hasta 2027. “Mi hijo el más chico, Giuliano, que tenía en aquel momento, ocho años. Nos fuimos a un bar en una esquina, con un croissant y café con leche de por medio, y le dije: ‘Mirá, me apareció la posibilidad de ir al Atlético y no sé qué hacer”. “¿Y vas a dirigir a Falcao?”, recibió como primera respuesta. “¿Y vas jugar contra Messi y Cristiano?”, como segunda. La tercera llegó mientras mojaba el croissant en la leche y es la que el Simeone padre jamás olvidará: “Pero..., si te va bien no volvés más”. Y así pasó. Lo que quizá no esperaban es que el Simeone hijo tomara el mismo camino de su papá también.
2019 fue el año en el que Giuliano cambió la cantera de River por la del Atlético pero, desde que en diciembre de 2011 fuese su padre el que hiciese el vuelo Buenos Aires-Madrid sin fecha de vuelta, el más pequeño de los Simeone viajaba a visitar a su padre con asiduidad. Siempre que podía. Así, era habitual verle chutando a puerta al final de algunos entrenamientos, cuando no había clases ni colegios, con los hijos de otros jugadores como Gabi o Juanfran. O también en algunos partidos, como recogepelotas en la grada de ese Calderón que él había conocido bebé. Mítica es su foto corriendo toda la banda para celebrar abrazado a su padre la victoria del Atlético al Madrid en octavos de la Copa de Rey de 2015. Cuando en 2019 recaló con 17 años en el Juvenil rojiblanco enseguida comenzó a escalar. “Y hubiese llegado antes al primer equipo si no hubiese sido el hijo de su padre”, deslizan técnicos de la época.
De la dura lesión a las carreras de fe
Porque, y precisamente por su apellido, Giuliano debía pasar dos veces para que se le contara una. Nunca fue el futbolista más técnico, pero sí el que más intensidad le ponía. Siempre haciéndose titular. Del Juvenil a ese filial que ascendió de Tercera a Segunda Federación en 2022. También en sus cesiones, a Zaragoza y Alavés. La última, la temporada pasada, en un Primera en el que confirmó que es fiel hijo de su padre, uno de esos jugadores que contagian de garra y energía. Y eso que peor no pudo empezar: una fractura de peroné y una luxación de tobillo por una dura entrada de un rival en el último amistoso. En enero estaba jugando. Resultó determinante en ese Alavés que logró la tranquilidad de la permanencia pronto. Con 16 partidos y un gol. El Alavés le quería de vuelta, pero la puerta del primer equipo del Atleti se había abierto para él. Y cruzarla sí que era el sueño de verdad.
En el Atlético le costó muchos partidos entrar, quizá, precisamente, por ser el hijo del entrenador. No fue hasta el 26 de septiembre, en Balaídos, que no se estrenó como titular, en un día en el que se lo comieron los nervios. Jugó 65 minutos y en los dos siguientes duelos ni pisó el césped. Fue el 20 de octubre, ante el Leganés, que Giuliano empezó a ser Giuliano. El de los entrenamientos, ante la afición. Giuliano y sus carreras de fe. Esa primera, ante el Leganés, para asistir a Griezmann. La que hizo ante el Vic en Copa que acabó en penalti a favor. Ante Las Palmas, su primer gol. Ante el Mallorca, otra de fe, ahora para asistir a Julián. El hijo de Simeone ha sido el futbolista más importante del Atlético este mes. Veinte años después de aquel bebé, trece más tarde del croissant en un vaso de leche en Mar de Plata. Como en un cuento de Dickens. Pero en rojiblanco.