Gallardo, las polémicas, las injusticias y la falta de resultados
El entrenador se quejó de algunas cosas que se volvieron habituales en el fútbol argentino. ¿Cuánto de frustración por River hay en esa mirada?
Un día antes, Marcelo Gallardo disparó munición gruesa ante los micrófonos, después del cómodo triunfo de River sobre Barracas Central. Molesto por el arbitraje de Fernando Echenique, por el tiempo que no adicionó en el final del partido, y los números de lo que ocurrió le dan la razón: se jugaron 47 minutos de tiempo neto en los 94 que hubo en total.
Nada es nuevo en nuestro fútbol. Han crecido las simulaciones, el permanente gesto al juez de que saque tarjeta para los rivales, la brusquedad de muchas peleas por la búsqueda de la pelota o para impedir que el equipo contrario progrese en el terreno y la amplificada determinación de que solamente hablen los capitanes con los jueces no se cumple casi en ningún partido.
Gallardo apuntó alto, habló de la cantidad desmesurada de equipos en Primera, del tiempo que se pierde y luego no se añade en cada tiempo reglamentario, del cambio de reglas y también, por qué no, dejó su molestia porque River -eliminado de la Libertadores y de la Copa Argentina- está lejos del título. Mezcló objetivos que no pudieron conseguirse con todo lo que semanalmente ocurre en nuestro fútbol casero, que no mejora.
River -que ganó tres partidos seguidos y solamente perdió uno de los 13 que tuvo al Muñeco sentado en el banco de la liga- rebosa de dólares, pero eso no le sirve para tomarlo del cuello a Vélez y disputarle el campeonato cuando hay quince puntos en juego. De a ráfagas, este River de Gallardo parece ser el equipo que todos imaginaban y no fue.
¿La pérdida de las ilusiones deportivas influyó en la nueva prédica del entrenador? Es posible, pero algunos datos de otros partidos lo desmienten, desde el punto en que el fútbol argentino es el que menos tiempo neto de juego tiene en su torneo local. Vale recordar lo que fue el último clásico entre River y Boca, que superó las 102 interrupciones que hubo el domingo pasado en el triunfo millonario ante Barracas.
El arbitraje pasa por un momento sombrío y todo se pone en duda. Los futbolistas no colaboran en absoluto y la gente toma cada partido con una pasión desmesurada como si se estuviese jugando la Copa del Mundo. Son características actuales de nuestro amado deporte, que nos ubica lejos de otros torneos de jerarquía. Gallardo no dijo nada novedoso, pero tuvo la virtud de explicarlo con claridad.
Que “todos sospechan de todo”, que “no está bien quitar el tiempo de descuento porque el resultado es amplio” y varias frases similares que, observando lo que pasa en otras canchas, también sucede. Razón no le falta: en este torneo no habrá desempate si dos o más equipos igualan el primer puesto tras la fecha 27. Es decir que la diferencia de gol será un arma decisiva para la definición del título. Por ejemplo.