ATLÉTICO 2 - LAS PALMAS 0 / En el nombre del hijo, en memoria de tantos

Giuliano Simeone encarrila la victoria del Atlético con su primer gol con la rojiblanca ante un Las Palmas que nunca amenazó. Sorloth hizo el 2-0. Cillesen se fue conmocionado tras un golpe con Nahuel.

Patricia Cazón
As
En el Atleti de los millones lo que sobresale es la garra. Esa que Giuliano lleva prendida del nombre desde que abrió sus ojos al mundo. En este día difícil, este Atleti-Las Palmas de una jornada que, quizá, no se debió de jugar, la cabeza en Valencia, Nahuel le sirvió ese balón. Fue con un pase milimétrico. Y Giuliano lo recibió cabeceándolo lo justo para adecuarlo a su paso. Con un desmarque, dejó atrás a Kirian y siguió hacia Cillessen.

Corría por su padre, por todas las veces como recogepelotas en el Calderón cuando era un crío que venía a verle de Argentina, por el salto de la cantera de River a la del Cerro, por el tirar la puerta del Atleti lejos, Zaragoza y Vitoria, para acabar de romper un principio de su padre: “No entrenar a un hijo mío”. Pero Giuliano es distinto. El Simeone del siglo XXI se lo ha ganado con su propio sudor. Aunque su apellido fuese otro también estaría aquí. En el Atleti. En este momento. Esta carrera.

Cuando llegó ante Cillessen pateó el balón cruzado para colárselo por el segundo palo, allá donde el portero no alcanzaría. Es su primer gol con el Atleti. Giuliano lo celebró deslizándose en la hierba de rodillas y alzando una camiseta con un Força i Ánims en valenciano aplaudida por todos. Y es que, qué difícil es celebrar cuando de tu cabeza no se va tanta gente que sufre tanto tan cerca. El Atleti había salido al partido con los nombres de sus peñas en Paiporta y Utiel en unas banderas de la mano, en un minuto de silencio bajo el himno de la Comunidad Valenciana al que siguió un largo aplauso sentido, tremendamente emocionado.

En el equipo del Cholo enseguida se notó que Barrios y Lenglet estaban de vuelta. La salida de balón más limpia, el equipo con más cuajo al centro y que ya nadie se acuerde de Hancko. Las Palmas, mientras, se empeñaba en salir con la pelota jugada pero, al no tener el día sus hombres de pie fino (Kirian, Moleiro), el plan resultó una temeridad. En el minuto uno Cillessen estrenaba los guantes para detener un remate de ese Giuliano dueño del carril derecho como Galán del izquierdo. Ambos, muy adelantados le daban al Atleti aquello que más se le añora: velocidad y energía por las bandas. En el minuto ocho era ante Barrios ante quien Cillessen debía sacar el guante. El Atleti rondaba pero nada más. Por un lado, a Lino se le ha olvidado leer desmarques. Por otro, al llegar ante Cillessen, Diego Martínez llenaba los espacios de piernas. Y también estaba el árbitro, que no vio penalti en una mano de McKenna ni aunque le llamara el VAR. Su más de minuto y medio ante la pantalla para terminar decretando que ayer la margarita iba a decir que no, que esa mano, clara, era accidental, o falta rojiblanca, que no se entiende muy bien qué pitó, despertó a una grada hasta el momento más bien callada. Con la cabeza en Valencia también.

El Atleti entraba por las bandas, subido a los lomos de esos Galán y Giuliano incansables, mientras Las Palmas, la primera vez que se olvidó de salir jugando se plantó ante Oblak: Cillesen envió desde su portería en largo para la carrera de Fabio Silva. Incordio para Giménez todo el partido, aquí buscó por bajo la red de Oblak. Atajó el portero. Sería el único remate a puerta de los de Diego Martínez en los 90′. Poco después Nahuel, muy mejorado como central diestro, envió esa pelota precisa, Giuliano corrió y el Metropolitano volvió a celebrar el gol de un Simeone. El descanso llegó con un disparo de Grizi que besó el travesaño por dentro y se fue. Ni Barrios ni Lino regresarían al verde tras el reposo. Lo del primero era pactado, 45 minutos solo por regresar de lesión.

La segunda parte tardó en arrancar. Cillessen abandonó el campo, conmocionado tras recibir en la cabeza el impacto de un Nahuel al que se le había ido un control largo. La pelota se la había servido un De Paul que salió con ganas tras escuchar como el campo le recibía con algún silbido. Enfrente, la falta de juego por dentro hacía que Las Palmas no pasara del centro. El Atleti controlaba sin peligro. La grada se entretenía cantando “Vinicius, balón de playa”.

Quizá pensando en París, el Cholo se guardó cromos. Grizi, más bonito que efectivo, y Julián, siempre peleón. Sorloth y Correa entraron con el partido en digestión pesada y ganas de Almax. Pero entonces De Paul se sacó otro pase para que Sorloth se arrancara la espina del Lille con el 2-0. Entro por la escuadra. Los compañeros abrazaron a ambos. El partido acabó aquí, aunque aún le quedaran minutos. Esos últimos que el Cholito ya vio desde el banco, observando el traje negro de su padre por la espalda. Ese que, cuando el árbitro pitó el final, corría al túnel ente la satisfacción y la emoción contenida. En el día en el que el grande de los Simeone fue el más pequeño.

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