ATLÉTICO 2 - ALAVÉS 1 / Sorloth baila al filo

El Atlético remonta al Alavés con la garra de Giuliano y el gigante noruego, que provocó la mano de Abqar e hizo el 2-1, tras otra mala primera parte.

Patricia Cazón
As
Simeone ya tiene algo más que sus brazos en molinillo para levantar los partidos. Ahora también está su hijo, aquel que tenía ocho años cuando el Atleti le llamó, hace 700 partidos, para ocupar su banco. Ese Giuliano que entonces preguntaba, arrobado, mientras mojaba un croasant en leche, cómo sería entrenar a Falcao y hoy es el Simeone que, remontada a remontada, se lleva los ole, ole, ole. Porque si el Alavés acarició la historia, ganar al Atleti en el Metropolitano, el pequeño Simeone y un gigante noruego lograron girarle el guión en este día especial.


Un partido que había comenzado con las manos en alto, con una tremenda ovación como homenaje a Simeone. 700 encuentros. Trece años logrando que a una generación de rojiblancos lo del Pupas solo les suene a simple botiquín. Un Simeone que apostó en el once por aquellos que se quedaron en el parón más Barrios. Luis García, mientras, que antes de todo saludaba a Soco, Socorro Morales, su mentor cuando el técnico del Alavés era un niño que crecía en la cantera atlética. En su once, precisamente, dos que en el siglo XXI se acunaron en el mismo lugar: Carlos Martín y Manu Sánchez.

Fue una galopada del último lo que le puso al Metropolitano, muy pronto, la tarde del color del cielo, plomizo y gris: al llegar a la frontal pasó a Carlos Vicente y, cuando este chutó, se encontró con que Galán seguía con el brazo en alto. Como si quisiera hacerle una pregunta. En el área, claro. Penalti. Guridi se lo coló a Oblak por la derecha. 0-1. En el Metropolitano ya nadie aplaudía. Desde el inicio los chicos del Cholo rondaban el área de Sivera sin más peligro que ese, solo rondar. El Alavés cada vez que robaba salía en las piernas de Caros Vicente exudando gasolina. La defensa del Cholo en la tarde, con Azpilicueta, de vuelta, y Witsel, tenía más años que punta de velocidad. El estadio, con una parte aún de huelga, observaba frío a su equipo incapaz de encontrar un resquicio. Por dentro o por fuera, todo terminaba en balón rechazado por un blanquiazul. Solo una vez Correa rascó y halló hueco, pasó a Grizi que se la dejó a Lino, el mejor de los rojiblancos en el inicio, con intención al menos, que la pateó con furia... pero Sivera desvió con la punta del guante lo justo al larguero. Lentísimo, el equipo del Cholo se mimetizaba con la hora. De digestión pesadísima.

El Alavés se defendía eficiente mientras el Atleti se enmarañaba en su ineficiencia. Llorente corría para nada, Griezmann andaba desubicado. Un Griezmann con nuevo peinado pero el mismo efecto que el pelo largo y suelto, ninguno, como si lo suyo más que valle físico fuese ocaso. Los centros al área para dos delanteros por debajo del 1,80 no parecían buen plan. Todos espanto, imposibles de rematar. De disparo lejano lo intentó Koke, y también Llorente, ambos mansos a Sivera. Al Atleti le faltaba todo aquello sobre lo que lo levantó el Cholo cuando llegó. Intensidad, mordiente y carácter. Tocaba y tocaba como músicos del Titanic. En vano. Tan cerca de la Navidad y todas las luces apagadas.

En el descanso, Simeone quitó a Galán y Llorente para introducir Sorloth y Giuliano. El último empezó arrancando aplausos al sacar de banda. Hasta en eso contagia. Con el pequeño Simeone sobre el campo el Atleti volvió a latir y a apretujar al Alavés. El 1,95 de Sorloth apuntaba cada balón que le sobrevolaba como una pistola. El Alavés hacía daño con las internadas de Carlos Vicente aunque sin rematador. Justo después de que Lenglet cabeceara fuera, inexplicablemente, todo a favor, una falta de Grizi, se acabó el descanso de Julián y De Paul. El Atleti ya jugaba sin tacatá. Y con Giuliano. Que no escatima un esfuerzo, toda la segunda parte derramada de su sudor. Sus compañeros, el público, encendidos de su sangre. Buscó el gol pero se lo negó Sivera aunque todos ya estaban subidos a su chepa. Lo encontró Sorloth, De Paul mediante. El 1-1 llegó después de un centro del argentino que Abqar tocó con el tríceps al tratar de evitar el remate del noruego. El penalti lo marcó Grizi. El 2-1, en el 86’: desmarque del noruego, centro perfecto del argentino y goool. Simeone vio la amarilla por acudir a abrazar al córner y soplar sus 700 partidos sin brillo pero victoria. Gracias a ese gigante, ayer convertido en un Falcao, de la mano del más pequeño de sus hijos. 

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