La Gran Mancha Roja que “late” en Júpiter: qué reveló el Hubble sobre este sorprendente fenómeno
Estos
sorprendentes movimientos fueron observados durante 90 días. Por qué su
comportamiento fascina a los científicos desde hace más de 150 años
A lo largo de este ciclo, los astrónomos midieron el tamaño, la forma, el brillo, el color y la vorticidad de la GRS, y descubrieron que su forma elíptica oscila, contrayéndose y expandiéndose. “Sabemos que su movimiento varía ligeramente en longitud, pero no esperamos que su tamaño también lo haga”, comentó Amy Simon, del Centro Goddard de Vuelo Espacial de la NASA, quien lidera el estudio publicado en el Planetary Science Journal.
Estos hallazgos forman parte de un programa especial del Hubble, dedicado exclusivamente a la observación de la Gran Mancha Roja, el cual va más allá de las observaciones regulares que se realizan anualmente de los planetas exteriores del sistema solar, a través del Outer Planet Atmospheres Legacy (OPAL), también liderado por Simon.
El objetivo de este proyecto es entender los mecanismos que impulsan las tormentas más grandes del sistema solar, como la GRS, y cómo este conocimiento puede aplicarse para mejorar nuestra comprensión de los fenómenos meteorológicos tanto en la Tierra como en planetas fuera de nuestro sistema.
A lo largo de los 90 días de observación, el equipo utilizó imágenes de alta resolución para analizar en detalle los cambios que ocurren en la GRS, las cuales mostraron que, a medida que la tormenta se acelera y desacelera, empuja contra los potentes chorros de viento que la rodean en el norte y sur, lo que provoca un efecto de “aplastamiento”, según explica Mike Wong, co-investigador del estudio y científico de la Universidad de California, Berkeley, en un comunicado de prensa de la NASA.
Wong comparó este fenómeno con lo que ocurre cuando un sándwich se aplasta: “Las rebanadas de pan se abultan cuando el relleno en el medio es demasiado”. Esta comparación con los chorros de viento de Júpiter resalta la estabilidad de la tormenta en cuanto a latitud.
Es que, a diferencia de las tormentas oscuras en Neptuno, que se desplazan libremente en latitud, la Gran Mancha Roja de Júpiter permanece fija en una latitud sur específica, atrapada entre dos fuertes corrientes de chorro que la mantienen en su lugar desde que inician las observaciones telescópicas desde la Tierra.
Una de las revelaciones más sorprendentes que surgen de las observaciones del Hubble es que el núcleo interno de la GRS, visible en luz ultravioleta, se vuelve más brillante cuando la tormenta alcanza su mayor tamaño durante el ciclo de oscilación. Este brillo sugiere que hay menos neblina en las capas superiores de la atmósfera en esos momentos, lo que indica cambios dinámicos dentro de la tormenta, explica Simon.
A pesar de su longevidad, la Gran Mancha Roja se reduce en tamaño de manera constante, un proceso que los astrónomos monitorean desde hace más de una década. El equipo del Hubble predice que la GRS continuará encogiéndose hasta alcanzar una forma más pequeña y estable.
“En este momento, la tormenta ocupa más espacio en su banda de latitud en comparación con el campo de viento que la rodea”, señala Simon, quien añade que cuando este fenómeno se contraiga lo suficiente como para caber dentro de esa franja, los vientos de Júpiter la mantendrán firmemente en su lugar.
Los científicos esperan que futuras observaciones del Hubble en alta resolución puedan ayudar a identificar otros parámetros de la atmósfera de Júpiter que expliquen las causas subyacentes de la oscilación de la Gran Mancha Roja.
Estas observaciones no solo arrojan luz sobre la dinámica interna de la tormenta, sino que también proporcionan un contexto más amplio para comprender cómo funcionan las tormentas en otros planetas.
El equipo presentó estos resultados en la 56ª reunión anual de la División de Ciencias Planetarias de la Sociedad Astronómica Americana, en Boise, Idaho. Las investigaciones como esta continúan siendo esenciales para profundizar en la meteorología planetaria y cómo los fenómenos climáticos de cuerpos celestes, como Júpiter, ofrecen información valiosa sobre nuestro propio planeta.