“La bóveda del fin del mundo” recibió un nuevo cargamento de semillas
Una instalación de almacenamiento construida en el norte de Noruega para salvaguardar la diversidad de los cultivos ha recibido recientemente más de 30.000 muestras, en un momento en que crece la preocupación por el cambio climático y la inseguridad alimentaria
La cifra en sí es significativa: es una de las mayores adiciones únicas desde que la bóveda se creó en 2008 (suelen hacerse tres depósitos al año).
“Ahora es más importante que muchos bancos de genes nuevos de partes del mundo en desarrollo están depositando material genético valioso y único”, escribió en un correo electrónico. Algunos, dijo, hicieron sus primeras contribuciones la semana pasada.
Asdal explicó que, en los últimos años, los organizadores de la bóveda han ampliado su alcance: consideran su trabajo como una carrera contrarreloj, sobre todo para llegar a los países en desarrollo o a las comunidades rurales, con el fin de protegerse de la posibilidad de que los bancos de genes sean destruidos por calamidades como inclemencias meteorológicas, conflictos o averías en los equipos.
Como dice Mike Bollinger, director ejecutivo de Seed Savers Exchange, un banco de semillas sin fines de lucro de Estados Unidos: “Si la pierdes, desaparece para siempre”.
El interés en la recolección de semillas, así como el tamaño del último depósito de muestras, refleja “el creciente estrés, la urgencia, la necesidad de actuar en tiempos de cambio climático”, comentó Stefan Schmitz, director ejecutivo de Crop Trust, que gestiona la bóveda de Svalbard junto con el gobierno noruego y NordGen, un centro de investigación genética.
En esta ocasión, 23 bancos de genes hicieron contribuciones, uno de los mayores grupos en hacerlo en una sola ventana desde 2020. Según el recuento de Crop Trust, en el mundo existen más de 1750 bancos de genes.
“Estos depósitos reflejan una conciencia generalizada de que el clima en el que los humanos han prosperado durante los últimos 10.000 años ha desaparecido”, escribió en un correo electrónico Laurie Parsons, académica de Royal Holloway, Universidad de Londres, que estudia el cambio climático.
El fin del mundo, al menos tal y como lo conocemos los humanos, podría no originarse de una sola catástrofe. Los bancos de genes también protegen contra la posibilidad de una desaparición gradual. Y, como sucede con los huevos, es mejor no poner las semillas en la misma cesta.
Entre las amenazas, la crisis climática ocupa un lugar destacado. En 2023, el año más caluroso jamás registrado, unos 2300 millones de personas enfrentaron una inseguridad alimentaria moderada o grave, según la Organización Mundial de la Salud. Los investigadores también han descubierto que más de una tercera parte de las especies arbóreas del mundo corren el riesgo de extinción. Muchas de las nuevas semillas de la bóveda proceden de zonas que sufren inundaciones desastrosas o furiosas olas de calor, lo que dificulta la producción de cultivos.
Las amenazas más inmediatas proceden de los conflictos humanos. Los combates han desplazado a los agricultores y las bombas han arrasado los cultivos.
El primer retiro de la bóveda de Svalbard se hizo en 2015, después de que la guerra civil de Siria devastó un banco de semillas cerca de Alepo. Las muestras recuperadas se enviaron a almacenes de Líbano y Marruecos.
Este año, algunas semillas llegaron de los territorios palestinos ocupados por Israel. A principios del año próximo llegarán más de Sudán, país asolado por el hambre y la guerra civil.
Hay otras preocupaciones. Las semillas no se conservan para siempre. Los cultivos modificados genéticamente, utilizados a menudo en la agricultura industrial, han desplazado a las variedades más antiguas. Esto puede hacer que los cocineros y jardineros locales, que cultivan y utilizan semillas tradicionales, se conviertan en engranajes importantes de la maquinaria de conservación de la diversidad.
Schmitz cree que el futuro de la agricultura resistente al clima podría depender de las semillas que los agricultores han pasado por alto durante décadas. Los 1145 depósitos de Chad, por ejemplo, se han adaptado para resistir un clima extremo. Podrían ser útiles para los investigadores que intentan cultivar plantas resistentes al calor y a las lluvias irregulares.
“La humanidad se olvidó, un poco, de la riqueza, la riqueza de lo que tenemos”, dijo Schmitz.
Svalbard (un archipiélago que también alberga otros registros de la humanidad, como el Archivo Mundial del Ártico, un importante centro de almacenamiento de datos) es clave para la conservación.
Pero el Ártico está cambiando.
El año pasado, las temperaturas aumentaron cuatro veces más rápido que en otras partes del mundo. El deshielo del permafrost provocó una pequeña inundación en la entrada de la bóveda en 2016 (Schmitz comentó que esos problemas se han solucionado desde entonces y el agua de la inundación se acumuló lejos de los almacenes de semillas).
A pesar del aumento de las temperaturas, las semillas deberían estar a salvo en la bóveda protegida de Svalbard, que se mantiene muy por debajo del punto de congelación incluso sin electricidad, señaló Schmitz.
Schmitz reconoció que, aunque no existe la certeza absoluta, “diría que es el lugar más seguro que podríamos encontrar para esta tarea”.