CELTA-REAL MADRID / Modric, el salvavidas
Un pase mágico del croata, aprovechado por Vinicius, dio el triunfo al Madrid en Vigo. Golazo de Mbappé. A un gran Celta solo le faltó acierto en el remate para puntuar.
Del parón FIFA volvió el Madrid con un nuevo dibujo bajo el brazo. Un equipo con dos centrales sanos empezó con tres en Balaídos. Entre Militao y Rüdiger colocó Ancelotti a Tchouameni, que como cortafuegos en el centro del campo ha ofrecido poco en estos años y que más atrás tampoco mejora. Así que la cosa quedó en una especie de 3-4-1-2 que justificaba la presencia de Fran García, lateral más desplegable que Mendy.
Por otro lado, lo que hace un año, por la marcha de Benzema sin que el club fichara un nueve, fue necesidad ha pasado a ser virtud. Por cuarto partido consecutivo Ancelotti se ahorró el tercer punta para devolver a Bellingham a ese puesto de nueve y medio que tan bien le fue el curso anterior. Ancelotti cree que el bienestar del inglés es la clave de un equipo que solo se ha comportado como campeón a tiempo parcial.
También opuso un 3-4-3 el Celta, en su caso poco novedoso. Le ha ido estupendamente a Giráldez con ese formato que de salida se le atragantó al Madrid. En apenas ocho minutos Swedberg se plantó dos veces ante Courtois. Se le fueron las dos. En la primera lanzó fuera en posición ilegal. En la segunda le cazó el belga. El desajuste entre los tres centrales blancos fue evidente. Sin duda, al plan le convienen más ensayos.
A falta de organización, el Madrid tiró de inspiración, concretamente de Mbappé, que llegaba remasterizado tras un par de semanas de puesta a punto, las que le faltaron en verano. Cierto es que la pelota le llegó por error de Fran Beltrán y tras un toque en Camavinga, pero aún quedaba todo por hacer en la jugada. El francés tomó la pelota a 20 metros y mandó un latigazo impresionante a la red de Guaita.
Un supergol que no explicaba el partido, porque el Celta había estado más ordenado y más valiente, con un aire bullicioso en la ida y en la vuelta. Pisó con frecuencia el área, aunque le faltó remate. Sin duda echaba de menos la zurda de Iago Aspas, su proa.
Una posesión sedante
En el Madrid, el paso atrás de Tchouameni seguramente guardaba relación con la poca fiabilidad de Camavinga como organizador. Ofrece movilidad, entusiasmo y vigor, pero es un futbolista poco riguroso para el puesto que ocupa, el más delicado del equipo, ese en el que elegir es la cuestión. Integrarle en el equipo obliga posiblemente a darle la vuelta al esquema.
Con el paso de los minutos, el Madrid fue domando al Celta con posesiones largas, más duraderas que eficaces, con poca urgencia para echarle el telón al partido. Para entonces Tchouameni ya doblaba funciones: tercer central cuando la pelota era del Madrid, centrocampista de cierre cuando recuperaba el Celta.
Del gol de Mbappé al descanso sucedió poco. Y casi todo fue atribuible a Vinicius, primero con un cabezazo que se le marchó alto y después con buen culebreó en la izquierda que abrochó con un mal remate. La importancia de su vértigo es directamente proporcional al desgaste en las piernas de sus rivales.
Y como siempre, Modric
La segunda mitad amaneció como la primera. Un Madrid desajustadísimo atrás y un Celta audaz e intenso. En el cruce de lo uno y lo otro llegó el empate. Mingueza, que está en la Selección por algo, se apuntó la quinta asistencia del curso con su pase dulce a Swedberg, que a la tercera, sin oposición, acertó. La concentración no es el fuerte del Madrid esta temporada.
Los goles cambian el humor de los equipos. Este lo hizo extraordinariamente. El Celta recuperó su dominio desde la emoción y la fiereza y adelantó hasta lo imprudente su presión, alentado por el entusiasmo de Balaídos. El rock era celeste.
Metió entonces Ancelotti a Rodrygo y Modric para darle un orden más natural al equipo. El croata tiene el mejor pie de la plantilla y le dio buen uso pronto. Hundió como un puñal un balón vertical en el área viguesa y el resto fue cosa de Vinicius, que salvó con facilidad a Guaita y marcó el 1-2 a puerta vacía. Modric se antoja imprescindible en cualquier plan de Ancelotti.
El Celta no cayó en el desaliento. Courtois, siempre Courtois, el quitó un gol a Bamba, Mingueza estropeó con el disparo una gran internada y a Douvikas, en el descuento, se le fue inexplicablemente el empate que mereció sobradamente su equipo. Desgraciadamente, en el fútbol no se vive de la buena imagen.