A ver si se dan cuenta de que están en Boca
La gente les cantó a los jugadores tras el empate con Riestra. No son los únicos que parecen no saber dónde están o cuáles son las exigencias del único grande.
En la conclusión de la gente, ese reprobado en el que puede traducirse el cantito (al igual que el "Movete, dejá de joder" con el que se intentó un par de veces bombearle sangre al equipo), hay sin embargo algo que no está contemplado: algunos de esos jugadores quizá se dieron cuenta, efectivamente, de que están en Boca, pero no pueden traspasar la barrera de sus limitaciones. Ellos mismos deben preguntarse por las noches qué carajo hicieron para estar acá. Martegani es un buen ejemplo: ¿a quién se le ocurrió que un tipo al que le quedaba grande San Lorenzo podía jugar en Boca? Figal, Miramón, Belmonte pueden sumarse, el defensor ya con muchas oportunidades desperdiciadas. En el banco había varios más. Que hubiera tantos que se conocieran con los de Riestra, un equipo del ascenso profundo, no es un buen síntoma.
Vayamos a lo obvio. Boca mereció ganar. El arquero rival fue figura. El árbitro no tiene cara (¿cómo va a dar sólo seis minutos si no se jugó nada?). Pero hay un argumento contundente contra todo esto: el rival. Un equipo que no ganó de visitante en lo que va del torneo, penúltimo en esa tabla antes de llegar a La Bombonera por primera vez en su vida. ¿Se entiende entonces dónde se desvanecen los merecimientos de Boca? En la categoría del adversario (o la falta de ella).
Para entender este presente del equipo basta con mirar el medio: de Medina-Equi-Zenón a Belmonte-Miramón-Martegani dan ganas de llorar. Pero de llorar desconsoladamente, sin parar. Las lesiones de Merentiel y Zenón le dieron a Gago, en su debut como local, la chance de armar su esquema preferido: el 4-3-3. Él mismo se dio cuenta antes del entretiempo de que no funcionaba y viró al 4-2-4 desequilibrado que no trajo consecuencias porque (otra vez, sí) el rival no daba la talla. Por qué el técnico cambió la dupla de centrales es algo que no tiene explicación ni justificación. Por lo menos, es insólita la salida de Anselmino para que entre este Figal si se precisan defensores rápidos que cubran espacios enormes.
Como siempre en los últimos tiempos, Boca es un especialista en convertir fiestas en velorios. Todos juegan para Boca, menos Boca. Nadie se acuerda ya del trapo de bienvenida a Gago porque la paciencia se agota. Por más que el DT sostenga que todos empiezan de cero, hay un pasado que influye inevitablemente (a Pol lo silbaron aun cuando fue el mejor en menos de media hora). El club viene de dos años de fracasos, de frustraciones, de broncas. El plantel tiene cada vez menor jerarquía. Pasan los técnicos y el equipo empeora. Es, por supuesto, muy pronto para hacer una evaluación de Gago, pero no le será fácil. Todavía no ganó en los 90 minutos: dos empates y una derrota, dos goles a favor y cinco en contra. Una formación totalmente desequilibrada. Los propios partidos (incluso eliminatorios) usados como banco de pruebas. Y además, la clasificación a la Libertadores 2025 en veremos (y este año no se jugó la Copa). En la tabla del torneo, 15°: si fueran 20 equipos, como queremos todos, estariamos en problemas. ¿En qué te han convertido, Boca querido?
No está mal, entonces, la reacción de la gente. Diría que es hasta tardía, que hace mucho debieron despertarse de este letargo sospechoso en el que la cancha está sumida a fuerza de cachetazos que amedrentan a los plateístas. Boca es un desastre y tiene que empezar a levantarse. Cualquier boludo se nos para de manos y se hace el guapo. Eso no tiene nada que ver con nuestra historia. A quien corresponda: tengo los huevos llenos de este Boca meme. Devuélvanme al Boca de toda la vida. No sólo los jugadores deberían darse cuenta de dónde están.