Tras una increíble definición por penales, Boca eliminó a Talleres y avanzó en la Copa Argentina
Tras una increíble definición por penales, Boca eliminó a Talleres y avanzó en la Copa Argentina
OléTras un 1-1 marcado por el gol que se le debió anular a Brian Aguirre, el Xeneize se impuso en una tanda agónica y está en cuartos de final.
Boca celebra aliviado no tanto el logro de pasar de fase en la Copa Argentina (una obligación más que un mérito), sino porque esquivó una bala mortal, de ésas que desatan tempestades. Al fin de cuentas, pasó por esas cosas del fútbol, por una tanda de penales insólita que pudo ganar una vez (falló Pol) pero que pudo perder dos (definiciones a las nubes de Mantilla y Moyano), y que la terminan definiendo los arqueros pero en su rol de ejecutantes: Brey, el héroe, la colgó de un ángulo y Herrera, el villano, la tiró afuera.
A Boca se le valora el aplomo, el no dejarse caer, en haber insistido a lo largo de un partido parejo, cambiante, por momentos traicionero. Pero no hay méritos por los que golpearse el pecho. Boca no ha podido, en todo el ciclo de Diego Martínez, dejar de ser un equipo de momentos, de ráfagas, de circunstancias. Es un síntoma fatal de su falta de evolución: una señal inequívoca que depende de sus individualidades más que de un funcionamiento colectivo que aparece y desaparece, que no logra instalarse, porque los buenos equipos son los que encuentran una forma y un estilo que le dan un piso alto y estable de rendimiento, y en tal caso los jugadores hacen la diferencia. En Boca es todo lo contrario.
De hecho, empezó mejor que Talleres, dominó pelota y territorio, generó alguna situación (Herrera salvó un gol en contra de Suárez) y el gol de Aguirre (más allá de la torpeza de Merlos de no ver que la pelota se había ido) no le quedaba mal al partido. Pero en el momento en el que tiene que meter el ancla y pisar firme, le entran las dudas y cualquier vientito se lo lleva puesto. Y Talleres, enojado por la mala praxis arbitral, se envalentonó, dejó de mirar el partido para pasar a jugarlo. A favor tuvo que lo empató enseguida: Blanco se durmió en la salida, Botta tuvo un metro y le puso un pase maravilloso a Girotti, que metió un derechazo letal ante un Brey que achicó mal y un Lema que llegó tarde.
En adelante, los dos equipos intercambiaron momentos de dominio y de dudas. Boca sufrió la falta de compañía para Medina, porque Zenón no rindió ni por derecha ni por izquierda y porque a Martegani la camiseta le queda grande. Otra vez, el partido pudo ser de cualquiera, aunque el equipo de Martínez terminó más entero, con una postura más activa, aunque en las situaciones de gol no hubo gran diferencia entre uno y otro. Boca, sí, hizo figura a Herrera, que le sacó un gol al Changuito y otro a Medina, pero no mucho más.
Los penales fueron una moneda al aire. Primero no erraba nadie, después lo pudo definir Pol, y después de Benavídez erraron cuatro seguidos, hasta que Brey tuvo el aplomo que le faltó a Herrera. La descarga emocional de Diego Martínez, que entre llantos y golpes al piso se fue feliz y contento: por ahora nadie lo va a citar a la YPF.