REAL MADRID-BETIS / Por fin, Mbappé
El francés hace los dos goles de un Madrid de menos a más y se marcha ovacionado del Bernabéu. Partidazo de Valverde. El Betis se deshizo en la segunda parte.
Algo se quebró en el Madrid con la marcha de Kroos, para el que no había remiendo ni dentro ni fuera, porque jugadores así hace tiempo que dejaron de fabricarse. En los cinco partidos de la temporada, Ancelotti ha probado ahí a cuatro futbolistas distintos sin demasiado éxito. El último, Ceballos, centrocampista muy al fondo del armario que en la pasada temporada solo fue ocho veces titular y que hasta el último día de mercado anduvo al filo del traspaso. Si el Betis hubiera puesto veinte millones antes del sábado, habría disputado el encuentro a camiseta cambiada. Ceballos es la antítesis de Kroos: prima la conducción sobre el pase, la zancada sobre el toque, el juego en corto sobre el largo. Su alineación pareció más cerca de la desesperación que de la convicción. Tampoco es el hombre. Acabará siéndolo Bellingham por jerarquía y por eliminación.
Pellegrini tampoco ha engrasado aún a un equipo con ocho novedades, algunas muy de última hora. Le faltaron Bartra, Lo Ceso, Isco y Bakambú y no se atrevió de salida con Vitor Roque, ese anti Endrick fallido. Así que por cuarto encuentro, el punta del Betis fue Aitor Ruibal, lateral-extremo que solo jugó como nueve con cierta asiduidad en sus años del filial verdiblanco y del Rayo Majadahonda. El chileno, aun sin muchos de los mejores, se había empapado de los partidos del Madrid este curso, bloqueado en la salida de la pelota si el rival le aplica una presión alta de castigo. Así que empezó el encuentro como todos los anteriores, entregando pronto la pelota, recuperándola tarde y mal y volando en círculo, esperando que el combustible se le acabase antes al adversario. Ese plan le costó dos pinchazos aún humeantes.
Un inicio verdiblanco
El primer capítulo, pues, fue verdiblanco, y si quedó incompleto es porque a un cabezazo de Abde, uno de los revoltosos de la Liga, le faltó un palmo para encontrar la escuadra. El equipo sevillano tuvo más el balón, lo movió mejor y se replegó con orden y concierto en las contadas ocasiones en que el Madrid pudo correr en los primeros veinte minutos.
Sin embargo, el equipo de Ancelotti, escaldado, hizo pie en el encuentro antes que en las últimas ocasiones. Pasado el primer cuarto del partido, en apenas cuatro minutos, se procuró cuatro oportunidades, de Militao, de Valverde y por partida doble de Mbappé, sin efecto práctico y sin demasiada exigencia para Rui Silva.
Cuatro relámpagos en una tormenta seca, porque al Madrid le faltaban continuidad en ataque, compromiso en defensa, fundamentalmente de sus galácticos, y emoción en casi todo lo que hacía. En cierto modo, por momentos parecía haberse cansado de ganar, pecado sin perdón posible para la afición del Bernabéu, la fiscalía más vigilante del campeonato. Y cuando apareció la adrenalina, en la parte final del primer tiempo, se esfumó la precisión, especialmente en el último pase, que nadie fue capaz de dar.
La segunda parte se le complicó al Betis y también a Alberola, que decidió no pitar penalti de Llorente por una de esas manos que tantas veces han sido punibles. Interceptó un centro de Vinicius con el brazo no tan razonablemente alejado del cuerpo. El VAR calló para siempre. Y lo hizo también en un derribo claro de Sabaly a Ceballos en el área. Otra pena máxima ignorada que desquició a Vinicius, a Ancelotti y al Bernabéu. La semana va a ser muy caliente en la televisión del club blanco (que ya señaló a este árbitro en el derbi del Metropolitano de la pasada Liga) y también en la calle, aunque bajara la temperatura al señalar luego otra pena máxima, de Rui Silva a Vinicius, a instancias del VAR (un asistente le señaló un fuera de juego previo del brasileño que no existía).
El taconazo que lo aclaró todo
Sucedió todo con el Madrid ahora sí volcado sobre el área del Betis, con Vinicius en su salsa y Valverde empujando al equipo verdiblanco contra Rui Silva. La embestida tuvo el doble filo de algunas llegadas claras también del Betis, pero el partido ya se ventilaba en la otra área.
Ancelotti quitó a Ceballos, que no había reparado nada, para meter a Brahim, que puso la primera piedra del gol con el que se estrenó Mbappé. Se la dio a Rodrygo, que vadeó el área hasta meterle un pase interior a Valverde, que prolongó de tacón, la maniobra decisiva, para que el francés culminará con la templanza de un gran nueve. Un gol ansiolítico. Para el jugador, para el equipo y para el público. Luego le cedieron el penalti cometido sobre Vinicius y también lo aprovechó. Para entonces ya estaba en el campo Vitor Roque, arrojado a los leones de un partido decidido al que solo le quedaba ya la ovación final a Mbappé, al que Ancelotti reemplazó para fortalecer su comunión con el estadio. Él debe comandar la persecución al supersónico Barça.