REAL MADRID-ALAVÉS / La fiesta acaba en susto
Magnífico primer tiempo de Vinicius y primer gran gol de Mbappé. Un Madrid que mandó durante ochenta minutos terminó encerrado en su área.
Cincuenta y cinco segundos. Vinicius toma la pelota en la izquierda, saca de la jugada a Mouriño de dos zancadas de Balón de Oro, bordea la línea de fondo y le regala el gol a Lucas Vázquez, lateral derecho, único presunto suplente del once, que remata en territorio de ariete. Como Carvajal ante el Espanyol. Dos por dos son nueve en el Madrid. Eso pareció durar un partido en el que el campeón fue al grano casi por primera vez esta temporada (un gol antes del descanso, 17 después hasta este partido), quien sabe si bajo amenaza de Ancelotti, por ahorrar gasto camino del derbi, porque esa mejoría agendada por el italiano para octubre se ha adelantado o, y es lo más probable, porque el mejor Vinicius está de vuelta.
El brasileño es tantas veces un futbolista al margen del rumbo de los acontecimientos. Escora al Madrid a la izquierda como no se recuerda en la historia reciente del club y no necesita del equipo para decidir un partido. Si le acompaña, bien; si no, también. En ocasiones, ni siquiera precisa su banda (le dio el 2-0 a Mbappé en arrancada por el pasillo central, gol anulado por fuera de juego claro). Luis García Plaza aparcó en su zona una especie de doble vigilancia con Mouriño y Novoa que no resultó. A casi nadie le resulta el plan el día que Vinicius decide descamisarse.
Mbappé hace un gol de Mbappé
Lo cierto es que el técnico del Glorioso se guardó buena parte de sus titulares para otra guerra, para su guerra, que volverá el sábado en Getafe. Solo tres de los que le ganaron al Sevilla repitieron. Y enfrente estuvo el mejor Madrid posible, el que jugará el derbi con Carvajal. Y es que Ancelotti anda con pies de plomo, lo que le aconseja esa desventaja con el Barça casi desde la línea de salida, y ha decidido que los partidos se juegan por su orden. En este estuvieron todos los barones con una variante casi inapreciable, el cambio de posición de los centrales: Rüdiger a la derecha, Militao a la izquierda.
El gol, en cualquier caso, le quitó el hambre al Madrid y el partido tomó durante un instante un rumbo equivocado por el criterio de Muñiz Ruiz en el reparto de tarjetas. Sacó dos, a Valverde y Vinicius, por gestos de disconformidad que habitualmente se obvian. El uruguayo se lo tomó como un accidente; el brasileño, como una ofensa; el Bernabéu, como un desafuero. El caso es casi todos se olvidaron del partido.
El Alavés, que no fue el viento del norte de otras ocasiones, siguió sin la pelota y sin peligro, pero comenzó a resistir mejor hasta que Mbappé firmó esa jugada tan suya que el Madrid llevaba esperando desde agosto. Entregó de tacón a Bellingham, se la devolvió el inglés, entró en el área como una centella, sobre la marcha cambió de dirección, la madre del cordero, para dejar fuera de pista a Diarra y fusiló a Sivera. Mbappé marcando un gol de Mbappé. Hasta ahora había sido un rematador compulsivo, más voluntarioso que radiante. Esa jugada le devolvió la solemnidad y acabó con el mal rollo que se había generado entre el público y el colegiado. Aún hubo tiempo antes del descanso para que la gente premiase una recuperación de Valverde, un centrocampista más retráctil que el techo del Bernabéu, tras cincuenta metros de carrera. El sudor siempre se pagó bien en la casa.
Un mal final
Recuperado el buen humor, a la fiesta se fueron subiendo más. El primero, Rodrygo, talento discontinuo, que marcó el tercero con un cambio de ritmo fulgurante, que dejó atrás a Protesoni y un disparo raso que se coló entre las piernas de Sivera. Para entonces el Madrid ya jugaba a placer, con un enemigo entregado que la cabeza en el próximo partido. A eso apuntaron también los cambios de Luis García: una batalla tan perdida no merecía más desgaste. Luego la cosa no fue así.
También el Madrid empezó a jugar el derbi. Ancelotti retiró a Valverde y Rodrygo y metió a Modric y Endrick, cambio doble de ovación cuádruple. A la gente se le han hecho cortos los minutos del ex del Palmeiras, con carrocería de compacto y motor Ferrari. Partidos que se duermen necesitan alicientes así. En la primera pelota arrastró a un Diarra que colgaba de su camiseta sin fuerza suficiente para derribarlo y su disparo, desviado por Pica, se fue al palo. Fue desde la banda derecha, donde le probó Ancelotti. Por ahí quizá tenga más oportunidades. Luego se buscó la roja con un rodillazo extemporáneo a Mouriño. El inflexible Muñiz del principio fue de mantequilla en el final. Y entonces, el volantazo inesperado: Rebbach topó con el poste con una magnífica rosca y marcaron Protesoni, en una acción estupenda cuando ya nada parecía tener importancia, y Kike García, para apretar el marcador de modo insólito. Dos goles que aliviaron al Alavés y afearon el final de un campeón en el que acabó redebutando Vallejo, aclamado por el Bernabéu. De nuevo, faltó un Madrid completo. Hasta ahora llegaba tarde a los partidos. Esta vez se fue demasiado pronto.