Pan para hoy, ¿y mañana qué?
Boca pasó de fase gracias a los penales y está en cuartos, pero volvió a jugar mal y a sufrir. Hay que corregir rápido.
Antonio Serpa, TyC¡Qué manera de sufrir, por favor! ¡Qué innecesario! Injusto para un sábado a la noche, pero la verdad es que el fútbol no es lógico ni justo. De hecho, antes del alivio final, antes del desahogo por la clasificación, los que estuvieron a punto de dejar afuera a Boca fueron Pol Fernández, Medina y Anselmino. Los dos primeros, tal vez los mejores del equipo. El otro, un pibe con un futuro sin techo. Casualmente, los tres están involucrados en pases (uno ya es del Chelsea, los otros dos están definiendo su salida) y quién sabe qué cosas se hubieran dicho si el equipo terminaba eliminado. Que están pensando en otra cosa, que se cuidan las gambas... Es tan habitual escribir -o hablar- en función de los resultados que todos sus méritos habrían quedado en un segundo plano lejano.
Por suerte -o por pericia- Boca sigue en carrera y no hay nada que lamentar. Pero sí mucho que corregir. Martínez, que suele ser autocrítico y sincero en sus declaraciones, la pifia en el análisis del partido cuando dice que Boca fue "ampliamente superior" a Talleres. Primero, porque no fue así, aunque es cierto que contó con algunas chance más allá del gol. Pero también debería tener en cuenta que este Talleres, que acaba de perder a su técnico y que lleva apenas unos días con el Cacique Medina, le jugó el partido de igual a igual a un Boca que tiene ocho meses de trabajo. Tampoco dijo la verdad -o no pareció- cuando le preguntaron por su postura del final, casi un rezo a La Meca, la boca contra el pasto, la cabeza hundida, un puñetazo al piso que fue el cable a tierra, el desahogo, la explosión de la angustia. "Me mareé y me caí, no me pasó nada por la cabeza". No es así, está claro. Para quienes descreen de que se juega el puesto en un día a día -o que está juzgado y sólo se espera el mejor momento para echarlo-, ese gesto habla clarito. Este era uno de esos partidos que condicionan el futuro.
Más allá de la definición dramática por penales, de un empate que pareció justo, las sensaciones que quedan al analizar el partido a la distancia no son buenas. Los lapsos de dominio del equipo son cada vez más cortos (esta vez fue el primer cuarto de hora, hasta el gol de Aguirre, que volvió a jugar bien como extremo), el protagonismo que solía imponer ahora es muy compartido, incluso con rivales menores, y no asoma con nitidez una idea, la identidad del equipo. Boca juega poquito o nada. Es cierto que en Mendoza sufrió bajas considerables, pero también las sufrió Talleres. Y por otra parte, hay ausencias que son repetidas: Romero, Rojo y Cavani, los tipos llamados a hacer la diferencia desde la jerarquía, son frágiles y se lesionan más de lo conveniente. Si a esto le agregamos las convocatorias a selecciones, las próximas salidas (Pol y Medina) y un recambio que no parece estar a la altura, el panorama no da para festejar mucho más allá de hoy. Lo del recambio no es una opinión, o si lo es, está basada en hechos: Martínez casi nunca agota los cambios. Contra Talleres sólo metió dos, y los que entraron son pibes del club, Zeballos y Saralegui. Es cierto, hubo varios nuevos que jugaron: Martegani -es un decir, jugar es otra cosa-, Giménez, Aguirre, Barinaga. Pero Belmonte y Miramón, pese a que se notaba claramente que el equipo estaba perdiendo el medio y le faltaba recuperación, no parecen opciones del agrado del técnico. O no están preparados para asumir la responsabilidad.
Más allá de que venía de perder las últimas dos definiciones, Boca tiene un pacto con los penales. Suelen ser sus aliados. Pasan los años, pasan los arqueros, y casi siempre se las ingenia para salir bien parado. Aun en circunstancias infartantes como las de la noche mendocina. Esta vez Brey, que desvió uno y estuvo cerca en dos más, le agregó a ese pacto con el diablo su participación como pateador. Y la colgó de un ángulo, mientras Herrera no soportó la presión y la tiró afuera. Bien por el pibe, que está en sus primeros partidos. Le hace bien al ego, a la confianza. ¿Es suficiente? No, claro que no. Esto de pasar por penales en estas circunstancias es apenas pan para hoy. Y no tiene demasiado sentido meterse con las polémicas: ni con la pelota afuera en el gol ni en el error también grosero de cobrarle un offside inexistente al Chango en una jugada que terminaba en un mano a mano.
Boca sigue adelante y es mejor construir desde los triunfos, siempre que no confundan. Este nos da la posibilidad de seguir adelante en la Copa Argentina, un objetivo, pero también enciende las alarmas de cara a Racing y River, los próximos rivales. No podemos jugar así porque en algún momento vamos a tener otro disgusto. Y no es la idea. Hay que ganar los títulos que quedan (al menos uno), clasificar a la Libertadores, enderezar este rumbo errático. Si no, será otro año perdido.