Los vínculos políticos entre Biden y Netanyahu quedaron dañados por la ofensiva de Israel contra Hezbollah

Pese a conocerlo desde hace cuatro décadas, el premier israelí decidió ejecutar su plan de batalla en El Líbano sin informar al presidente de los Estados Unidos, que todavía propone un cese del fuego por 21 días

Román Lejtman, Infobae

(Desde Washington, Estados Unidos) La relación política y personal entre Joe Biden y Benjamín Netanyahu quedó maltrecha por el plan de batalla desplegado por Israel para aniquilar al grupo terrorista Hezbollah que opera desde El Líbano. Mientras Biden proponía un cese del fuego de 21 días para evitar un conflicto total en Medio Oriente, Netanyahu ordenaba asesinar al líder fundamentalista Hassan Nasrallah con un bombardeo de 50 bombas de 1.000 kilos que destruyeron el bunker de Hezbollah en las afueras de Beirut.


La tensión entre el presidente de los Estados Unidos y el premier israelí se apoya en dos hechos clave: Jerusalem había avalado las negociaciones para avanzar hacia una tregua y recién informó sobre el ataque contra Nasrallah cuando los aviones estaban a pocos minutos de Beirut.

La Casa Blanca siempre apoyará a Israel en Medio Oriente, pero Biden y sus asesores de confianza tienen un fuerte resentimiento contra Netanyahu, que oye las propuestas de la administración demócrata y después se ciñe a su propia estrategia política.

Hace siete días, el gabinete de guerra de Israel aprobó la operación contra Nasrallah. Sólo faltaba comprobar su presencia en el bunker, y con esa información de inteligencia, Netanyahu debía dar la orden formal a las Fuerzas de Defensa de Israel.

Veinticuatro horas más tarde, Jake Sullivan -consejero de Seguridad Nacional de Biden- informa a Ron Dermer -ministro de Asuntos Estratégicos de Israel- que Estados Unidos, Francia, Canadá, Reino Unido, Qatar y Arabia Saudita redactan una propuesta de cese del fuego por 21 días.

El ministro Dermer le contestó al consejero Sullivan que Netanyahu estaba de acuerdo para evitar una guerra total en Medio Oriente.

A la par, el Emirato de Qatar inició conversaciones con representantes de Irán, Hezbollah y El Líbano. Los terroristas chiitas y Teherán querían desescalar el conflicto regional y aceptaron la propuesta. Pero exigieron una condición: Netanyahu debía anunciar que respaldaba la iniciativa empujada por Biden y Emmanuel Macron.

La condición no fue cumplida, y Netanyahu dobló la apuesta.

A través de un comunicado de prensa, la Oficina del Primer Ministro aseguró que se continuaría golpeando a Hezbollah para terminar con el éxodo de miles de israelíes que habían abandonado sus casas en el norte del país -frontera con Líbano- por los constantes ataques aéreos de la organización terrorista financiada por Irán.

El bunker de Hezbollah bombardeado por Israel que causó la muerte del líder terrorista Sayyed Hassan Nasrallah
El bunker de Hezbollah bombardeado por Israel que causó la muerte del líder terrorista Sayyed Hassan Nasrallah

Ese comunicado de prensa encendió las alarmas en Washington. Y a partir de allí se sucedieron las comunicaciones entre Amos Hochstein -consejero de Biden para El Líbano-, Brett McGurk -enviado de la Casa Blanca a Medio Oriente-, el ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant, y su colega de Asuntos Estratégicos, Ron Dermer.

En ningún momento de esa semana -martes 24, miércoles 25 y jueves 26 de octubre-, Gallant y Dermer informaron a Hochstein y McGurk acerca del plan para asesinar a Nasrallah. Fue una decisión de Netanyahu, que dejó a oscuras al Salón Oval.

Netanyahu llegó a New York desde Tel Aviv y habilitó al ministro Dermer para que continuara negociando con los enviados de Biden. Hubo reuniones bajo el paraguas de la ONU con Hochstein y McGurk, a la espera del discurso del premier israelí en la Asamblea General. Biden y sus asesores pensaron que Netanyahu, en el foro multilateral, daría una señal pública de su respaldo a la tregua de 21 días.

Al contrario: cuando terminó su discurso en Naciones Unidas, Netanyahu llamó desde un celular encriptado para ejecutar la operación “Nuevo Orden”. Es decir: volar el bunker de Hezbollah en Beirut y asesinar al líder terrorista Nasrallah.

Cuando los aviones israelíes -vendidos por Estados Unidos- se acercaban al blanco, el ministro Gallant se comunicó con su colega Lloyd Austin, el director de la CIA, Bill Burns, y el comandante general Michael Kurilla para adelantar la información clasificada.

Fue un gesto de cortesía diplomática. Israel había decidido la operación sin consultar a la Casa Blanca, que todavía insistía con la tregua de 21 días para evitar una guerra total en Medio Oriente.

Lloyd Austin y Yoav Gallant durante una reunión oficial en el Pentágono, (Washington, Estados Unidos)
Lloyd Austin y Yoav Gallant durante una reunión oficial en el Pentágono, (Washington, Estados Unidos)

La relación entre Biden y Netanyahu quedó dañada, pero hay un compromiso geopolítico de Estados Unidos con Israel. En este sentido, Gallant solicitó a Austin que la Casa Blanca haga los esfuerzos necesarios para contener la réplica de Irán. El jefe del Pentágono respondió que Estados Unidos siempre apoyara a Israel, aunque no fluya la información clasificada como exige el Salón Oval.

Esa prevención de Austin encierra una sutil advertencia. El Consejo de Seguridad Nacional, la CIA y el Pentágono asumen que Netanyahu prepara una invasión al Líbano para completar su operación “Nuevo Orden”. Y la Casa Blanca rechaza esa decisión estratégica que puede involucrar directamente a Irán en una guerra inédita para Medio Oriente.

“Nuestras fuerzas están en alerta máxima, nuestra inteligencia está activa”, señaló ayer Nadav Shoshani, portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI.

-¿Están listos para una escalada más amplia?-, le preguntaron en una conferencia de prensa.

-Sí.


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