La responsabilidad de China en la crisis del fentanilo
Cuando la relación bilateral con EEUU entra en crisis, la cooperación de Beijing se frena
Fue el caso con la visita de la entonces presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, a Taiwán, en 2022. El régimen de Xi Jinping lo vio como un desafío al statu quo en el Estrecho de Taiwán y decidió poner fin a sus acuerdos antidrogas con Washington. Llama la atención, y cuestiona su rol como una potencia internacional responsable, que Pekín vincule su cooperación en un asunto humanitario a su agenda geopolítica. Con cada represalia china se fomenta la aparición de nuevos “zombies” en las calles de EEUU y Canadá.
Según estimaciones del Departamento de Estado de EEUU, en el año 2014 había en el país asiático unas 160.000 empresas químicas que operaban tanto legal como ilegalmente. En la llamada web oscura abunda la venta de precursores desde China. Por ejemplo, la organización InSight Crime logró comunicarse con varios vendedores; algunos explicaron los métodos para hacer envíos a México y a otros países sin hacerse responsables si el material quedaba incautado. Otros dieron instrucciones sobre cómo fabricar fentanilo para, con ello, completar esta “ruta de la seda sintética”, como se titula en la investigación.
Según Vanda Felbab-Brown, experta en redes criminales internacionales, la cúpula comunista china “rara vez actúa contra las altas esferas de grandes y poderosos sindicatos criminales chinos, a menos que contradigan específicamente los intereses del gobierno chino”. Estos grupos criminales “cultivan capital político con las autoridades y funcionarios gubernamentales en el extranjero promoviendo también los intereses políticos, estratégicos y económicos de China”.
En consecuencia, este negocio multimillonario no sólo sigue en pleno funcionamiento, sino que –además– se ha detectado que el dinero negro que obtienen los carteles mexicanos por la venta de fentanilo (y otras drogas) se blanquea a través de las estructuras del sistema bancario clandestino chino (underground banks, en inglés). De este modo, el dinero en efectivo no cruza fronteras, complicando la lucha contra este tráfico ilegal. Y haciendo imparable el negocio.
China es así el punto de partida y México la vía para la proliferación del fentanilo. Ya que Pekín podría hacer mucho más, es inevitable hacer la conexión de la actual crisis con la guerra del Opio entre China y el imperio británico. Sociedades enteras se volvieron adictas. El Imperio Qing, al querer restringir su importación, entró en un conflicto armado que perdió y por el que terminó cediendo Hong Kong, abriendo puertos para que entrara “la influencia occidental” y pagando una enorme indemnización. Es una herida aún abierta.
No sería justo asegurar que la crisis del fentanilo resulta conveniente para Xi Jinping. Pero se enmarca perfectamente en el concepto de guerra asimétrica que, en esencia, implica la saturación de los recursos del enemigo para quebrarlo desde dentro. China, la segunda potencia económica mundial, busca desplazar a EEUU para sentar las bases de un “mundo multipolar” no necesariamente más multilateral pero sí más favorable a sus intereses. Una crisis de salud pública que fracture a su principal rival geopolítico encajaría sin duda en esta estrategia. Si no es el caso, cabe preguntarse: ¿por qué no toma Xi Jinping cartas en el asunto?