La leyenda continúa: el River de Gallardo, a semifinales de la Libertadores
La leyenda continúa: el River de Gallardo, a semifinales de la Libertadores
Mariano Murphy, OléCuando alguien pregunte qué es el Gallardismo será cuestión de mostrar esas tribunas del Monumental: porque además de mentalidad ganadora, carácter, personalidad, claridad en el mensaje, convicción, ambición, determinación, amargar a Boca, el promover pibes, el ser intensos hasta en los fútbol-tenis de los entrenamientos, la guardia alta, el que la gente crea, cierto tic de llevarse una mano a la nariz, sobre todo en la Bombonera (tal vez algún ácaro, quizás el pólen de ese césped), el Gallardismo decíamos es, sobre todo, hacer feliz esas tribunas de un Monumental que no para de moverse para acá y moverse para allá. En resumidas cuentas, el Gallardismo es cumplirle los sueños al hincha de River.
Porque Gallardo, su River, se carga a Boca en la Bombonera con suplentes y después a Colo Colo en el Monumental. En fila. Una brochette de emociones. Fuertes. Fuertísimas. En no más de 72 horas (dos jornadas de laburo en la oficina, tal vez una ida al chino, una visita al gym, dos buscadas a los pibes del cole), en apenas ese lapso, River volvió a ser River.
Y se cargó este martes a un Colo Colo de Jorge Almirón que juega bien, tiene buen pie y buenas sociedades (lo demostró hace una semana en Chile), pero que además de no volver a jugar en Buenos Aires como en Santiago tuvo una falla garrafal: intentó llevar estos cuartos de final a un terreno de River-Boca. Se sabe: Arturo Vidal boqueó, picanteó, habló de cantidad de títulos, posó con la camiseta de ya sabemos quién y hasta se convirtió en streamer del superclásico, comentándolo, analizándolo y lamentándose por la derrota. No fue todo: Almirón esperó que River sufriera en la Bombonera... Grueso error de ambos. Este es el equipo de Marcelo Daniel Gallardo y se sabe que si algo ha cambiado el Muñeco es justamente esa ecuación...
Hace falta mucho más que boquearla y picantearla; mucho más que pierna fuerte y jugarla de guapo; mucho más que chamuyo y escupitajos para llevarse por delante a este equipo. Un equipo que se planta, un equipo al que no le sobra demasiado, es la realidad, pero que tiene eso que no es fácil de consiguir: carácter, personalidad e inteligencia.
Este River da la cara: puede jugar mejor o peor, pero se planta. Con Pezzella y el Huevo Acuña (cuando River lo repatrió no estaba citado y hoy tiene otra vez nivel de Scaloneta) como pilares del fondo, con Kranevitter entendiendo cuándo hay que presionar y cuándo no, con Simón cada vez mejor (gran asistencia a Colidio en el gol), con Colidio, justamente, poniendo fútbol y aguante y bancándose la parada otra vez en la Copa como en La Boca.
En el segundo tiempo River casi no llegó porque casi no se jugó. El partido se plantó en la fricción y ahí River otra vez dijo presente. No le escatimó a la piernita fuerte. Un caso aparte es el de Miguel Borja: desconectado, en otra sintonía, con ritmo cadencioso, como si jugara con botines Nike “Sleep”. De hecho, por momentos River apostó al pelotazo (Colo Colo presionaba alto) y el Colibrí no aguantó ninguna. Lo comieron siempre, lo anticiparon. Bareiro entró y con ganas y un par de corridas se ganó los aplausos del Monumental.
Ahí está River. Feliz, Dejó al rival de toda la vida convulsionado, aturdido, perdido, muy complicado. Y está en semifinales. Otra vez, sí, tras cuatro años. Y con Gallardo, alguien que de esto sabe un poco.
Porque solo él, su aura, su laburo, su magia, su impronta, pudo levantar a un equipo que hace cuánto, casi dos meses, deambulaba entre el desencanto y el descreimiento. El Muñeco levantó niveles (se vio en la Bombonera con Enzo Díaz, Fonseca, Lanzini, Pirez que ayer mismo fue uno de los pilares), estiró al plantel e hizo lo más importante: que la gente crea.