La cancha te silbó a vos también, Román
Clima espeso en la Bombonera, que despidió a los jugadores con silbidos que La Doce quiso tapar. Fin de ciclo para varios: Martínez, Romero, Rojo...
Antonio Serpa, TyCSi Boca todavía se considera un club serio, y no una sociedad de fomento que festeja titulitos en voley en hockey, lo que pasó en la Bombonera debería tener consecuencias. Consecuencias pesadas, acordes a la historia, a un nombre. Martínez no debe dirigir más a Boca. A Romero hay que rescindirle el contrato y no pagarle un peso. Rojo no tiene que jugar nunca más. A Cavani hay que agradecerle lo que hizo, hacerle una despedida sencilla (sin partido, porque ya no puede jugar) y sacarle pasajes en Buquebus. Y después de todo eso, hacer un mea culpa y aceptar que el plantel es un desastre y que se necesita un cambio de rumbo urgente. Es difícil, está claro, porque lo que no va a cambiar es la cabeza, y es una cabeza soberbia, empoderada por el amor ciego de muchos hinchas, que se cree por encima del propio club. Pero este Boca no va más.
Esta debería haber sido la última función de un modelo acabado, de un ciclo que hace rato es incapaz de darnos una alegría. Porque no es sólo la derrota con River. Es, mucho antes que eso, no clasificarse a la Copa Libertadores y estar por ahora fuera de la zona que da el pase a la 2025, no pasar de octavos en la Sudamericana (la B de Sudamérica), quedar eliminado en Copa de la Liga, navegar en la Liga a años luz del puntero y con muchísimos equipos encima. Incluso Riestra. ¿Qué es necesario para tomar una determinación? ¿Que el equipo pierda dos clásicos en partidos consecutivos? Ya pasó. ¿Que los jugadores no banquen en la cancha al técnico? Es exactamente lo que sucedió en el primer tiempo: perdimos todas las divididas, las segundas pelotas, nos superaban en intensidad. ¿Que después de nueve meses, un parto, no sepamos a qué se juega y hacia dónde vamos? Es la radiografía de esta actualidad. ¿Que los hinchas silben o puteen a los jugadores supuestamente más emblemáticos? Bueno, pasó con Pol otra vez, en menor medida con Rojo y lo de Romero es un escándalo sin vuelta atrás, que debería sacarlo para siempre de Boca más allá de otro error en el gol de River. ¿Qué más tiene que pasar? ¿Que traigas refuerzos de tres o cuatro palos y te encomiendes al pibe Milton Delgado? Increíble, pero real (Martegani y Belmonte ni asomaron la nariz). ¿Que venga a tu casa tu peor enemigo y te gane con suplentes? Tachalo, era Gallardo nomás el que estaba en el banco y el que se fue apretando los puños.
Es demasiado, muchachos, demasiados errores juntos. De los dirigentes, del técnico, de los jugadores. Es una vergüenza lo que está pasando. Que Martínez cometa dos veces el mismo error en el armado del equipo (Miramón de 8) no se arregla con sacar al volante en el entretiempo para poner a Zeballos. Que se quede en el banco el pibe de los 25 millones de dólares y que en cambio juegue este luchador amateur patético en el que se ha convertido Rojo, que una vez más hizo todo para que lo echaran y encima salió por lesión -¡¡otra!!- y no por la roja, es una risa. Que te encomiendes a tus referentes y que sólo uno termine el partido es como para presentar la renuncia. Repasemos: Advíncula y Rojo venían de lesiones y salieron lesionados, a Pol Fernández lo cambiaron luego de su milésima cagada, Cavani era un holograma y lo sacaron para poner un jugador en actividad, Lema vio la roja al final y a Romero le hicieron una contravención por pelearse con la gente. No se sabe si el arquero sacó alguna mano allí, durante los 90 seguro que no lo hizo y le dejó servido a Lanzini el rebote para el 1-0 con el que al final perdimos.
Escuchar en la conferencia de Martínez que todavía tiene "fuerzas para seguir" es entendible. Llegó al lugar que soñó toda la vida sin merecerlo y no lo va a largar así nomás: es poco probable que vuelva. Escucharle decir que Boca "mereció el empate" es difícil de digerir, porque en general el tipo dice la verdad, cuenta lo que ve, analiza sesudamente los partidos. Hasta los 62', Boca no había pateado al arco, y lo que hizo Zenón fue una masita que no inquietó a Armani. La otra jugada de riesgo fue el gol anulado a Giménez por una mano que la semana pasada no le cobraron a Borja, y eso por supuesto rompe las pelotas por la disparidad de criterio. Pero de ningún modo justifica el desastroso superclásico que jugó Boca, indigno de su camiseta. Más allá del gol de Lanzini, Romero tapó mano a mano a Colidio cuando definió por arriba -pifia de Rojo-, luego se invirtieron los papeles y fue el defensor quién salvó al arquero tras una pifia insólita con el pie y más tarde Lema y Blanco cerraron justo a un Borja lento que no supo resolver dentro del área. No, no parece un clásico muy parejo, por más que Martínez nos lo haya querido vender así. Él fue el primero que no estuvo a la altura, vencido, preocupado, caliente. A su equipo le cantaron varias veces el "movete, Xeneize, movete" y lo despidieron con silbidos tapados a medias por La Doce, oficialista de todos los oficialismos.
Esto debería terminar acá. Si Martínez quiere "lo mejor para Boca" debería irse. Pero es difícil, y quizá lo lleven a tener una conversación amigable en alguna estación de combustible barata (no amerita YPF). ¿Es la solución? No, pero alguien tiene que pagar este desastre, y el DT, al que algunos irrespetuosos osaron comparar con Guillermo viene de error en error. El equipo es un geriátrico descontrolado en el que uno se cae, el otro se mea, hay tipos perdidos en un limbo, y están quienes sufren los dolores de la vida. Mientras Gallardo ponía a Pezzella, Acuña, Nacho Fernández y Borja, nosotros respondíamos con el Colo Barinaga, el pibe Milton... Patético. Hay que limpiar y arrancar de cero, tratar de mantenerse con vida en la Copa Argentina, hacer un mercado serio y refundar este plantel.
Ojalá Riquelme escuche, ojalá se de cuenta de que los que realmente quieren a Boca son los que están preocupados, los que silban, no los fantoches que le dicen todo que sí. Los silbidos a Pol y a Rojo son mucho más que eso: son silbidos para vos, Román. Sólo se trata de saber escuchar. A los hinchas de verdad y a los socios. ¿O no es de ellos el club?