El prófugo uruguayo Sebastián Marset lavó dinero del narcotráfico para jugar al fútbol: su plan para ser el “nuevo Beckham”
Primero utilizó al Deportivo Capiatá como pantalla para sus negocios y satisfacer sus deseos. Luego, repitió el esquema en Bolivia. “Todos los jugadores me rodearon suplicando que no lo sacara”, contó un DT, confirmando que lavaba dinero para que le permitieran actuar
“Me preguntaba constantemente: ‘¿Quién es este tipo?’, afirmó Jorge Núñez, el entrenador de Capiatá en aquel entonces. Un día, tras su pobre rendimiento en el campo de juego intentó dejarlo en el banco de suplentes. “Todos los jugadores me rodearon suplicando que no lo sacara”, expresó el DT sobre el peso que tenía Marset el vestuario. Y no era para menos. El traficante había comprado su lugar en el plantel y le pagaba el sueldo y miles de dólares de más al resto de los futbolistas y empleados del equipo. En lugar de esconder entre las sombras su imperio de cocaína que tenía redes por toda Latinoamérica y Europa Occidental, encontró su la mejor pantalla de su negocio en el mundo del fútbol.
“Siempre soñó con ser futbolista”, declaró su abogado en Uruguay. Mientras satisfacía el anhelo que tuvo desde pequeño, Sebastián gambeteaba a la ley utilizando los miles de contratos y la burocracia sin investigar que rodea al deporte más popular en el planeta y que mueve los hilos de la economía en Sudamérica. Marset comenzó a invertir su poderío en Deportivo Capiatá, con la salvedad de que tenía que jugar en el equipo profesional a como diera lugar. A pesar de mejorar sus instalaciones con su fortuna, el cuadro paraguayo terminó descendiendo a la tercera división de la AFP y el traficante quedó marcado por un penal errado que “tiró cinco metros por encima del travesaño”.
El número 10 se mostraba despreocupado y disfrutando de su vida como futbolista profesional en los entrenamientos y en los partidos, hasta que un día se esfumó del conjunto de Asunción y ningún compañero volvió a escuchar de él. Después de exhaustivas búsquedas de las fuerzas de Paraguay, Uruguay, Bolivia, Brasil, Italia y Estados Unidos, golpearon por primera vez la pirámide delictiva de Marset, aunque no mucho.
El narcotraficante redobló la apuesta y, sin conformarse con haber jugado en Paraguay, apostó a asentarse en el fútbol boliviano. Con una estrategia similar como la que aplicó con Deportivo Capiatá, el capo de la droga compró a Los Leones El Torno FC en el año 2023, un equipo que disputaba la liga del departamento de Santa Cruz. En esta ocasión no optó por el dorsal diez, sino que eligió el 23 en honor a su ídolo futbolístico de la infancia: David Beckham.
Su travesía no duró mucho en dicho equipo, ya que “El Rey de Sur” -el sobrenombre que le dieron como narcotraficante- volvió a desaparecer y el equipo boliviano sufrió las consecuencias. “Se tomó la determinación de suspender a este club por mala inclusión y legalidad de sus futbolistas. El Consejo Central es responsable de suspender a un miembro que incumpla sus obligaciones derivadas de los estatutos y otros reglamentos de la FIFA”, informó el presidente de la Asociación Cruceña de Fútbol (ACF), Noel Montaño.
Las tristes aventuras de Sebastián Marset dejaron en evidencia al fútbol sudamericano y unieron en su vida el camino de sus grandes ídolos: Beckham y Pablo Escobar. Se convirtió en el primer gran narcotraficante que utilizó su estatus y su riqueza no sólo para financiar equipos profesionales, sino también para jugar en ellos. “Este tipo va a ser un gran problema para nosotros algún día”, declaró el primer policía que lo detuvo cuando apenas tenía 18 años. Ahora, después de forjar un imperio de droga por América y Europa y de hacer sido futbolista profesional en Paraguay y Bolivia, sigue en libertad a pesar de ser uno de los hombres más buscados en todo el mundo.