El espejismo chino en Centroamérica
Desde 2017, los países centroamericanos han intensificado sus lazos con China, enfrentando promesas de beneficios que contrastan con un creciente déficit comercial y proyectos fallidos
Los acercamientos de las naciones centroamericanas y la República Popular China (RPC) estuvieron rodeadas de narrativas grandilocuentes diseminadas por funcionarios y aparatos de propaganda de ambas partes, que aluden continuamente a fantasiosas oportunidades y beneficios, con regalos simbólicos que van desde estadios hasta parques de diversión.
Estas relaciones entre los países centroamericanos y la República Popular China han dejado en pocos años un enorme déficit comercial, proyectos fallidos y una marcada falta de transparencia en las relaciones de la RPC con élites corruptas de países con líderes autoritarios.
Aunque las exportaciones de Centroamérica a China pasaron de USD 112.04 millones en 2003 a USD 1.777.54 millones en 2022, las importaciones incrementaron de USD 502,98 millones a USD 14,552.81 millones entre las mismas fechas, multiplicándose 28.93 veces.
El déficit comercial entre la RPC y Centroamérica se multiplicó 32.68 veces, según datos de la Secretaría de Integración Económica Centroamericana (SIECA). A esto se suman trabas para el acceso de productos propios de una región poco tecnificada y agropecuaria. Si no hay minerales o infraestructuras estratégicas, China no parece estar interesada en comprarle a Centroamérica.
La impronta global de China como factoría de bienes estaría induciendo a la región a la reprimarización de su economía, desplazando a la vez a sus productores de mercados locales e internacionales, como Estados Unidos y Europa.
Para Centroamérica, esto acentúa su dependencia externa al aumentar su exposición a la volatilidad de precios que experimentan las materias primas, de las que se obtienen menores e imprevisibles ganancias en comparación con los bienes manufacturados.
Por otra parte, las inversiones son escasas, controladas por empresas y trabajadores chinos, en países con altas tasas de subempleo, bajo modalidades de préstamo que terminarán muy probablemente en el impago.
Bajo este modus operandi, Nicaragua, país inestable y bajo una dictadura con un futuro incierto, acumula más de 600 millones de dólares en deudas con RPC desde que rompió con Taiwán en diciembre de 2021. Para la economía más pobre de la región, esto es el 5% de su PIB.
Además, la Inversión Extranjera Directa (IED) china en Centroamérica apenas fue de 0.34% del total recibido por la región entre 2000 y 2016; y de 2010 a 2021, según Consejo Monetario Centroamericano, apenas representó el 0.30% del total percibido en el periodo.
El monitor de flujos de salida de IED 2023 (u OFDI, por sus siglas en inglés) de China en América Latina y el Caribe, encontró que de 600 inversiones registradas (USD 184.62 mil millones) que entidades chinas realizaron en América Latina y el Caribe, entre 2000 y 2022, tan solo 17 (USD 1,505.2 millones) fueron en Centroamérica.
Pese a lo reducido de las inversiones, éstas han estado plagadas de irregularidades, como en Costa Rica, donde no construyeron una refinería y tampoco se termina, después de una década, una carretera que une la capital San José con el Caribe.
En lo político y diplomático, el gobierno chino se presenta como una potencia sin pretensiones hegemónicas, cooperativa y promotora de la paz internacional y un nuevo orden mundial multipolar. Además, dice ser un socio comercial que no impone condiciones y aduce ser un actor internacional responsable y confiable. Sin embargo, como cualquier otra nación, China moviliza su política exterior guiada por sus intereses estratégicos que para Centroamérica se relacionan con sacar a Taiwán de la región.
Centroamérica interesaba a China porque en esta región, hasta no hace muchos años, Taiwán tenía reconocimiento y apoyo internacional. Pero eso ya cambió. Lo que queda es el sostén de proyectos autoritarios como en Nicaragua, El Salvador y Honduras, lo cual representa un riesgo no sólo para la estabilidad democrática y económica de la región, también del hemisferio.
Nicaragua ha buscado un respaldo para eludir las normas internacionales en términos de prácticas democráticas y de derechos humanos, mientras El Salvador y Honduras sienten respaldo a sus entornos populistas.
Los riesgos para las débiles democracias incrementan por la debilidad institucional de Nicaragua, Honduras y El Salvador, que son aprovechados por China para lograr acuerdos que permitan las inversiones. Estas se dan en términos de confidencialidad y con tasas de interés onerosas que sólo favorecen a grupos de interés ligados a los círculos corruptos del poder.
Respecto a la cooperación de China con Centroamérica, sus resultados pueden ser considerados mixtos. Si bien, con el auspicio chino han podido impulsar diversas obras, especialmente de infraestructuras que suelen ser muy publicitadas, lo cierto es que dicha cooperación se hace en términos opacos, incluso llegan a contradecir las narrativas oficialistas de no condicionalidad de la cooperación china, como destaca el presidente salvadoreño Nayib Bukele.
También la formulación de proyectos financiados por China es cuestionable. Los criterios técnicos tras ellos y su ejecución se llevan a cabo sin la posibilidad de ser auditados por las instituciones públicas, la prensa independiente y la sociedad civil.
Desde el medio digital Expediente Público se ha documentado la presencia de una diversidad de empresas chinas con antecedentes notables de corrupción y malas prácticas en otros países latinoamericanos y África.
Además, este medio ha comenzado a documentar operaciones del partido comunista chino sobre la gobernanza regional. Dichas relaciones se han caracterizado por condicionar la política exterior centroamericana a sus intereses.
China fomenta relaciones bilaterales opacas y utiliza su aparato de propaganda para promover la desinformación en beneficio de sus objetivos estratégicos en la región.
Los argumentos anteriores, lejos de sugerir una ruptura con China, propugnan la urgente necesidad de analizar y replantearse las relaciones sino-centroamericana desde el pragmatismo de la realpolitik. Este replanteamiento podría garantizar mejores resultados que los conseguidos hasta ahora para la región.
Para ello es condición sine qua non reconocer que China es una potencia que persigue intereses estratégicos y que, para alcanzarlos, no dudará en hacer uso de herramientas diplomáticas, económicas, mediáticas. Muchas de estas herramientas, sin duda, chocarán con los intereses de sus propios aliados.
Estos aspectos son analizados con mayor profundidad en el reciente trabajo de Expediente Abierto, titulado China en Centroamérica: Estrategias, Influencia y Operaciones en el Siglo XXI.
Este estudio ofrece una visión integral de los intereses, estrategias y operaciones de China en Centroamérica, examinando su influencia perniciosa en materia económica, de cooperación y de gobernanza de la región, también sugiere alternativas a la sociedad civil, cooperantes, empresarios y gobiernos para un mejor futuro de estas relaciones.