¿Se puede medir la felicidad? Qué dicen los expertos y recomendaciones para impulsarla
Relevar este estado de ánimo puede ser contraproducente para algunas personas, ya que genera expectativas e ideales difíciles de alcanzar. Cómo puede impactar en la salud mental, por qué se trata de un esfuerzo que conlleva hábitos y no un objetivo puntual
Para comprender y evaluarla, se han desarrollado diversos métodos, como test y cuestionarios, que intentan medir el nivel de felicidad de una persona. Aunque estos instrumentos pueden ofrecer una visión general, queda por determinar si realmente aportan beneficios tangibles a quienes los utilizan.
En diálogo con Infobae, el psicólogo Sebastián Ibarzábal, miembro de la Asociación Argentina de Psiquiatras (AAP) y de la Asociación de Psiquiatras de Argentina (APSA), apuntó: “Existen diversas mediciones que hoy se desarrollan y se implementan para medir la felicidad de una sociedad y de las personas. Eso tiene que ver con diferentes definiciones y diagnósticos, como preguntarse: ¿la felicidad son aquellas sociedades en las cuales las personas tienen una alta expectativa de vida, pueden vivir libremente, se pueden expresar libremente, etcétera? Entonces, se toma eso como un indicador”.
No obstante, para Ibarzábal existe una dificultad en medir la felicidad, la cual “radica en ser precisos y poder articular eso con la percepción subjetiva de cada persona. Por eso es difícil medir acertadamente la felicidad, porque para cada persona puede significar algo diferente. Además, cuando uno quiere medir los estados de cómo se siente, también es complicado, porque esos estados son muy fluctuantes y es difícil que las mismas personas puedan ser precisas al respecto”.
“Hay personas que suelen decir que quieren ser felices, pero en realidad, no tienen claro qué es lo que quieren hacer y qué significa para ellas eso. Mientras más abstracto es el concepto, más difícil es su acceso, porque se transforma en un ideal completamente inalcanzable y uno tampoco tiene claro qué es. Si eso se perpetúa, nunca llegamos y nunca tenemos acceso a eso, lo que claramente puede generar sensaciones negativas de displacer, de disconfort e incluso de tristeza”, advirtió el psicólogo.
En tanto, Hugo Sánchez, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM, explicó en otro artículo que la felicidad se define como la sensación de creer y tener esperanza en un futuro favorable, en que “las cosas” estarán bien. Este estado implica sentirse animado y percibir que las relaciones personales marchan de manera positiva. El problema surge, de acuerdo al experto, cuando creemos que debe impregnar toda nuestra vida. En realidad, es necesario experimentar todas las emociones, como la tristeza, la ira, la ansiedad y el miedo, porque “esto nos permite una correcta adaptación al medio”, ya que se puede generar “poca ponderación de los eventos que suceden. Bajo esa perspectiva, es importante no mantenernos completamente felices todo el tiempo”.
Mientras que Ibarzábal sugirió: “Lo mejor que uno puede hacer es correrse del concepto ‘quiero ser feliz’ y tratar de llevar esa idea a aspectos más concretos. Por ejemplo, decir lo siguiente: ‘Quiero alcanzar esto; quiero sentirme de esta manera; me gustaría llegar a tener esto; constituir esta familia o encontrar una pareja con la cual pueda tener este tipo de vínculos’. Se trata de ser más precisos y concretos, porque eso hace que esos objetivos que nos planteamos sean más alcanzables, más palpables, y en definitiva, nos terminemos sintiendo mucho mejor cuando vayamos accediendo a ellos”.
Con respecto a la medición de la felicidad, el Reporte Mundial de los países más felices del mundo analiza el bienestar en 143 países. El informe se basa en seis variables clave para medir:
- La esperanza de vida saludable
- Tener a alguien con quien contar
- La libertad para tomar decisiones de vida
- La generosidad
- La falta de corrupción.
Particularmente la edición 2024 del informe, realizada por Gallup, la Universidad de Oxford y la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, se centró en la felicidad a lo largo de las distintas etapas de la vida, con un enfoque especial en el bienestar de los jóvenes.
Por séptimo año consecutivo, Finlandia ocupó el primer lugar en la clasificación general. Lituania fue el país más feliz para personas menores de 30 años, mientras que Dinamarca se destacó como el mejor para los mayores de 60 años. En América Latina, ninguna nación se ubicó en los primeros puestos, aunque Argentina subió del lugar 52 al 48 en 2023.
¿La felicidad debe ser un objetivo?
Muchas personas consideran que alcanzar la felicidad es un objetivo principal en la vida. Para algunos, este se materializa al obtener un título universitario o lograr el trabajo soñado, mientras que para otros, tener hijos o realizar un viaje muy deseado puede representar el momento más feliz de sus vidas.
El científico social y profesor en la Universidad de Harvard, Arthur C. Brooks, sostiene que la felicidad no es un destino final, sino una construcción diaria. En una publicación coescrita con Oprah Winfrey, propone abandonar la idea de que la felicidad es una meta definitiva y, en su lugar, sugiere un esfuerzo continuo por “ser más felices” día a día. En ese tono, el experto aconsejó seis puntos primordiales para llevar a cabo ese esfuerzo.
- No fumar y cuidar la forma de beber. El abuso del alcohol está fuertemente correlacionado con el tabaquismo en el estudio de Harvard, pero muchas otras investigaciones muestran que, incluso por sí mismo, es uno de los predictores más poderosos de terminar triste y enfermo.
- Mantener un peso saludable. Tener una alimentación equilibrada, en la que abundan las frutas y verduras y se caracteriza por la moderación de las porciones es una de las claves para mantenerse en peso. La meta debe ser lograr hábitos saludables sostenibles en el tiempo y evitar las dietas restrictivas difíciles de mantener a largo plazo.
- Priorizar el movimiento todos los días. Para los expertos, la mejor manera única y comprobada de garantizar el ejercicio físico diario es generar el hábito de salir a caminar. Pero cada persona deberá hallar la actividad que más la motive para hacerla de manera continua.
- Entrenar estrategias para enfrentar los problemas. En los últimos años, se conoce el concepto de inteligencia emocional, como la capacidad de gestionar lo que sucede a diario de manera tal de encontrar formas saludables de lidiar con lo imprevisto o lo que no depende de uno. Cada uno sabrá si la manera es trabajarlo con la ayuda de prácticas espirituales, terapia, o incluso meditación o mindfulness; el objetivo es evitar la queja excesiva, las reacciones emocionales no saludables o el comportamiento de evitación.
- Desafiar al cerebro y nunca dejar de aprender. Está comprobado que conduce a una mente más activa en la vejez, y eso significa una vida más larga y feliz. Eso no se traduce en emprender una carrera universitaria tras otra. Según Brooks, se necesita participar en un aprendizaje intencional y de por vida, que podrá ser leer no ficción para aprender más sobre nuevos temas, aprender un idioma, o simplemente a jugar al ajedrez.
- Cultivar relaciones estables a largo plazo. No se trata solamente de relaciones de pareja. Un estudio de Harvard encontró una fuerte asociación entre la felicidad y las relaciones cercanas como cónyuges, familiares, amigos y círculos sociales. “La conexión personal crea estimulación mental y emocional, que son estimulantes automáticos del estado de ánimo, mientras que el aislamiento es un destructor del estado de ánimo”, aseguraron los investigadores.
En una línea similar, en 2024, el estudio titulado “¿Cómo pueden las personas ser más felices?” revisó trabajos científicos anteriores para evaluar estrategias que promueven la felicidad. Esta publicación, divulgada en Annual Reviews, fue encabezada por Dunigan Folk y Elizabeth Dunn, de la University of British Columbia, en Canadá.
Los resultados sugirieron que ser más sociable y mantener una actitud positiva son las estrategias más efectivas. En contraste, prácticas como la meditación o realizar actos de bondad aleatorios mostraron poca o nula efectividad. El método incluyó la preinscripción de estudios para garantizar transparencia y reducir sesgos.
Los autores destacan que, aunque relaciones cercanas son cruciales para la felicidad, incluso las interacciones breves con extraños pueden ofrecer beneficios emocionales. También exploraron la hipótesis de la retroalimentación facial, que postula que nuestras expresiones faciales, como sonreír, pueden influir en nuestro estado de ánimo. Aunque el efecto es menor cuando los participantes conocen las expectativas de los investigadores, sonreír naturalmente parece inducir felicidad.
El análisis subrayó que las prácticas sociales, como la gratitud y la sociabilidad, son más efectivas para incrementar la felicidad en comparación con otras estrategias. Los autores concluyeron que para aumentar de forma confiable la felicidad, es crucial adoptar métodos basados en teorías sólidas y que se validen a través de rigurosas pruebas científicas.
En tanto, en 2023, un estudio investigó la relación entre la sobrevaloración de la felicidad y la tendencia a la rumia, un proceso que consiste en pensar algo despacio y detenidamente.
Basándose en teorías previas, se plantearon hipótesis que sugerían que valorar excesivamente la felicidad podría estar asociado con un aumento en la rumia, en algunos casos. “Estudios previos han sugerido que un deseo extremadamente fuerte de felicidad podría reducir irónicamente el bienestar de una persona, particularmente entre las personas occidentales”, sugirió el trabajo, que fue publicado en Current Pshycology.
En un artículo institucional de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Boris Marañón Pimentel, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la institución, postuló que el mundo “está demasiado materializado, instrumentalizado y dominado por el egoísmo, la acumulación y el imaginario del desarrollo. Por lo tanto, cualquier medición de la felicidad debería partir de un aspecto central, que es la cooperación entre los humanos”.
“Hemos encontrado en nuestras investigaciones que la felicidad se relaciona con aspectos no sólo materiales, sino también subjetivos, por ejemplo, qué es lo que nos interesa y produce satisfacción en la vida. Así, desde nuestro punto de vista, al examen de la felicidad necesitamos incorporar la forma específica en que vivimos. En este sentido, lo central para nosotros es saber si la forma en que vivimos tiende a la horizontalidad, o sea, al respeto de la vida humana, de la vida de la Madre Tierra y de la interculturalidad”, dijo Marañón Pimental.
Y sumó: “Hay muchas culturas que no son occidentales, pero están marginadas. Por lo tanto, una felicidad monocultural u occidental es insuficiente, pues deja fuera otras maneras de felicidad que, en términos afectivos más que materiales, están vigentes en otros lugares del planeta”.
A su turno, en diálogo con Infobae, el psiquiatra Federico Beines (MN 112474) reflexionó: “Se puede medir la felicidad. Es posible comparar los niveles de felicidad entre diferentes países, creando rankings donde los países orientales suelen obtener los mejores índices. Esto combina la calidad de vida con las mediciones epidemiológicas de depresión y ansiedad, entre otros factores. Sin embargo, en algunos países es difícil obtener mediciones buenas”.
“Hay mediciones epidemiológicas que tienen que ver con la prevalencia de trastornos mentales, es decir, se miden aspectos negativos. Por otro lado, también es posible medir la felicidad de una persona y su estado bienestar. En salud mental, nos dedicamos a evaluar el bienestar de las personas, entendiendo que la Organización Mundial de la Salud define la salud mental como el estado de bienestar biopsicosocial más completo posible. Este estado de bienestar es multidimensional, abarcando factores biológicos, psicológicos y sociales”, enfatizó Beines.
Al tiempo que resaltó: “Aunque la medición científica de la felicidad tiene sus limitaciones, es posible investigar y relacionar ciertas emociones con el bienestar. Es común medir emociones como la alegría y la tristeza, tanto a nivel individual como poblacional. Sin embargo, en la cultura occidental hay una gran prevalencia de ansiedad y depresión. De manera simplificada, la ansiedad se relaciona con el exceso de preocupación por el futuro y la depresión con el exceso de anclaje en el pasado. La felicidad, en cambio, estaría relacionada con vivir en el presente, un concepto similar al nirvana en las culturas orientales”.
Para Beines, los pensamientos negativos, como la ansiedad y la depresión, son comunes en nuestra cultura, pero la estandarización de la felicidad a través de logros materiales o en redes sociales puede ser nociva. “La acumulación y la aceleración del tiempo nos alejan del presente y del bienestar. Cualquier intento de estandarizar la felicidad bajo un criterio universal está destinado al fracaso, pues la felicidad es medible, pero no estandarizable”, dijo el experto.
La felicidad en Argentina
Según el “Informe de la Felicidad en Argentina 2024″, elaborado por el Observatorio de Tendencias Sociales, Educativas y Empresariales de la Universidad Siglo 21, los niveles de felicidad de los habitantes de este país disminuyeron respecto de 2023.
El informe se centra en los datos obtenidos a través de una encuesta a hombres y mujeres de entre 18 y 65 años durante el primer trimestre del año y analiza la evolución de los niveles de felicidad y bienestar de los argentinos en los últimos siete años.
¿A qué conclusiones arribó? De acuerdo al estudio, solo el 36,6% de los argentinos está conforme con todos los aspectos de la vida, es decir, 1 de cada 3. Estos índices son los más bajos que se registraron en los últimos años, según explican los autores.