PARÍS 2024 | NATACIÓN / ¡¡¡Mon Dieu, Marchand!!!
El Rey Léon de París 2024 destroza el récord olímpico de los 200 estilos para colgarse su cuarto oro en una semana memorable, una gesta solo a la altura de Phelps, Spitz y Otto. Es historia del deporte.
Voz autorizada es, desde luego, Manaudou. Porque con 17 años ya era campeona en Atenas 2004. Y porque en sus inicios la entrenó un tal Xavier Marchand. Es el padre de la criatura, subcampeón del mundo. Y exnadador olímpico, como también lo fue Céline, su madre, e incluso su tío, Cristophe. Muy reticentes cuando Léon era pequeño a que compitiera en la piscina, por experiencia propia. Incluso él mismo sentía miedo al agua. Hasta que algo hizo clic en su cabeza. Lo que ha permitido a los 17.000 espectadores presenciales cada noche en París 2024 y a millones por todo el planeta llegar hasta aquí. Hasta la euforia del primer oro, en 400 estilos. A los tintes históricos del doblete, 200 mariposa y 200 braza, en la memorable velada del miércoles. Y al colofón, con su cuarto título olímpico individual en apenas seis días, este viernes cuando caía el sol. Lleva razón Manaudou: ¡Mon Dieu, Marchand!
Rubricaba y encuadernaba en la séptima jornada de la natación el Tiburón de Toulouse el guion perfecto de estos Juegos, que ni al valiente que propuso una ceremonia inaugural en el Sena se le hubiera pasado por la cabeza. Un guion al que todavía puede añadir una escena postcréditos, como en la película que está siendo para él París 2024, con su participación como bracista en la final del 4x100 estilos, cuyas series se nadan este sábado (12:40), e incluso se especula con otro relevo: el 4x100 estilos mixto, para cuya final Francia se clasificó este viernes.
Pero antes le quedaba desatar la apoteosis colectiva en un pabellón que por siempre jamás será el lugar donde se vivió una de las semanas más memorables de la historia de la natación. Porque Marchand no se deslizó sobre el agua, ni siquiera en sus enormes subacuáticos. La gran estrella de estos Juegos fue en volandas de toda su gente, que es la de la natación ya independientemente del país y origen. Pasó segundo por el primer viraje, el tramo de la mariposa, a siete centésimas de Wang Shun. Como si quisiera añadirle emoción. Desafiar aún más a esas sensaciones únicas, a flor de piel, al borde de las lágrimas. Hasta el presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, brincaba en el palco.
Porque a partir de ahí no tuvo oponentes. Eran ocho en el agua, eran 17.000. Pero esa solo Léon. Superando ya en dos décimas al chino a mitad de carrera, la espalda. Sacándole casi dos segundos a Duncan Scott, que superaba a Shun, al final de esos 50 metros de braza en que ya no podía haber otro ganador. Y regalando un último largo de crol para que todo aquel que lo viera lo inmortalice en sus retinas. 1:54.06. Nuevo récord olímpico. Acariciando hasta el final el récord mundial (1:54.00) que ostenta Ryan Lochte desde 2011. Sumando su cuarto oro seis días. Y pasando a ser, como bien decía Manaudou, una suerte de Dios, De Dieu. ¡Mon Dieu!
La segunda sinfonía de Bob Bowman
La audiencia de su hito fue mundial. Incluso en el Stade de France tenían que atrasar una serie del 400 metros del decatlón porque era ensordecedor el ambiente generado por la multitud siguiendo la final a través de sus móviles. Pero alguien lo siguió desde muy cerca. En La Défense. Porque es especialmente cierto en el caso de Marchand aquello de que la victoria tiene muchos padres. Y madres.
A Céline y Xavier se añade ineludiblemente otro nombre propio. Un escultor de leyendas. Bob Bowman. El entrenador que aupó a un tal Michael Phelps a colgarse 28 medallas olímpicas -23 de oro, ocho de un tirón en Pekín 2008-. El pianista frustrado que de joven quería ser como Leonard Bernstein y que ha terminando componiendo, para que sus músicos las interpreten en el agua, algunas de las melodías más bellas de la historia de la natación.
El estadounidense es la sombra, también en La Défense Arena, de un Léon al que conoció mediante un correo electrónico. El que le envió en 2021 aquel apocado chaval, formado en los Delfines de Toulouse, seguramente demasiado tímido como para telefonearle. Y que al recibirlo en Arizona le llamó la atención. “¿Francés y de apellido Marchand? ¿No será el hijo de…?”. Fue en aquel instante cuando surgió todo lo que hoy celebra Francia. La natación. El olimpismo.
Florent Manadou, el telonero perfecto
Y precisamente el pequeño de los Manaudou, Florent, fue quien se encargó de caldear el ambiente para acabar recibiendo a Marchand. Un telonero de primer orden, pues su show previo a la final de los 50 libres solo fue comparable al estallido de euforia con que la grada recibió su tercer puesto, bronce, en la más veloces de las distancias acuáticas, para el nadador más veterano de cuantos hombres participan en estos Juegos, a sus 33 años, convirtiéndose además en el primero que consigue medalla olímpica en esta distancia en cuatro Juegos.
El ganador fue Cameron McEvoy (21.25), cuando parecía que lo tenía en su mano Benjamin Proud, finalmente plata. Caeleb Dressel, que perseguía aquí su segundo oro de esta semana y el noveno de su cuenta olímpica, fue despojado de su título, sexto, a cuatro décimas del nuevo campeón.
McKeown vuelve a doblegar a Smith con récord olímpico
Igual que en la final de 100 espalda, que ya se había llevado la australiana, la pugna durante los primeros 150 metros de la final del 200 espalda estuvo entre Regan Smith y Kaylee McKeown. Dominando de hecho la estadounidense, que durante el último largo pagó caro su esfuerzo.
No solo cedió ante su archirrival en esa pugna entre ambos países, sino que vio cómo McKeown además de revalidar su oro de Tokio 2020 también batía el récord olímpico (2:03.73). Iguala además los cinco títulos olímpicos que consiguió su compatriota Ian Thorpe. El bronce se lo ganó otra norteamericana, pero de Canadá: Kylie Masse, quien se entrena y vive en Barcelona, a las órdenes de Ben Titley.
Milak va lanzado en 100 mariposa
Dos nadadores de la final de 50 libres repetían media hora después, ahora en las semifinales de 100 mariposa. Y la cosa fue cara y cruz. La parte buena se la llevó Josh Liendo, a quien no afectó haberse quedado cuarto, al borde del podio, en la prueba de velocidad, y marcó el tercer mejor tiempo, solo por detrás de Kristof Milak (50.38) y de Maxime Grousset.
El francés precisamente se había saltado los 50 para llegar fino a la mariposa. La cruz fue para Caeleb Dressel, campeón olímpico de la distancia en Tokio 2020, que no pudo pasar del decimotercer mejor tiempo (51.58). Tampoco se metió en la final Hubert Kos, último.
Emma Carrasco, decimoquinta
Con representación española se cerró la velada, concretamente la de Emma Carrasco en las semifinales de los 200 estilos. No logró la catalana repetir la marca de las series matinales, ni mucho menos acercarse a su mejor tiempo, el que registró en junio en los Trials, y con 2:12.25 acabó séptima de su serie y decimoquinta en el cómputo global. Ya había sido, a sus 18 años, decimosegunda en los 400 estilos.
“De esta tarde no estoy muy contenta. Nadé más rápidamente por la mañana”, lamentaba Carrasco tras la prueba. “Supongo que el ambiente era muy diferente. Hay muchas cosas que mejorar. Han sido los nervios, no estoy acostumbrada a esta hora”, enumeraba. Pero añadía: “He ganado en experiencia para los Juegos que vienen. A partir de ahora es entrenar cada día para mejorar en Los Ángeles los resultados de París, para llegar allí y sacar mi mejor versión, y en estos cuatro años tratar de conseguir alguna medalla en Europeos y Mundiales”.
La más rápida de las semifinales fue Alex Walsh (2:07.45), seguida de una Summer McIntosh que este sábado buscará su tercer oro olímpico y de Kate Douglass. También Kaylee McKeown participaba en esta disciplina, y se metió en la final con el séptimo mejor tiempo, un rato después de la final de 200 espalda.