PARÍS 2024 | ATLETISMO / La magia de Duplantis regala a París el récord del mundo: 6,25
El mejor pertiguista de la historia logra su novena plusmarca universal y hace estallar un Stade de France totalmente entregado al fabuloso atleta sueco.
Mientras el resto de atletas terrestres compiten soñando con una medalla, con derrotar a los rivales... el prodigio sueco lo hace pensando en volar más alto, en romper la historia... En el pasillo morado olímpico, Duplantis hizo su habitual espera. Casi rozando el aburrimiento. 35 minutos para su primer salto, que decidió que fuera en 5,70. Sin terminar el gesto acrobático en el aire. No le hace falta. Pasa por pura potencia, a esas alturas no tiene que quebrar su físico. Subir y bajar. Sin más. El brutal impulso y la velocidad con la que llega le hacen pasar directamente por encima del listón. De nuevo a esperar. A ver las series del 200 masculino, entre otras cosas. O hablar con sus padres, entrenadores ambos de la joya de la pértiga. Greg la parte técnica; Helena, la física y psicológica. Por eso no quiso alojarse en la Villa Olímpica, sólo puede acompañarle un preparador; él tiene dos.
Pasaron otros 45 minutos 5,85 a la primera. Un margen insultante de centímetros entre su cuerpo y el listón. Duplantis lo tiene todo calculado. Con dos alturas más ya se guardaría el oro en la mochila para pensar en el verdadero objetivo. Por eso renunció al 5,90. Algo que sólo puede permitirse el elegido de la especialidad. Comentaba la jugada con Emmanouil Karalis, el griego de 24 años que ha irrumpido con fuerza y que soñaba con acompañarle en el podio olímpico, algo que logró. Tercer salto de ‘Mondo’. De nuevo con una solvencia exagerada para superar el 5,95.
El bronce olímpico en Río, el estadounidense Kendricks volvería a un podio olímpico. Su acierto sobre esa misma altura le daba la plata. El triunfo de los mortales. Porque ‘Mondo’ ya estaba en 6,00. Oro de forma oficial. Se acercaba el ‘momento Duplantis’. Ese que tanto le gusta, motiva y disfruta. Sin más actividad en el estadio, sin compartir protagonismo. 160.000 ojos pendientes únicamente de él. Antes 6,10 sin complicaciones. En instantes ponía 6,25 en el marcador. La ola en la grada precedía al primer intento. Armand aleccionaba al público como un director de orquesta. Estuvo muy cerca, pero no. Primer nulo en París 2024.
Gritos de ‘Mondo’, ‘Mondo’ desde las gradas. Duplantis se muerde el labio, sabe que su cuerpo ha estado por encima, que lo tiene. El segundo, tampoco. Quedaba un asalto. El definitivo. ¡Y voló por encima del 6,25! Momento mágico. Carrera al esprint para abrazar a los suyos. El estadio en pie. Gloria para el mejor de la historia. Vuelta de honor. Oro olímpico, el segundo en su trayectoria tras Tokio 2020; a los que añade otros dos mundiales y tres europeos al aire libre, con dos más planetarios y otro continental en pista cubierta. Desde que en 2020, en Torun (Polonia), franqueara el listón en 6,17 para superar el 6,16 que tenía el francés Renault Lavillenie ha batido el récord mundial nueve veces. Todas de centímetro en centímetro, la medida de una rebanada de pan de molde, el ancho de una pila AAA. Algo que explica a la perfección, al igual que su motivación: “Tengo que mejorar muchas cosas para saltar un centímetro más alto. Parece poco, pero es mucho. Para mí un centímetro simboliza que sigo progresando. Me encanta el nuevo reto, no desaparecen las ganas. Cada vez es más difícil y eso hace parecer que el desafío no ha hecho más que empezar”.
Duplantis decidió competir con Suecia con 15 años ya que tiene doble nacionalidad: sueca por su madre, de soltera Helena Hedlund, que fue heptatleta y jugadora de voleibol; y estadounidense por parte de su padre Greg (ahora su entrenador) que también fue pertiguista y llegó a saltar 5,80. El niño volador sigue sumando capítulos en su historia con la pértiga, una sucesión de proezas que anunciaban en lo que se ha convertido. Con 7 años superó 3 metros, con 9 los 4, con 13 los 5, con 18 los 6,05... mientras Bubka con esa edad hacía historia en 1983 al proclamarse campeón del mundo con su mejor marca (5,70). “La pértiga era tan accesible para mí y pude hacerlo tanto y tan a menudo. He estado rodeado de todo lo relacionado con ella desde que era un niño pequeño, como alguien que juega al baloncesto”, explicaba al ‘New York Times’.
El fastuoso deportista, que tiene acuerdos de patrocinio con Puma, Red Bull, Omega, un equipo sueco de apuestas deportivas y una compañía de coches eléctricos, es el tercero de cuatro hermanos con dos pertiguistas más: Andreas (el mayor), que llegó a representar también en un Mundial juvenil, y Johanna (la pequeña) fue tres veces campeona del estado de Louisiana. El otro, Antoine, es jugador de béisbol de las Ligas Menores de EE UU y fue elegido en la ronda 12 del draft de la MLB de 2019 por los Metz de Nueva York.
Con una sólida relación con la modelo sueca Desire Inglander, es una estrella atípica. Viven en Kungsholmen (una isla en el centro de la capital de Suecia), es cercano, casi accesible y responde de forma sincera, aunque su amplitud de sonrisa desvela que se guarda los datos técnicos fundamentales siempre que habla de sus cambios, mejoras o estrategia ante la competición. Además, su físico se sale del parámetro habitual del pertiguista ya que mide 1,81, cuando la media de los que han superado los seis metros es de 1,88. “El objetivo es ganarlo todo, quiero ser el mejor saltador de pértiga de todos los tiempos. Intentaré lograr el récord mundial cada vez que tenga la oportunidad”, afirma siempre que se le pregunta sobre ello.
Con 12 años cambió por completo el palo por el bate y se concentró únicamente en el béisbol... algo que habría impedido disfrutar de este marciano. Afortunadamente, ‘Mondo’ (apelativo que significa ‘el mundo’ y que le pusieron unos amigos italianos de su padre cuando batió el récord mundial infantil con 7 años tras saltar 3,86), reflexionó y siguió saltando. Poco aficionado a la verdura (“prefiero el pollo frito estilo Louisiana”), Duplantis tuvo una infancia extraña, y arriesgada, en la forma de preparar su cuerpo para enfrentarse ahora en un pasillo de saltos, pértiga en mano, a saltar un edificio de dos plantas. “Los niños caían como moscas a diestro y siniestro, se lastimaban continuamente en nuestro patio, pero seguían regresando porque el ambiente era muy divertido. Hubo roturas de brazos, cortes en las piernas, golpes fuertes en la cabeza.... Teníamos un columpio, un tobogán, barras colgantes, un trampolín, una rampa para patinetes, una jaula de bateo, una cuerda que colgaba de la rama de un árbol a seis metros de altura, un foso para el salto con pértiga”, relataba su hermano Andreas. Su hermano pequeño sigue haciendo historia y elevando la marca hasta un límite que no parece tener fin.