Nicola Olyslagers causa furor en la final del salto de altura en París 2024
La australiana, medallista de plata en Tokio y en París, llamó la atención por su particular ritual antes de cada ejecución en la final de salto de altura.
La postal fue, por demás, llamativa. Olyslagers estaba a un paso de la medalla de oro y llevaba, con su ceremonia particular, a millones de personas a una esfera recóndita. Un comportamiento muy íntimo, una noche cualquiera en su alcoba, televisada en vivo y a todo color, vía satélite, a miles de millones de hogares. La australiana, nacida en North Gosford hace 27 años, convirtió la final del salto de altura de los Juegos Olímpicos en una entrañable sesión de auto-convencimiento que encandiló a los 80,000 aficionados congregados en el Stade de France y a los millones que lo presenciaron en directo. La espectacularización de la intimidad.
El hilo conductor de la velada fue la libreta de Nicola. A cada salto, exitoso o no, su primera acción fue abrir su diario y anotar en él. Al terminar la competencia, Olyslagers mostró el contenido de aquellas hojas ya enigmáticas: escribe los detalles a afinar en cada intento sobre la barra, califica cada salto, repasa puntos débiles y apunta alguna frase motivacional para afrontar la siguiente acrobacia. También dibuja. Se visualiza con dibujos. “No hay ningún secreto en él. Lo que aprendo es más importante que lo que hago”, aseguró en la zona mixta del Stade de France, declaraciones recogidas por TVE.
“Escribo cosas que me den fuerza. ‘Vengan a mí, los trabajadores que están cargados, les daré descanso’ (explica mientras señala una ilustración). Entiendo que la gente estaba confundida al verme apuntar cosas en el libro. Estaba apuntando mi técnica, calificándola del 0 al 10 (...) La razón por la que escribo esto es para saber en qué debo trabajar. Tengo tres competiciones más este año. Miraré la libreta y me diré ‘recuerda en París; el salto del 2.02, tenías que moverlo atrás”.
La libreta no sólo es un recopilatorio de lo hecho, sino una terapia. Una herramienta para relativizar lo ocurrido. Un espacio seguro ante el escrutinio masivo, la presión absoluta, los récords que asoman. “Siempre intento tener la mentalidad de que, aunque falle el salto, si es bueno y la técnica es buena, puedo premiarme con una buena nota”. El ritual fue suficiente para repetir éxito: superó un máximo de 1.95 metros y se colgó su segunda medalla olímpica, sumada a la plata que consiguió en Tokio 2020. Su rival, la ucraniana Yaroslava Mahuchikh, utilizó un método de desconexión más o menos similar: una siesta frente a 80,000 personas entre salto y salto. El resultado fue el oro.
Uno de los personajes de París 2024
Olyslagers tiene herencia croata, de lado materno; su apellido de nacimiento es McDermott. Estudió bioquímica en la Universidad de Sídney. Se define como cristiana evangélica y atribuye su éxito como atleta a su “inquebrantable fe en Dios”. Además, dirige una fundación llamada Everlasting Crowns, que organiza competencias deportivas para jóvenes cristianos y bible camps.