Medina salvó al DT, pero Boca es un desastre

¿De quién es la culpa de este papelón? De todos. Los dirigentes, el técnico, también algunos jugadores. El equipo empató de milagro. ¿Hay futuro?

Es contrafáctico, pero tal vez Martínez habría dejado de ser el técnico si Boca hubiera perdido este partido. Y no habría estado mal. De hecho, el empate no cambia gran cosa, pero el mundo del fútbol -como tantos otros- se guía por los resultados. Quizá habría renunciado, quizá lo habrían renunciado en una estación de GNC -las YPF son para los tipos importantes del club- porque Boca es un desastre. Insisto, el 1-1 prolonga la agonía de un ciclo que se va apagando irremediablemente. Si alguna vez celebramos desde aquí mismo que el DT le hubiera devuelto una identidad al equipo, ahora hay que decir que esto no es un equipo, que no se sabe a qué juega y ni siquiera queda claro si las decisiones son enteramente suyas. Poner a Medel de 6, de 2, de líbero, de 5; armar el equipo en función de él, no refleja lo reflexivo que suele ser, lo racional y pedagógico que se muestra en las ruedas de prensa. Así que: a) tiene un metejón con Medel; o b) le imponen a Medel. Sería más grave la segunda opción, de la cual hay sospechas aunque no confirmaciones. Pero en cualquier caso, la imagen que dejó Boca, su Boca, en Mendoza, es sacatécnico. No hay manera de sostener las barbaridades que se ven en la cancha. Y así como Riquelme y su Consejo de inútiles son responsables por el armado del plantel, a Martínez le cabe la responsabilidad de algunas decisiones que son incomprensibles. Y de los vaivenes que se han vuelto una costumbre en los últimos partidos, con cambios durante los primeros tiempos -posicionales- o en los entretiempos -de nombres, de esquema.

Un breve repaso por las modificaciones que introdujo frente a Independiente, luego de arrancar con línea de cuatro (Figal-Medel en el centro de la zaga). Para el ST, mandó a Mendía a la cancha para marcar a los centrales, que eran lo más peligroso para Chiquito: Boca quedó 5-3-2 porque salió Aguirre, a quien habían puesto de mediocampista por derecha. Cuando se dio cuenta de que ni así podía controlar al chileno, lo sacó y puso a Belmonte para pasar a Pol de líbero y encargarle la custodia de Figal. Perdido por perdido, sacó a Pol y a Zenón para mandar a Zeballos-Giménez. Boca terminó entonces así: Advíncula-Figal-Mendía-Blanco; Medina-Belmonte; Zeballos; Cavani-Giménez-Merentiel. Doble 5 inédito, Chango suelto, tres centrodelanteros. Difícil encontrar algo tan insólito.

Ahora, ¿es todo del técnico? No. En la medida que jueguen Figal y Medel como centrales, queda expuesta la pésima política de contrataciones de la dirigencia. Todos sabíamos que faltaba gente en esos puestos, defensores buenos y sanos, a la altura de la historia de Boca. Seguir confiando en Rojo y Figal, que son abonados a las camillas, y contratar a tipos como Lema -medio pelo- o Medel -pasado de edad- habla de desconocimiento o menosprecio de lo que significan esas posiciones. Si tenemos en cuenta que tanto Riquelme como Delgado, Cascini y Serna -si tuvieran estos tres algún poder de decisión- fueron jugadores de fútbol, es difícil catalogar esta situación como desconocimiento. No queda claro si es soberbia, si viven como si el tiempo no pasara o creen que la chapa alcanza.

Por si no lo tienen del todo claro, la chapa no alcanza para entrar a la cancha. No se juega con el nombre. El chileno es uno de esos jugadores de la era pre VAR que han subsistido gracias a sus cualidades pero también por sus mañas, que no eran tomadas ni revisadas por las cámaras. El foul con el que se gana la amarilla, golpe al cuello de un jugador de Independiente durante el PT, era absolutamente innecesario. Y el topetazo chambón de Figal en mitad de cancha demuestra no ya un desprecio por la tecnología sino un reconocimiento liso y llano de las propias limitaciones: si ese tipo se le iba en velocidad, tenía que pedir una ambulancia para seguirlo, así que eligió cortarlo y reprocharles a sus compañeros del medio lo solo y desamparado que lo habían dejado.

Boca es un desastre. Se quema. Medina y Merentiel fueron los bomberos, como otras veces llegaron otros con la manguera, pero no se puede vivir apagando incendios. Romero había aparecido no bien arrancó el partido para taparle el penal a Villa -ojo, no lo estoy pidiendo, pero no tenemos un solo jugador que sea tan desequilibrante como él-, Pol salvó un gol en la línea antes de que llegara el cabezazo del 1-0, entre Blanco y Giménez casi lo ganan al final. Era tal el descontrol en el que había entrado el partido, absolutamente roto por un Boca desbocado -valga el juego de palabras- que los mendocinos terminaron perdiendo dos puntos -casi tres- cuando habían merecido ganar largamente. Sobre todo por una muy buena tarea colectiva. A Boca lo sigue salvando, como hace tiempo, la jerarquía individual de algunos jugadores. 

Cuesta pensar en lo que viene con optimismo. Uno tiende a creer que Cruzeiro es más que Independiente Rivadavia. Y Boca no sólo tiene que sobreponerse a los rivales, sino también a sí mismo. A su autoflagelo permanente. ¿Por qué no juega Saralegui de 8 en lugar de improvisar a Aguirre en su lugar? ¿Qué pasa con la transferencia de Miramón, que ni siquiera pudo entrenarse? ¿Es cierto que Boca pensó que el pase era en dólares y es en euros? Sería un papelón. ¿Y con Anselmino, cuál es la situación? ¿Por qué no juega un futbolista que el Chelsea pagó 21 palos y en cambio sí lo hacen Medel, Figal o Mendía? ¿No está habilitado? ¿No se informó la transferencia? ¿Puede jugar la Sudamericana? Qué difícil es así. Qué difícil es cuando no hay gente idónea que esté a cargo de cada puesto, por más chiquito que sea. Boca necesita otra cosa. Seriedad, profesionalismo, calidad a la altura de su historia. Ni viejos hechos pelota ni jugadores de relleno. Casi todos los que jugaron en Mendoza están reprobados. Zafan Chiquito -y su mística gigante en los penales-, Medina, Merentiel. Nadie más. Ni Zenón, ni Cavani, ni Pol, ni Advíncula -claramente disminuido físicamente. Mucho menos el DT, que tuvo un partido para el aplazo.

Se acaban los tiempos, muchachos. Boca no espera. No puede esperar. Cada vez estamos peor. No es que no ganamos la Libertadores: ni la jugamos. Tuvimos que ir al repechaje para seguir en la Sudamericana. No estamos clasificados a la Copa que viene. ¡No le ganamos a Independiente Rivadavia ni a Barracas! Basta ya. Háganse cargo. Todos. Este Boca es un papelón.


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