Medina salvó al DT, pero Boca es un desastre
¿De quién es la culpa de este papelón? De todos. Los dirigentes, el técnico, también algunos jugadores. El equipo empató de milagro. ¿Hay futuro?
Tiene tan claro Cristian Medina lo que es Boca que ni festejó el gol del empate. En otros equipos tal vez lo hubieran gritado tres días, pero a él no se le escapó una sonrisa. Apenas un suspiro de alivio, de desahogo, y siguió corriendo. Esta vez en retroceso hacia la mitad de la cancha, a ver si podía reanudar rápido para ganar el partido. Miguel Merentiel no nació en Boca, pero tiene igual de claro lo que significa ponerse esta camiseta. Él fue el autor de la jugada del 1-1, ojos bien abiertos, centro estupendo para la entrada de Medina. Por el otro carril, también volvió al trote, sin levantar los brazos, sin nada, a seguir trabajando por el equipo como lo había hecho todo el partido.
Ahora, ¿es todo del técnico? No. En la medida que jueguen Figal y Medel como centrales, queda expuesta la pésima política de contrataciones de la dirigencia. Todos sabíamos que faltaba gente en esos puestos, defensores buenos y sanos, a la altura de la historia de Boca. Seguir confiando en Rojo y Figal, que son abonados a las camillas, y contratar a tipos como Lema -medio pelo- o Medel -pasado de edad- habla de desconocimiento o menosprecio de lo que significan esas posiciones. Si tenemos en cuenta que tanto Riquelme como Delgado, Cascini y Serna -si tuvieran estos tres algún poder de decisión- fueron jugadores de fútbol, es difícil catalogar esta situación como desconocimiento. No queda claro si es soberbia, si viven como si el tiempo no pasara o creen que la chapa alcanza.
Boca es un desastre. Se quema. Medina y Merentiel fueron los bomberos, como otras veces llegaron otros con la manguera, pero no se puede vivir apagando incendios. Romero había aparecido no bien arrancó el partido para taparle el penal a Villa -ojo, no lo estoy pidiendo, pero no tenemos un solo jugador que sea tan desequilibrante como él-, Pol salvó un gol en la línea antes de que llegara el cabezazo del 1-0, entre Blanco y Giménez casi lo ganan al final. Era tal el descontrol en el que había entrado el partido, absolutamente roto por un Boca desbocado -valga el juego de palabras- que los mendocinos terminaron perdiendo dos puntos -casi tres- cuando habían merecido ganar largamente. Sobre todo por una muy buena tarea colectiva. A Boca lo sigue salvando, como hace tiempo, la jerarquía individual de algunos jugadores.
Cuesta pensar en lo que viene con optimismo. Uno tiende a creer que Cruzeiro es más que Independiente Rivadavia. Y Boca no sólo tiene que sobreponerse a los rivales, sino también a sí mismo. A su autoflagelo permanente. ¿Por qué no juega Saralegui de 8 en lugar de improvisar a Aguirre en su lugar? ¿Qué pasa con la transferencia de Miramón, que ni siquiera pudo entrenarse? ¿Es cierto que Boca pensó que el pase era en dólares y es en euros? Sería un papelón. ¿Y con Anselmino, cuál es la situación? ¿Por qué no juega un futbolista que el Chelsea pagó 21 palos y en cambio sí lo hacen Medel, Figal o Mendía? ¿No está habilitado? ¿No se informó la transferencia? ¿Puede jugar la Sudamericana? Qué difícil es así. Qué difícil es cuando no hay gente idónea que esté a cargo de cada puesto, por más chiquito que sea. Boca necesita otra cosa. Seriedad, profesionalismo, calidad a la altura de su historia. Ni viejos hechos pelota ni jugadores de relleno. Casi todos los que jugaron en Mendoza están reprobados. Zafan Chiquito -y su mística gigante en los penales-, Medina, Merentiel. Nadie más. Ni Zenón, ni Cavani, ni Pol, ni Advíncula -claramente disminuido físicamente. Mucho menos el DT, que tuvo un partido para el aplazo.
Se acaban los tiempos, muchachos. Boca no espera. No puede esperar. Cada vez estamos peor. No es que no ganamos la Libertadores: ni la jugamos. Tuvimos que ir al repechaje para seguir en la Sudamericana. No estamos clasificados a la Copa que viene. ¡No le ganamos a Independiente Rivadavia ni a Barracas! Basta ya. Háganse cargo. Todos. Este Boca es un papelón.