Maduro se pone el disfraz de Kim Jong-un

El dictador no pretende simplemente convertir a Venezuela en otra Cuba, sino dar un paso más allá, transformándola en una nueva Corea del Norte


Tan solo transcurrieron 12 horas del anuncio írrito del Consejo Nacional Electoral, proclamando a Maduro como ganador de las elecciones sin mostrar ni una sola acta, para que los regímenes de Rusia y China, totalmente sincronizados, emitieran unos comunicados donde no sólo reconocían la supuesta victoria de Maduro, sino que emplazaban a la oposición a aceptar los resultados. Luego de eso, inmediatamente se vinieron como en cascadas comunicados similares de Siria, Vietnam, Corea del Norte, Cuba y Nicaragua, dejando al descubierto su papel de satélites de Rusia y China.

Todo el mundo vio lo que sucedió el 28 de julio en Venezuela: fue la gesta ciudadana más memorable que se recuerde en tiempos recientes en América Latina. A pesar de todos los obstáculos y la represión, una nación entera se unió por medio del voto y expresó masivamente su deseo de vivir en libertad. Una mayoría aplastante se manifestó en las urnas y le dio la victoria a Edmundo González. A 15 días de la elección, las matemáticas siguen siendo incontrovertibles: con 25.073 actas (83,50% del total) en nuestras manos el resultado es el siguiente: Edmundo González 7.303.480 votos (67%) y el dictador Maduro 3.316.142 votos (30%). Estamos hablando de una diferencia de 37 puntos, que además no son cifras inventadas; son las actas que ellos también tienen y por eso el Consejo Nacional Electoral se niega a publicarlas, a pesar de que todo el país y la comunidad internacional se lo pide a gritos.

Maduro nunca se imaginó este escenario. No solo no contempló que podría salir tanta gente a votar en su contra, sino que nunca imaginó que la estructura de defensa del voto de María Corina y la Unidad iba a recopilar en tiempo récord las actas que prueban su derrota. Por ello, al dictador no le ha quedado otra que desatar la fuerza bruta y acelerar la transición de Venezuela hacia una Corea del Norte, una nación fuertemente subordinada a China, Rusia e Irán, con un componente de neototalitarismo salvaje. En Corea del Norte se emplea la tecnología para espiar a los disidentes, por eso en las calles hay cientos de cámaras y sensores puestos para controlar zonas estratégicas, los ciudadanos viven bajo un clima completo de censura producto de las sofisticadas redes de informantes y las fronteras son severamente resguardas por las fuerzas policiales y militares para evitar que los coreanos se escapen del horror.

Maduro da pasos agigantados para instalar un Estado policial con esas características en Venezuela, donde cualquier laguna de libertad, llámese una opinión en redes sociales, es considerado un delito que debe ser castigado con las penas más severas. De hecho, el propio dictador reconoció frente a las cámaras de televisión que está construyendo dos cárceles para llenarlas de opositores que ejerzan el derecho a la protesta; y, además, se activó una línea telefónica para que los activistas del partido de Gobierno denuncien a “los opositores que participaron en la organización de las elecciones”. Por si fuera poco, en las últimas horas, las casas de los testigos electorales de la oposición han sido rayadas con una X para identificarlos como enemigos del régimen, una acción absolutamente nazi.

En este contexto, Maduro no pretende simplemente convertir a Venezuela en otra Cuba, sino dar un paso más allá, transformándola en una nueva Corea del Norte. De esta manera, Rusia, China e Irán buscan utilizar a Venezuela, al igual que lo hacen con Corea del Norte, como una herramienta para desestabilizar América, redibujando las fronteras en su corazón y controlando la cuarta parte de las reservas mundiales de petróleo y las octavas de gas. Este objetivo representa una amenaza sin igual para Occidente. Al mismo tiempo, estas potencias abren un nuevo frente para Estados Unidos y Europa en su propio territorio, consolidándose como un eje que ya se despliega abiertamente por Occidente. Establecen relaciones comerciales con países latinoamericanos como Brasil o Chile, y promueven acuerdos militares, como los que Rusia e Irán han sellado con Nicaragua y Bolivia. Incluso, se han dado situaciones tan preocupantes como la invitación del ejército mexicano al ruso para desfilar juntos. Todo esto forma parte de un plan antioccidental. Por eso, Putin premia a un Maduro que manipula las elecciones, invitándolo a la reunión de los BRICS, un grupo de países que están construyendo un nuevo ecosistema global en oposición a las instituciones tradicionales del mundo libre.

Venezuela no es una isla como Cuba, tiene como Corea del Norte una enorme frontera y eso llevará a Maduro a tratar de radicalizarse más y más. Para el momento en que escribo estas líneas, se registran 2200 personas detenidas, 45 desaparecidas y cerca de 25 asesinadas en apenas una semana de protestas.

Maduro que se presta a ser esa o que pretende ser esa nueva Corea del Norte está completamente destinado al fracaso, es una persona totalmente impopular dentro de Venezuela, pues perdió las elecciones por casi 40 puntos, la base de la fuerza armada lo detesta; Maduro perdió en los centros electorales donde vota la familia militar de Venezuela. Internacionalmente no tiene legitimidad y es tóxico hasta para la propia izquierda; por lo que lo único que le queda es ese disfraz. Hay que ponerle el nombre del presidente de Corea del Norte, una especie de pseudo emperador lleno de corrupción, crimen organizado y narcotráfico. Estoy seguro de que la fuerza del pueblo venezolano expresada en el voto y en la reserva moral que se demostró el 28 de julio, harán que el régimen de Maduro, esa caricatura del ya decadente perfil de Corea del Norte, se descalabre y así se abra un nuevo capítulo que, como hemos dicho muchas veces, va a representar la caída del muro de Berlín en América Latina.

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