Hamish Kerr ganó la medalla de oro en salto en alto en los Juegos Olímpicos 2024: la historia de un amor no correspondido
A diferencia de Tokio 2020, el neozelandés entabló una lucha hasta el final con McEwen
Fue una guerra desgastante entre el oceánico y el estadounidense Shelby McEwen, en una implacable ambición por el oro, tras la decisión mutua de no compartir el escalón más alto del podio. Un espectáculo en el que dramatismo disimuló la falta de pericia de estos dos atletas, que vieron cómo sus piernas empezaban de a poco a perder flexibilidad, mientras que sus espaldas, de tanto arquearse, ya crujían de dolor. No había caso: la vara caía derribada una y otra vez, en tanto el cansancio minaba los cuerpos y la mente de ambos contendientes.
En algún momento, ya las mentes se nublaron. Y el público no tenía qué aplaudir. Solo se lamentaba con los clásicos “Ohhhhh”, ante tantos tropiezos. Sucedió que ninguno logró superar los 2,38 metros en tres intentos. Muy mal los dos: los jueces bajaron el listón a bajar a 2,36 e incluso a 2,34. Tuvieron un descanso obligado durante la posta masculina de 4x400 metros para recomponer sus rutinas. Y después del fallido intento de McEwen, fue Kerr (1m98) quien pudo superar la barra a esa altura, para adjudicarse la victoria. ¡Por fin!
Un testigo privilegiado de esta pulseada fue el qatarí Mutaz Barshim, que venía complicado físicamente: había fallado en 2,36 dos veces y se guardó esa bala que finalmente desperdició. ¿Quién es Barshim? Justamente el que había protagonizado en Tokio 2020 un “idilio olímpico” con el italiano Gianmarco Tamberi, en uno de los gestos más conmovedores, pero a la vez polémicos de la historia del atletismo. Sucedió que en la cita de hace tres años en Oriente, tanto Barshim como Tamberi finalizaron con saltos de 2,37 metros y no tuvieron intentos fallidos hasta que quisieron superar los 2,39. Después de tres tropiezos cada uno a esa altura, un oficial olímpico les ofreció un desempate para decidir el ganador. “¿Podemos tener dos oros?”, preguntó Barshim. El oficial asintió y los dos atletas se dieron la mano, se abrazaron y gritaron de alegría. Ya eran amigos antes de aquella justa deportiva, pero lo fueron mucho más a partir de allí, cuando desfilaron juntos con sus respectivas banderas.
En este caso, Kerr corrió por caminos separados respecto de McEwen. Nada de pactos. “Me sentía en estado de shock. Tanto Shelby como yo estábamos un poco cansados después de todos los saltos que habíamos hecho”, comentó el neozelandés. Además, destacó que la decisión de hacer el salto de desempate fue en parte para satisfacer a los que habían querido que Barshim y Tamberi lucharan hasta el final en Tokio. Toda una vuelta de tuerca respecto de aquella situación que obligó a revisar los reglamentos. “Ha sido, con diferencia, la mejor competición de salto de altura en la que he estado”, declaró el norteamericano, que agregó: “Salí y sabía que mis posibilidades de subir al podio eran muy altas, me quedé a las puertas del oro, pero aun así estoy feliz por lo que conseguí”.
Pero claro, no todo fue por el amor al olimpismo. Había buen dinero de por medio: McEwen aseguró que tanto él como Kerr habían decidido juntos el salto extra para definir el oro, y que los recién introducidos 50.000 dólares de premio para los medallistas de oro olímpicos en el atletismo también significaron un factor de motivación. “Tengo una familia que alimentar, así que claro que lo fue”, señaló. Y el que peor la pasó fue Tamberi, aquella vez campeón, ahora aquejado de un cólico nefrítico. Quedó fuera de combate al principio del certamen, angustiado tras no superar los 2,27 metros y con un grave antecedente médico: más temprano comunicó que había vomitado sangre en dos ocasiones y que soportó dolores durante diez horas, por lo que tuvo que hacerse distintos exámenes en un centro asistencial. De unos Juegos a otros, estuvo lejos de protagonizar aquella alianza con su amigo Barshim.
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