Gündogan, un caso surrealista

El fichaje estrella del Barça la pasada temporada vuelve al Manchester City, frustrándose así su sueño de triunfar como azulgrana. Una situación poco entendible.

Juanma Leiva
As
“Si me iba del Manchester City, sólo había un club en el mundo que tenía sentido, el Barça. Desde pequeño soñaba con vestir esa camiseta”. Estas palabras de Ilkay Gündogan las pronunció hace tan solo un año, cuando su fichaje por el Barça se hacía oficial y el centrocampista publicaba una emotiva carta de despedida a la afición del equipo inglés. Probablemente, ni el jugador ni los dos clubes implicados se imaginaban que solo una temporada después la situación iba a vivir un giro tan surrealista como ver al alemán regresando a Mánchester. La explicación se reparte entre las preferencias de Flick y la complicada situación financiera de un Barça que se ha deshecho de uno de sus principales activos para poder inscribir a un nuevo fichaje como Dani Olmo.

A Gündogan le quedaba un año de contrato con la entidad azulgrana y su cláusula alcanzaba los 400 millones de euros. Hace 12 meses la operación parecía redonda y, por qué no, un necesitado ejemplo de grandeza del Barça. Se conseguía atraer a un talento como el capitán citizen, a coste cero y tras haber conquistado el triplete (Premier, Champions y FA Cup). La realidad es que ese movimiento hubiera sido imposible sin el empeño del mediocentro, que no llegó a un acuerdo de renovación con los de Guardiola, y facilitó su llegada al Barça. Eso sí, el jugador cobraría cerca de 20 millones de euros, uno de los mejores pagados teniendo en cuenta que no se había abonado traspaso por él.

Su rendimiento en el equipo azulgrana estuvo a la altura. Se convirtió en el futbolista más usado del Barça, tanto en número de encuentros (51), en titularidades (45) y minutos (4.179), con un saldo de cinco goles y nueve asistencias. También se vio con la necesidad de asumir galones por experiencia y palmarés en un equipo con base de jugadores muy jóvenes. Aunque eso le hiciera protagonizar alguna polémica. No se mordió la lengua para afirmar que esperaba ver al equipo más afectado tras perder el Clásico ante el Real Madrid o para criticar acciones decisivas de sus compañeros ante el PSG en la eliminación de Champions.

Eso le granjeó alguna fricción en el vestuario, pero había pocas dudas de su implicación con la causa. El centrocampista parecía clave en la que iba a ser su segunda temporada y se esperaba que aún pudiera encajar mejor que en la convulsa campaña que acabó con el adiós de Xavi. Su retirada de la selección alemana podía hacer pensar, con más razones, que su punto de mira solo apuntaba a ganar títulos de azulgrana.

Pero no podrá ser. La compleja ingeniería económica barcelonista, tan en el alambre en los últimos tiempos, unida a la preferencia de Flick por otro tipo de jugador más activo en la presión, han dictado que Gündogan es prescindible. Y los 20 millones que libera, claves para hacer posible una pincelada de ilusión como es la llegada de Olmo, mucho más importantes que lo que podía aportar en el campo. La duda de si será posible una salida de De Jong, las recuperaciones de Pedri y Gavi, la llegada de Fermín o el buen papel de jóvenes como Casadó o Bernal se ven como mimbres suficientes para cubrir su marcha.

Y así, apenas un año después, la etapa de Ilkay Gündogan como azulgrana acaba de una manera impensable, devolviéndoselo gratis al City (el jugador no contempló las ofertas de Turquía y Arabia). Y con el jugador viendo frustrado su sueño y por el que renunció a capitanear un proyecto ganador como el de Mánchester. Los primeros rumores que apuntaban a una marcha voluntaria ya solo se comprenden como el deseo de no permanecer donde se podía sentir un estorbo. Y ni siquiera ha podido pisar la hierba de un Camp Nou que, como al propio club azulgrana, solo ha podido ver desde dentro en fase de profunda remodelación.

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