El River de Gallardo empieza a aparecer: mientras surgen las primeras señales, sigue en la Libertadores
Derrotó de nuevo a Talleres y ya está en los cuartos de final, donde se enfrentará con el Colo Colo de Almirón
Músculo y mente. Con paciencia y una presión asfixiante de un jugador que fue líder en el inicio de la primera etapa de Gallardo, una década atrás, y ahora el Muñeco recupera para empezar a imprimir su sello en el equipo, River se quitó de encima a un rival que se ofrecía incómodo.
Talleres pulseaba la batalla, con la obligación de emparejar la serie, tras la derrota por la mínima diferencia en Córdoba, hasta que un error que provocó Matías Kranevitter le quitó el dramatismo que enseñaba el juego que tenía el pasaje a los cuartos de final como premio. El tucumano apretó en el área de La T como en los días en que el entrenador le dio vuelo, rodaje, por sobre Leonardo Ponzio; la pelota la controló Santiago Simón, que extendió para Rodrigo Aliendro. Con una sutileza del volante, que con un taco habilitó a Miguel Borja y el reaparecido goleador sin preámbulos hizo fácil lo que a muchos se le complica: colocó la pelota junto al poste izquierdo de Guido Herrera.
Hay pequeños destellos de lo que pretende Gallardo. Espíritu de equipo, porque así forma una estructura que tiene una meta concreta, y toma de decisiones para que el juego fluya. River está lejos de su mejor versión, o la que intenta plasmar el director técnico, pero tiene claridad de conceptos para avanzar en la Copa Libertadores. El equipo logró abstraerse de días agitados, de muchísima ilusión con el mercado de pases como faro: la presentación de Marcos Acuña y las múltiples versiones sobre la posible contratación de alguna nueva figura de elite –el colombiano James Rodríguez tomó impulso, aunque el presidente Jorge Brito le bajó la espuma- acapararon la escena. El ruido exterior no quitó el foco: para escalar en la aventura y para tomar impulso como formación, a la que el Muñeco pule con detalles en cada práctica.
Kranevitter es un termómetro para que el equipo se adelante en el campo o retroceda para achicar espacios; Maximiliano Meza es un titiritero, un futbolista que tuvo la virtud de regresar del fútbol mexicano y adaptarse con rapidez a la intensidad y la urgencia que imponía la cita. La asistencia para descubrir la diagonal que trazó Santiago Simón, autor del segundo gol y que tuvo un rendimiento destacado en una posición que es la suya –con Demichelis jugó de lateral derecho-, cuando Talleres quería presentar credenciales para reanimarse en la serie, es una muestra de la jerarquía de un volante que brinda dinámica y juego. En el primer tiempo, las sociedades con el juvenil Franco Mastantuono –le ganó la pulseada al Diablito Claudio Echeverri para la titularidad- reflejaron que hablan el mismo idioma futbolístico.
En las áreas, Borja es un jugador insustituible y Franco Armani hizo sin aspaviento lo que demandó la jugada cuando el rival atacó. El colombiano exige desde lo físico, aunque recién vuelva al ruedo, tras una lesión muscular que inquieto en la antesala de la llave. Olfato de artillero, movimientos de delantero de jerarquía y al que no le incomoda fajarse con los centrales rivales. No dudó en retroceder y molestar la primera línea de pase de Talleres, que empezó con prolijidad, pero que no logró reponerse del golpe que aplicó el colombiano. Con el festejo de anoche llegó a la sexta conquista en la Copa Libertadores. En el área propia, Armani hizo sencillo lo que a muchos arqueros le resulta complejo: tapó ante un remate de Blas Riveros y siempre transmitió tranquilidad para respaldar a una defensa que tuvo un momento de zozobra cuando dudaron los centrales Germán Pezzella y Paulo Díaz, situación que no aprovechó Cristian Tarragona. En la estocada de Federico Girotti, el N°9 llegó de frente y sin marca, tras una jugada lucida de los cordobeses, que a esa altura empujaba con Ulises Ortegoza, Rubén Botta y Matías Esquivel por una remontada histórica.
“Nunca dejamos de creer”, la bandera que se exhibió con la figura de Gallardo en la tribuna Sívori, empieza a tomar fuerza en el torneo que River desea más que nunca y que es un juego que el Muñeco sabe cómo jugar, aunque el equipo aparezca por pasajes y no con la continuidad que busca el entrenador. Ahora tendrá casi un mes para elevar la vara, esa que llevó a lo más alto para los hinchas deliren y se ilusionen con una nueva copa en las vitrinas.