El Madrid no aprende
Vuelve a entrar mal en un partido, encaja un gol a los cinco minutos y no le da para remontar con la embestida final. El Barça toma cuatro puntos de ventaja. Partidazo de Las Palmas.
Ancelotti decidió cuatro cambios con mensaje. El de Carvajal fue preventivo, atendiendo a edad, antecedentes, participación en la Eurocopa y pretemporada en edición de bolsillo. El de Mendy, cantado, porque está muy por delante de Fran García en las preferencias del técnico no se sabe bien por qué. El de Modric, explicable, porque para partidos adultos, y este lo era vistos los dos anteriores, se necesita gente de orden, o de más orden que el jovencísimo Arda Güler. Y el de Brahim, admonitorio para Rodrygo, que ha ido perdiendo terreno respecto al malagueño, uno de esos suplentes que no se abandona. El resto no lo tocó porque es intocable: o no tiene otros ahora mismo para determinadas posiciones o su condición de galácticos obvios los hace irreemplazables. El lifting no funcionó.
Este Madrid no achicó a Carrión: el ofensivo Marvin como lateral derecho, territorio Vinicius, cuatro centrocampistas creativos y dos puntas natos, McBurnie y Sandro. Una alineación para buscar al campeón y no para esperarle. Otra cosa fue el dibujo, que acabó en 4-1-4-1, con Campaña de mediocentro de cierre y Sandro vencido a la derecha.
El atrevimiento del once no fue una pose, sino una idea, una gran idea. El equipo amarillo plantó su zaga a cuarenta metros de Cillessen, mordió arriba y en una de esas primeras recuperaciones cazó a un Madrid aturdido. Profundizó el escocés McBurnie y esperó la llegada de Moleiro, que limpió a Militao con su esprint y cruzó su disparo a la red.
Un equipo dormido
Los cuatro partidos del Madrid en el curso han tenido el mismo y preocupante inicio: un equipo distraído, sin colmillo, lento, previsible, sin repliegue, esperando vencer a paso de vencedor. El aleteo de Ancelotti en la banda explicaba bien que nada de lo hablado se había trasladado al terreno de juego. Porque la imagen era aún peor que el resultado: ningún progreso por el centro ni por las bandas, derrota en la totalidad de los duelos y acometidas amarillas que comprometían del verdad a Courtois. Durante los primeros veinte minutos Las Palmas tuvo el comportamiento de un grande. A lo largo de la historia le gustó, por insularidad o por tradición, mostrarse de esta manera.
El Madrid estuvo a punto de volver en sí como hace cuatro días, con un lanzamiento de falta de Valverde, pero Cillessen estuvo felino esta vez. Aquello fue un cañonazo en medio de la nada. El partido era de Las Palmas, del manejo de Campaña, la acometividad imparable de Sandro (Mendy vivió una pesadilla en su banda y fue reemplazado en el descanso) y el ingenio de Moleiro. El Madrid atacaba mal y defendía peor, con Mbappé y Vinicius descolgadísimos arriba, sin voluntad de participar en la primera presión y mucho menos de hacer equipo sin la pelota. Solo Brahim se sentía cuarto centrocampista de un grupo demasiado largo, demasiado expuesto. El segundo aviso blanco tampoco tuvo elaboración: se vio Rüdiger desahogado a 20 metros de puerta y metió un latigazo con bote envenenado que también sacó Cillessen.
La cosa pintaba tan mal que Ancelotti, de mano lenta con los cambios, hizo dos en el descanso: Fran García por Mendy, Rodrygo por Brahim. El retoque, el cambio de actitud y la fatiga de Las Palmas trajeron un partido más convencional. En apenas cuatro minutos, el Madrid obligó a tres paradas de Cillessen, una por atacante: Vinicius, Rodrygo y Mbappé. También tuvo la suya Sandro, pero lejos ya de su plenitud física inicial, erró su remate sin ángulo. Fue un respiro en medio del asedio, al que pronto se sumó también Arda Güler, otro que ha llegado al Madrid con el gol bajo el brazo.
Asedio y empate
Las Palmas había perdido ya esa facilidad para salir de la presión, para encontrar comodidad en el manejo de la pelota. Probablemente se lo veía venir. Parece imposible tener enjaulado a este Madrid durante 90 minutos. Hubo momentos en que solo se jugaba en área canaria, un hormiguero de atacantes y defensores en busca del espacio o de cerrarlo. Tal concentración es arriesgada para el que defiende. Así llegó una mano clara de Álex Suárez, penalti convertido por Vinicius para alcanzar el empate.
Las Palmas lanzó un par de zarpazos de autodefensa antes de volver a hundirse en su área ante el empuje de un Madrid más rápido, más combativo, más agobiado por un resultado que le alejaba del Barça más de lo conveniente. Ancelotti se jugó la última carta, Endrick, que tuvo su ocasión nada más entrar y Busquets le anuló un gol a Las Palmas por fuera de juego claro. Fue un final de western del que salió más herido el Madrid.