Dos grandes en horas bajas: Independiente y San Lorenzo exihibieron todas sus carencias
Empataron sin goles en Avellaneda; el Rojo jugó 75 minutos con diez hombres
Antes del partido, la comisión directiva de Independiente organizó un pequeño homenaje para quienes levantaron la última Copa Libertadores ganada por el club, 40 años atrás. Se enseñó el trofeo, se proyectaron imágenes, hubo aplausos, pero apenas un segundo más tarde, desde la popular sur partieron los gritos contra los encargados de dirigir la institución (alguno dedicados al presidente Néstor Grindetti), cánticos que se repetirían varias veces en el transcurso de la noche.
El contraste entre lo ocurrido en la semana con San Lorenzo encrespó todavía más los ánimos de una hinchada que tiene los nervios y la impaciencia a flor de piel. Mientras los de Boedo solucionaron a tiempo sus deudas, levantaron las inhibiciones y pudieron repartir sus refuerzos entre el césped y el banco de suplentes, los del Rojo continuaron una semana más como observadores desde la platea, convirtiéndose en el único equipo del torneo que aún no pudo inscribir a sus nuevos jugadores.
Julio Vaccari intentó compensar la teórica inferioridad con valentía, esfuerzo, presión alta y una defensa muy adelantada que achicaba el campo hacia adelante y partía al conjunto de Leandro Romagnoli en un 4-2-4 improductivo. No creaba juego ni peligro el local, pero la posesión le evitaba sustos e inclinaba la cancha hacia el área de Facundo Altamirano.
Hasta que en el minuto 15 Alex Luna malentendió los límites del ímpetu. En una jugada intrascendente, sobre el lateral y en mitad de campo revoleó por el aire a Malcom Braida con planchazo incluido. El árbitro Hernán Mastrángelo le rebajó la pena con tarjeta amarilla, el llamado del VAR le hizo cambiar el color por la roja.
Si de por sí el Rojo es hoy un club instalado de manera permanente al borde de un ataque de nervios, la expulsión prematura lo descompuso un poco más. En las tribunas arreciaron las quejas contra todos, propios y extraños; sobre el césped, a los jugadores se les evaporaron de pronto el orden y la escasa confianza que alcanzan a renovar después de cada golpe que reciben.
Comenzó a acumular amonestaciones y fallar pases cómodos el local, autocondenado a la apuesta de un contraataque improbable. Se encontró con el dominio San Lorenzo, que hasta entonces había tenido a la pelota como enemiga; y ahí los inconvenientes cambiaron de vereda. Porque los azulgranas casi nunca supieron qué hacer con la herramienta más importante del fútbol.
Romagnoli expone sin ambages sus intenciones: quiere transformar el perfil del equipo a su imagen y semejanza. Donde en la etapa de Rubén Darío Insúa sobraban defensores ahora se acumulan delanteros. Tantos, que desabastecen el mediocampo y ven complicada la tarea de recibir alimentos en buenas condiciones. Sólo Braida, con sus subidas por izquierda, ponía algunas gotas de lucidez a una ofensiva más obligada por las circunstancias que elegida como opción.
De más está aclarar que los 45 iniciales fueron la nada misma. Hubo que esperar 39 minutos para que alguien probase un remate al arco. Lucas González le pegó desde lejos, Altamirano miró y el balón se fue muy alto.
Volvió más calmado el Rojo desde el vestuario, recuperó cierto sentido su juego, Saltita González cruzó demasiado un zurdazo a los 5 y por un ratito la gente olvidó sus penurias. Hasta que a los 12, el Pipi mandó a la cancha a Nahuel Barrios y el Cuervo comenzó a dar síntomas de querer aprovechar el hombre de más y los nervios de su rival. A base de gambeta y movilidad, el Perrito le dio otra dinámica al insulso ataque visitante. A los 17, Rodrigo Rey les negó el grito de manera sucesiva a Cuello, Vombergar y Remedi y dio la sensación que todo se teñía de azulgrana.
Pero respondió Vaccari con Santiago Hidalgo y Diego Tarzia, resonó el “Vamos los pibes” en el Bochini y el Rojo se dispuso a dar batalla. Altamirano se lució dos veces ante Tarzia y el encuentro adquirió de improviso una dimensión que no había tenido, aunque no hubo modo de romper el cero.
Compacto de Independiente 0 vs. San Lorenzo 0
Desperdició la ocasión San Lorenzo, demostrando que le falta un mundo para ser un equipo con mayúsculas. Siguió sin ganar Independiente, su hinchada volvió a “recordar” a sus dirigentes en el cierre, pero sobre todo gritó por los chicos que sostuvieron el empate luego de 70 minutos con 10 jugadores. La bronca de los simpatizantes continuó tras el encuentro, en las entrañas del estadio. Independiente y San Lorenzo, sin duda, exhibieron sus carencias como para ratificar por qué son los dos grandes que viven las horas más bajas.