Crítica de El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder’ temporada 2. Un arranque alucinante, pero con altibajos
Ya hemos visto los tres primeros episodios y la serie da un paso hacia la madurez de sus tramas y personajes.
El tono es todavía más oscuro, la música de Bear McCreary, un espectáculo para los oídos. El tema de los Anillos de Poder resuena y se mezcla con el de Sauron, que convierte la desesperación de los elfos en un plan para conquistar la Tierra Media. Elrond (Roberto Aramayo) lo sospecha e intenta convencer a Galadriel y al rey Gil-galad (Benjamin Walker) de los peligros de confiar en estos artefactos. Se produce una fractura en la amistad de los dos elfos, una herida que el Señor Oscuro ha abierto entre Elrond y Galadriel.
El primer episodio comienza con la espectacular coronación de Sauron, que tal y como describieron los propios showrunners —J.D. Payne y Patrick McKay— culmina con su asesinato a manos de Adar, el padre de los Uruks (Joseph Mawle). La secuencia recuerda al asesinato de Julio César, ya que el personaje es traicionado y acuchillado en su momento de gloria. Pero el espíritu de Sauron, el más poderoso de los Maiar, no desaparece de la Tierra Media, de ahí que adopte las formas de otros individuos antes de recuperar su cuerpo real.
El plan de Sauron al descubierto
El antiguo vasallo de Morgoth teje una red de engaños para manipular a todos los pueblos de la Tierra Media. Necesita a los enanos, o más bien al Mithril que subyace bajo las duras rocas de Khazad-dûm. ¿Su herramienta? El artesano elfo Celebrimbor (Charles Edwards), el único capaz de forjar los Anillos de Poder. Como ya se había anunciado, Sauron toma la apariencia de Annatar, un elfo que susurra palabras aterciopelada en los oídos del maestro. Uno de los elementos más interesantes de esta temporada es el desarrollo de las dinámicas entre estos dos personajes, que intentan convencer a enanos y hombres para que tomen los anillos.
En este estreno, la serie de Amazon Prime Video nos ha dejado muchas ganas de saber más sobre el Forastero (Daniel Wayman), el misterioso mago que algunos fans han identificado como Gandalf. La serie juega con la identidad del personaje, ya que la mediana Nori (Markella Kavenagh) no para de sugerir posibles nombres, mientras ambos se adentran en un peligroso periplo. Al mismo tiempo, otro extraño hechicero hace acto de presencia y se revela como enemigo del Forastero, una trama que seguirá deshilándose en los próximos episodios.
El tercer episodio baja un poco la intensidad y se centra en otros personajes: Durin (Owain Arthur) y su relación con su padre, el rey bajo la montaña; Númenor y las consecuencias de la batalla que vio nacer Mordor. La sucesión al trono, las críticas a la labor de la reina regente (Cynthia Addai-Robinson) y la reacción de Adar al descubrir que Sauron no ha muerto. Elendil (Lloyd Owen), por su parte, sufre la supuesta pérdida de su hijo Isildur (Maxim Baldry) y las críticas de su hija Eärien (Ema Horvath). Quizá por el interés de otros personajes, la historia del elfo Arondir (Ismael Cruz Cordova) y del joven Theo (Tyroe Muhafidin) se nos ha hecho menos atractiva, aunque se percibe un conflicto que puede aportar matices interesantes. Lo mismo se puede decir de los personajes de Números: se han abierto demasiados melones.
Los dos primeros episodios de la segunda temporada de ‘Los Anillos de Poder’ quitan el aliento; el tercero va decayendo en las tramas más aburridas. La producción majestuosa y espectacular en lo visual se reviste de una música de sonoridad profunda y etérea, que bosqueja los contornos de unos personajes mucho más atractivos. Sauron es el eje central, el personaje del que fluye todo lo demás. Su protagonismo hace que la producción sea mucho más oscura y madura, sin que eso le reste un ápice de belleza. A falta de ver el resto de episodios, nuestras primeras impresiones no podían ser mejores.