Vinicius, en la cresta de la ola
El brasileño sopla las 24 velas en Ibiza, en la cima tras revertir su carrera. En verano planea balancear el descanso y el trabajo respecto a otros veranos.
Serán vacaciones a medias, como siempre. Aunque con una carga mucho menos exigente. El trabajo físico con Tiago Lobo, su preparador personal, seguirá presente. No obstante, la idea es minimizar las horas extra. Una táctica cuidadosamente diseñada donde se entiende que el descanso es tan importante como el ejercicio. Más si cabe después de una temporada donde los problemas musculares, que parecían ajenos al de São Gonçalo, aparecieron por partida doble (se perdió 14 partidos, 75 días, entre finales de agosto y Año Nuevo); y con un curso, el venidero, exprimido hasta el extremo. Si el Madrid llega a la meta en sus siete competiciones (Liga, Champions, Copa, Supercopa de Europa y de España, Intercontinental y Mundial de Clubes), el contador puede llegar a 72 partidos. Una locura.
Mutación
Entre ese chico que aterrizó en el Bernabéu el 20 de julio de 2018 y el que celebra en tierra ibicenca hay un mundo. El joven de gesto tímido ante 3.500 aficionados en su presentación ha evolucionado a cabeza visible de la lucha contra el racismo y fundador del ‘Instituto Vini Jr’ ideado para educar a niños sin posibilidades a través del deporte (hay varios eventos en el horno con fechas aún por confirmar). Ya nadie piensa en el desembolso de 45 millones en un adolescente, ahora es el futbolista más valioso del planeta (Transfermarkt le tasa en 180 M€, como a Bellingham, Mbappé y Haaland).
Una evolución derivada en una madurez impropia de sus 24 años. Personalidad que ha llevado a Vinicius a convertir mirra en oro. Donde antes había runrún, ahora hay anhelo. De sus 14 goles entre 2018 y 2021 a los 69 desde entonces. Tres temporadas siempre por encima de la veintena. Los frutos de las largas horas extra buscando el tino. Un problema convertido en virtud que le ha permitido redibujarse como delantero en el último Madrid de Carletto. Ahora aparece Mbappé en la ecuación. Vinicius, como hiciera con Bellingham, le abre los brazos.