Un River que le falta el respeto a River
El ciclo de Demichelis, sostenido con respirador artificial, se convirtió en una fábrica de pequeños desastres ante la postura dirigencial, que hace del choque ante Talleres un pleno a todo o nada.
Andrés Burgo, TyC
En tiempos oscuros, un River oscuro, rutinario en la tristeza cada vez que sale del Monumental. La derrota en Mendoza contra Godoy Cruz ya no sorprende en un equipo que perdió todos los partidos que jugó como visitante en el torneo, primero ante Argentinos, luego ante Riestra y hoy frente a un Tomba que no había ganado en todo el torneo. Este River se falta el respeto a sí mismo.
Los octavos de final de la Copa Libertadores ante Talleres se convirtieron en un insólito pleno a todo o nada para la continuidad de Demichelis o, dicho de otro modo, en algo parecido a un cheque en blanco. Mientras tanto, el equipo pierde funcionamiento en el juego y terreno en la Liga y en la tabla anual: nadie debería dejar de mirar la clasificación a las Copas 2025. Con los cantos de bronca y los silbidos de los hinchas “neutrales” en Mendoza, más el trago amargo del reciente 2-2 ante Lanús, el Monumental hablará el domingo ante Sarmiento.
Hasta las geografías conspiran contra el River de Demichelis. Si Mendoza siempre fue de River, pero especialmente durante la gestión de Marcelo Gallardo, el estadio Malvinas Argentinas se convirtió en una pesadilla para este ciclo, que en los últimos meses se transformó en una fábrica de derrotas: las eliminaciones en las Copas Argentina de 2023 ante Talleres y de 2024 contra Temperley, el amistoso 0-4 ante Independiente Rivadavia y ahora este nuevo golpe.
Por cierto, hacía rato que River no jugaba ante tribunas propias con tan poca gente como en Mendoza. Claro que se explica en la recesión que sufre la economía del país y en los disparatados precios dispuestos por la dirigencia del local (20.000 y 50.000 pesos), pero también en un equipo que sólo contagia indiferencia. El hincha siempre está dispuesto a pagar más de lo que hace falta, pero el amor es ciego hasta un límite: las canciones de protesta, con toda justicia, se escucharon muy claras.
En un eterno día de la marmota, Demichelis volvió a hacer cambios tácticos y de nombres y, sostenido en un Miguel Borja que sale de la casa y hace un gol, parecía que era la noche de River. Todo lo bueno que Colidio en su rol de mediocampista mostró en ofensiva lo perdió en defensiva, también -o sobre todo- perjudicado por un esquema que lo expuso: los dos goles de Godoy Cruz fueron calcados, con centros desde la derecha del ataque local.
Con el error de Armani en el segundo gol o una defensa que no defiende -los primeros partidos de Gattoni no fueron los esperados-, River demuestra que es un equipo con mandíbula frágil, que perdió el alma y que a veces parece jugar por jugar, con escenas parecidas a un fin de ciclo, como Borja tirándose al piso en función defensiva o Aliendro haciendo faltas dignas de expulsión.
En el segundo tiempo, con nuevos nombres, más cambios y otra acumulación de delanteros, River ratificó que es un equipo con el GPS roto, al que ni los refuerzos le cambiaron la cara. De hecho, ya ni parece que se trate de un asunto de apellidos. Acaso sólo de uno: Demichelis.