PARÍS 2024 | TENIS / Merci beaucoup, Rafa

Djokovic elimina a Nadal en su 60º duelo, que fue desigual y quizá el último individual del español en París, que sacó su orgullo en el segundo set. Sigue vivo en el dobles.

Jesús Mínguez
As
Fue un Nadal-Djokovic en el que Djokovic fue Djokovic y Nadal no fue tan Nadal. Fue Roland Garros pero no era el Roland Garros en el que se encumbró con 14 títulos el español, que tiene una estatua frente a la puerta 1 donde la afición hace reverencias, porque aquí es Dios. Fue un Nadal-Djokovic que, probablemente, clausuró una época, que es posible que no se pueda ver más y que finalizó en 1h:43, con un 6-1 y 6-4 para el campeón de 24 Grand Slams frente a otro que acumula 22. Un pulso desigual porque sus realidades son disparejas. Seguramente el último individual que dispute el balear en su santuario.

Djokovic, que animó a Rafa a comparecer ante Martin Fucsovics para danzar “un último baile” juntos, se apropió de la pista para marcarse un concierto al violín, Stradivarius en mano, como cuando hace el guiño hacia su hija Tara celebrando las victorias. La Chatrier recibió a su campeón con vítores, con el rugido que sólo él provoca. Pero el serbio se encargó de enfriar la caldera. Con Rafa vendado en su pierna derecha por problemas en el aductor, apuntado también al cuadro de dobles cosa que no hizo Nole, el lobo balcánico sabía que debía moverle. Pim, pam, pim, pam. Revés cruzado. Voleas. Break para 2-0, juego en blanco inapelable, break para 4-0, otro en blanco. Y primer juego de Nadal, celebrado como un gol, con la esperanza de que desatara la revolución y evitando un doloroso 6-0 que no había recibido nunca contra el serbio. Fue un 6-1 en 21 minutos.

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Nadal felicita a Djokovic en la red.
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Nadal felicita a Djokovic en la red. JUANJO MARTINEFE

Sobre la arcilla se ventilaba el duelo 60 entre ambos, el más repetido de la historia (31-29 ahora para el serbio). Diez veces se habían visto en Roland Garros, con ventaja de 8-2 para Nadal. Nole se presentaba como el único tenista que le había ganado dos veces, de los cuatro partidos que había cedido el español (los otros ante Zverev el pasado mayo y Soderling en 2009). Ya lo había advertido Nadal: “No sé al nivel al que podré estar”. Y la tozuda realidad recordaba que él venía de perder la final de un ATP 250 contra el modesto Nuno Borges y Djokovic la de Wimbledon frente a Carlos Alcaraz. Una balanza desequilibrada.

Aun con eso, Nadal, sabiendo lo que se le podía venir encima, no eludió el reto y se presentó generoso para intentar dar pelea. Y logró en el segundo set, en un ejercicio de orgullo en el que sacó golpes marca de la casa. Algún drive paralelo que evocó otros tiempos. Un aroma conocido. La tensión de hacer creer en la remontada porque tras ponerse 2-0 Djokovic, no se rindió en un día soleado y con 30º. Sus condiciones. Se vio 4-0 abajo y fue capaz de igualarlo. Tras hora y cuarto, se procuró la primera bola de break y el serbio se lo entregó con una doble falta (4-2). Y volvió a lograrlo para 4-4 tras un horrible remate de Nole, que vio que se metía en un lío y apretó el acelerador. Consiguió la rotura, sacó para ganar y no perdonó. El regusto, que iba a ser muy amargo, se quedó en agridulce.

Nadal se despide del cuadro individual de los Juegos. Pero no de Roland Garros, donde seguirá luchando por una medalla en dobles con Alcaraz mientras el serbio persigue el ‘Career Golden Slam’ que él ya tiene (los cuatro grandes y el oro olímpico). Un día duro. Previsible pero al que no volvió la cara el balear. Por eso, siempre, merci beaucoup, Rafa.

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