PARÍS 2024 | SALTOS / El método Daley para ser feliz
El saltador, que se ha colgado una plata tras dos años retirado y menos de 15 meses de preparación, relata que hace la mitad de entrenamientos y en lugar de torturarse como antes, se dedica a disfrutar.
El saltador británico, que debutó en Londres 2012 con 14 años y que a los 30 compite ya en sus quintos Juegos, hablaba este martes, durante un acto que la firma deportiva Adidas organizaba en París, de la plata conquistada un día antes junto a Noah Williams en el Centro Acuático, en los saltos sincronizados desde la plataforma de diez metros. Aunque en realidad hablaba de la vida. “Fue muy bonito poder saltar frente a mis amigos y mi familia, junto a mis hijos. Y también porque hace 18 meses estaba retirado”, recordó, sobre aquella visita al museo olímpico de Colorado Springs donde su pequeño Robbie le animó a regresar.
No solo fue cuestión de unos pocos meses la clasificación de Daley para los Juegos desde que se puso de nuevo manos a la obra. Es que, además, cambió por completo el programa de entrenamiento que había tenido en sus anteriores preparaciones olímpicas. “Para Rio hacía 11 sesiones a la semana, que rebajé a diez camino de Tokio. Pero esta vez he ido haciendo cinco por semana”, enumeró el deportista, que alegó una poderosa razón: “Quería conciliar el trabajo con mi vida privada, que para mí es lo más importante”.
En virtud de esa nueva escala de prioridades, sus entrenamientos se ihan limitado al horario entre las siete y las diez y media de la mañana. “El resto del día era para estar con mis hijos, con mi familia. Tiempo de calidad, como el que pasé durante mi retiro de dos años, en el que disfruté de cada momento sin sentir que estuviera perdiendo parte de mi vida”, aseguró.
El británico, a quien se ha visto estos días haciendo ganchillo en la grada del Centro Acuático igual que hizo en Tokio 2020, completa ese método para ser feliz -y medallista olímpico- con un drástico cambio de chip. “Me torturaba tan desesperamente que no me permití disfrutar del camino. Sentía la presión y tenía ansiedad”, relató, sobre su búsqueda pasada de resultados, una autoexigencia que le pasaba continuamente factura. “Pero me pregunté qué sentido tenía convertir los Juegos Olímpicos en una competición horrible. En realidad, simplemente hay que venir y disfrutarla, porque la atmósfera que los rodea es impresionante”, resolvió Daley.