EURO 2024 | PORTUGAL 0-0 FRANCIA (3-5) / A España le viene el coco

Francia, sin necesidad de un Mbappé que fue cambiado, elimina a Portugal por penaltis y será rival de La Roja. João Félix falló el definitivo. Los franceses, un hueso.

Aritz Gabilondo
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Sin necesidad de Mbappé, con un fútbol básico y rudimentario, Francia está en semifinales y será el rival de España. Un coco, un hueso, porque tan desesperante es verle jugar como difícil es ganarle. Los penaltis le salvaron de caer ante una Portugal que fue mejor y que tuvo a João Félix como triste protagonista. Su fallo en la tanda pone broche a un torneo calamitoso para él. Su país se va para casa; él queda bajo sospecha como de costumbre.

España, en cualquier caso, está avisada de lo que le viene. Si Francia pretende jugar a que no pasen cosas, lo consigue. Su bloque de hormigón no invita a muchas alegrías, pero neutraliza bien al rival. No brilla, resiste. No divierte, gana.

Al habitual cemento en mediocampo, Deschamps incluyo esta vez a Camavinga por el sancionado Rabiot. Huele a la legua que al técnico no le gustan las alegrías que de vez en cuando se toma el futbolista del Madrid, que por querer salirse de la norma a veces arriesga lo que su entrenador precisamente no quiere que arriesgue. El orden, el que tenía como jugador y ha dotado siempre desde que es seleccionador, están por encima de todo.

Portugal fue dueña del balón casi por decreto. Le gusta ese rol y además Francia no hizo mucho por arrebatárselo. Roberto Martínez ofreció libertad a Bernardo Silva para que fuera un centrocampista más. Y de nuevo, como en todo el torneo, dibujó una autopista a Rafael Leão por la izquierda para que encarase.

Con el extremo del Milan uno no sabe qué pensar. Llega al área en dos zancadas y luego se le nubla la mente al decidir. Así fue su noche, desbordando a Koundé y desquiciando después a Cristiano. Pasó una vez. Pasó otra. Pasó miles.

El partido era previsible. Portugal dominaba sin hacer daño y Francia esperaba hasta aburrir al mismísimo Mbappé. La conexión más dañina de los franceses estuvo por la izquierda entre él y Theo; de hecho, el lateral milanista es el que más cerca estuvo de marcar con un disparo que repelió Diogo Costa.

En ese territorio comanche en el que se desenvuelve Pepe a las mil maravillas, también apareció esporádicamente Griezmann, el único halo de fútbol en un equipo industrial a más no poder. De Cristiano hubo menos noticias incluso. Con otra actitud, con otro espíritu, no pudo con Upamecano ni con Saliba, central este de muchos millones el que tiene Arteta en el Arsenal. Por salirse del guion de lo sucedido en octavos, hasta dejó lanzar una falta al borde del área a Bruno Fernandes que mandó fuera. Ver regalar ocasiones así a Cristiano era lo último que se esperaba de un duelo que se presuponía como su último en Eurocopas.

Cambio de rumbo

A los portugueses un escenario sin sobresaltos no les interesaba. Sus opciones pasaban por abrir el partido, aun a riesgo de perderlo. La naturaleza de este equipo, y la calidad de sus jugadores, no permite ver pasar las noches sin voluntad de atacar.

Se estiró por ello en busca de la portería de Maignan y comenzó a resquebrajarse el desenlace. Bruno Fernandes y Vitinha tuvieron en su mano el partido, pero se toparon con el portero galo a pesar de rematarle a bocajarro. No tiene tanto nombre como por calidad debería Maignan, algo similar a lo que ocurría con Lloris antes de él.

Francia, con espacios, también se desperezó. La entrada de Dembélé por Griezmann le aportó vitaminas nuevas. Kolo Muani revivió sus fantasmas de Qatar fallando un mano a mano similar a aquel contra el Dibu en el Mundial. También Camavinga, que fue creciendo en el partido, olfateó el gol en pleno tiroteo en las dos áreas. Con Dembélé sobre el campo no podía pasar lo contrario.

Portugal vivía sin red, pero fiel a sí misma, y Francia jugaba a lo que no acostumbra, sufriendo atrás más de la cuenta y pudiendo correr con los galgos con los que Deschamps quiso evitar la prórroga: Mbappé, Thuram y Dembélé. No hubiera sido justo ganarle así a una Portugal más propositiva, y la prórroga se encargó de dictar sentencia.

No hubo otro equipo que el portugués en ella, dominante, generoso, cercano siempre al triunfo. Con Bernardo Silva por dentro y Vitinha como socio, rozó la gloria con Cristiano y con Leão. Mbappé, que andaba noqueado tras sufrir un pelotazo en la máscara, fue cambiado y las opciones de Francia pasaron por resistir hasta los penaltis.

Tiró Roberto Martínez de la imprevisible baza de João Félix, y hasta pudo marcar. Igual que Nuno Mendes en la última jugada, agónica. Pero la noche quiso que fueran los penaltis los que resolvieran. En ellos los franceses no fallaron y sí lo hizo João. Duro castigo para él y para Portugal. Gran premio para Francia y para Mbappé, el coco que le viene a España en las semifinales. Toca sufrir. Seguro.

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