Sexo, drogas, espías... y Los Panchos: la ‘otra historia’ de los grandes “pioneros” de la música latinoamericana
Con cerca de 1.200 canciones grabadas y casi 50 años de giras ininterrumpidas por todo el planeta, el trío es uno de los grupos más importantes del siglo pasado. Pero tras las bambalinas, hay un relato a la altura de los rocanroleros más salvajes
Los protagonistas de este relato son Chucho Navarro y el Güero Gil, el simpático y el malote, el carismático y el irascible. “Recuerdo a mi padre muy jovial. Siempre estaba de buenas, siempre tenía un pretexto para cantar, para componer”, recuerda Carilú Navarro. “Y el Güero era tremendo, hizo muchas fechorías. Era muy talentoso, pero era muy tremendo. Y el que siempre lo sacaba de las broncas y el que lo cobijaba cuando tenía problemas, porque llegó a tener problemas legales graves, era Chucho Navarro. Tenían una relación muy, muy simbiótica, muy, muy entrañable. Como compañeros de trabajo, pero también como hermanos”. Alcohólicos, mujeriegos, apostadores y pendencieros, Gil y Navarro tuvieron una vida trepidante que parece no encajar con el carácter dulce y romántico de sus composiciones. “Eran unos vagabundos. Andaban constantemente por todo el mundo, y para ellos lo fundamental en su vida era tocar y cantar y tener éxito y tener dinero”, dice Gustavo Leal, historiador mexicano y experto en el grupo. “Tener dinero y tener mujeres”.
Una vida de película
Los orígenes de la pareja que luego fundaría Los Panchos podrían pertenecer a uno de los melodramas de la Edad de Oro del cine mexicano que más tarde ellos mismos ambientarían con su música.
Alfredo Bojalil Gil era hijo de un inmigrante libanés y una mujer mexicana, que murió cuando él era pequeño. “A la muerte de mi mamá, papá se fue a Mizantla, Puebla, a hacer su fortuna. Trabajábamos de arrieros: hacíamos viajes y a mí me tocaba llevar las mulas cargadas”, contó Gil a la revista Somos en 1995. “Pero mi padre nunca pudo reponerse de la muerte de mi madre, ni de la traición monetaria de uno de sus hermanos, por eso tuvo varios intentos de suicidio. Finalmente, en un cafetal, se dio un tiro en la sien”. Lo hizo delante de él. Y no fue el final de las desgracias. “Posteriormente, en una ocasión está en el campo disparando a los pájaros y el Güero dispara y le hiere a su hermano y el hermano pierde el brazo”, cuenta Tito Ortiz, autor de una biografía del grupo.
Huérfano de padre desde muy niño, Chucho Navarro había aprendido a cantar y tocar en la fonda de su madre para atraer a la clientela, pero su estricta familia -su abuelo era el general Juan José Navarro Ibargüengoitia, “de las filas de don Porfirio Díaz, que ganó muchas batallas en el norte y el centro del país y que no quería que mi papá tuviera nada que ver con el medio artístico”, cuenta Carilú- lo impulsó a estudiar Medicina. “Entonces, cuando papá termina la carrera, le lleva el título al abuelo y le dice: ‘Aquí está mi título de médico, pero no quiero ejercer como médico, quiero ser músico’. Y el abuelo le dice: ‘Ah, pues te desheredo, te vas de la casa’. Y entonces papá empezó como trovador a buscar suerte en los mercados”.
Y como las balas perdidas a menudo se terminan encontrando, Navarro conoció a Alfredo Gil y se fue con él y con su primo a probar suerte en la Gran Manzana. Años después, cuando Felipe Gil los dejó tirados después de casarse, Alfredo Gil y Chucho Navarro decidieron crear su propio trío musical: contrataron a un cantante como “primera voz”, el puertorriqueño Hernando Avilés, a quien conocían de los bares y clubes de Manhattan, adoptaron un nombre que todo el mundo identificaba como símbolo de lo mexicano -por Pancho Villa y por Pancho Pistolas y Pancho Pantera, dos personajes infantiles-, y así, el 14 de mayo de 1944, Los Panchos se presentaron por primera vez en el Hispanic Theatre de Nueva York.
¿A Los Panchos los creó la CIA?
La respuesta a esta pregunta que parece descabellada es “no”, sobre todo porque la Agencia Central de Inteligencia nació más tarde, en 1947. Pero no es tan descabellado ligar el éxito inicial de Los Panchos con la labor propagandística del Gobierno de Estados Unidos en la II Guerra Mundial.
Lo cuenta Benjamin Han, profesor en la Universidad de Georgia (EEUU) y experto en la influencia de la música latinoamericana durante la Guerra Fría. “La política del buen vecino fue una política exterior de Estados Unidos hacia Latinoamérica para convertir a esta región en aliada en la lucha contra el comunismo. Como parte de ella, utilizó la cultura popular e impulsó a muchos músicos de América Latina para crear la sensación de que todos eran socios y aliados frente al bloque comunista”, explica. “De ahí vinieron iniciativas como La Voz de América (un servicio de radio y televisión internacional financiado por el Gobierno estadounidense) y la Cadena de las Américas que Edmund Chester dirigió en la Columbia Broadcasting System (CBS). Y detrás de todo ello estaba seguramente la Agencia de Información de Estados Unidos”, añade.
¿Y qué tienen que ver Los Panchos en todo esto? Integrado por dos mexicanos y un puertorriqueño que tocaban desde Nueva York, el trío -con sus canciones universales sobre el desamor y la añoranza- fue uno de los principales grupos promovidos por la CBS para convertirse en un símbolo del panamericanismo.
En estos primeros años, su presencia fue constante en la Cadena de las Américas y su programa Viva América, que se transmitía a todo el continente por onda corta. La CBS -bajo la supervisión del Departamento de Estado de Estados Unidos- organizó también las primeras giras de Los Panchos por campamentos militares de Estados Unidos, un compromiso que tenían que cumplir casi todos los artistas que residían en el país. Desde entonces la CBS fue su casa, la discográfica que siempre publicaría sus discos y organizaría sus conciertos, incluso después de ser adquirida por Sony en la década de los 80.
“La radio y el programa Viva América le dieron una exposición extraordinaria a Los Panchos. Y la gente escuchaba a Los Panchos en toda América y no podía identificar el sonido, de dónde venía eso, de dónde venía ese sonido tan agudo, ese estilo. Y la gente se sentía impactada”, dice Tito Ortiz. Ese sonido venía del requinto, un instrumento más pequeño que una guitarra y cuya invención se atribuye precisamente al Güero Gil. “Y el requinto da lugar al sonido tan característico de Los Panchos y a que comiencen a cantar boleros y tener un éxito arrollador”, destaca Ortiz.
La vuelta al mundo en un par de días
Cuando Los Panchos vuelven a México en 1948, ya son famosos gracias a la radio y a la difusión de sus discos por parte de la filial mexicana de la disquera Columbia, de la CBS. “Hubo una ocasión en la que tuvieron que ir los bomberos a abrirles paso, de la muchedumbre de gente que les esperaba en la calle”, cuenta Arnulfo Tamez, otro de los panchólogos que han estudiado la carrera del trío, y que los vio en directo por primera vez “en un teatro de la ciudad de Monterrey el día 2 o el día 3 de mayo de 1949, cuando apenas tenían cuatro meses de haber llegado a la Ciudad de México”.
En la capital decidieron instalar su nueva base de operaciones: por el día tocaban en la emisora de radio XEW, la más importante del país, en un programa patrocinado por Nestlé; por la noche, actuaban en multitud de clubs nocturnos como El Patio -el cabaret al que se iba vestido de etiqueta y por donde pasó todo el que era alguien en la época-; y entre medias aparecían en alguna película (participaron en cerca de 40).
Y luego llegaron las giras: Brasil, Puerto Rico, Estados Unidos, Colombia, Bolivia, Chile… Allí se pelearon con Hernando Avilés -literalmente, porque tanto Navarro como él habían sido boxeadores- y lo sustituyeron por Raúl Show Moreno.
Entonces comenzó un desfile de “primeras voces” que, por unas razones o por otras, por lo general no durarían mucho en Los Panchos: tras el boliviano Raúl Shaw, que estuvo en el trío entre 1951 y 1952, pasaron por allí Julito Rodríguez (1953-1957), de nuevo Hernando Avilés (1957-1959), Johnny Albino (1959-1966), Enrique Cáceres (1966-1972), Ovidio Hernández (1972-1976) y Rafael Basurto (a partir de 1977). “Es curioso, porque las primeras voces fueron rotatorias en Los Panchos. Lo cual quiere decir que la primera voz no era lo central, aunque uno escucha ‘primera voz’ y cree que debe ser la referencia del grupo, pero acá realmente no”, señala Pavel Granados, exdirector de la Fonoteca Nacional mexicana y especialista en música popular de su país.
¿La razón de este desfile de primeras voces? Aunque cada caso tuvo sus propias circunstancias, todas se pueden resumir en una: no era fácil aguantar el ritmo de Gil y Navarro.
Así lo recuerda Enrique Cáceres, el hijo de Enrique Cáceres, que a mediados de los años 60 se convirtió en la primera primera voz de origen mexicano de Los Panchos: “Sí, era muy complicado. Mi papá llegaba a casa, podía estar dos días y después se iba a una gira de tres meses. Me contaba que en Japón tenían todo cronometrado de una manera impresionante, en la que prácticamente no había tiempos de descanso. Viajaron prácticamente por todo el mundo, pero lo que decía mi papá es que uno puede imaginarse que conocieron el mundo, pero no. No había tiempo. De estar una semana en Ecuador y después irse a Alemania, pasaban a Suecia y luego iban a Perú, etcétera. Era un frenesí impresionante”.
Estuvieron en todas partes -”solamente a Australia no fuimos, porque me dieron unas palpitaciones y dije que no quería ir allá”, contó Alfredo Gil-, cantaron en muchos idiomas -inglés, griego, japonés-, vivieron a tope -”Alfredo exigía que cada uno de ellos llegara a los conciertos en su propia limusina”, destaca Enrique Cáceres- y fueron parte integral de la historia de la segunda mitad del siglo XX: tocaron en la Cuba prerrevolucionaria, antes de salir por patas cuando las tropas de Fidel Castro ya entraban en la capital; dieron conciertos en la Unión Soviética -donde el Güero se enamoró de la traductora y, al no poder llevársela a México, escribió un artículo en contra de las condiciones de trabajo del lugar-; actuaron en Medio Oriente, África y Europa; y bebieron sake con el emperador Hirohito en Japón.
En este último país tuvieron un éxito inesperado. “Al abrirse las relaciones nuevamente entre México y Japón en 1955, Japón se interesa por la cultura mexicana de manera muy especial, y en particular por la música de los tríos”, explica Sergio Hernández, profesor del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México y experto en estudios japoneses. “Entonces la radio japonesa los invita a tocar en vivo, y deciden cantar en japonés, aunque no entiendan nada, y esto va a lanzar su popularidad: aparecen en televisión y se presentan en la Olimpiada de Tokio de 1964″.
Incluso surgen imitadores, tríos latinos formados por japoneses que cantan boleros en su idioma y les copian el nombre: Los Panchos de Tokio, Los Panchos de Osaka, Los Panchos de Nagoya, Los Panchos de Fuji. “Hay toda una generación de japoneses que aprendió a hablar español a través de los boleros de Los Panchos”, afirma Carilú Navarro.
Alcohol y balazos
En todo este frenesí de viajes, conciertos, encuentros y desencuentros, muchos entrevistados y numerosos testimonios de la época coinciden en que hubo además litros de alcohol, drogas, un par de tiroteos y una mujer en cada puerto (de hecho, ni los biógrafos ofrecen un número fiable sobre cuántos hijos tuvo Alfredo Gil, pero pudieron rondar la veintena).
Navarro y Gil eran compañeros, amigos, socios, hermanos, compinches. Siempre juntos, de una aventura a la otra. “A papá no lo sacabas del bingo o del casino. Siempre encontraba la forma de meterse en algún casino”, recuerda Carilú Navarro. “Chucho jugaba mucho. Y en una ocasión en la que parecía que se iba a estrellar la avioneta en la que iban, como le debía dinero a Alfredo Gil, se despidieron y le dijo: ‘Bueno compadre, para irme limpio de este mundo, sin deudas, te pago lo que te debo’”, cuenta Enrique Cáceres. “Total, el piloto logró hacer una maniobra admirable, acabaron aterrizando, y cuando bajaron lo primero que dijo Chucho fue: ‘De haberlo sabido no te pago, compadre’”.
Pero la personalidad más grandiosa era la de Alfredo Gil: generoso, volcánico, imprevisible… “Era muy, muy temperamental. Pero también era muy dulce y muy cariñoso. Era un pastel con una cereza arriba de esas que tienen mil sabores. Pero cuando se ponía violento, sacaba la pistola”, comenta Carilú Navarro. “Siempre andaba por ahí con chófer y con pistola”.
Y en una ocasión, la bronca acabó en tragedia. Así lo contó la prensa de la época: “Alfredo Bojalil Gil, internacionalmente famoso requinto del original Trío Los Panchos, ingirió licor en demasía, se enfrentó con un compadre suyo en un centro nocturno y fue golpeado en la cabeza con una pistola; se retiró en auto y volvió armado con una escopeta, hizo varios disparos y se desplomó sin vida inocente mesero. (...) Por una deuda de 400,000 pesos de la época, el Güero Gil y su compadre, Leodegario Hernández, propietario del establecimiento, comenzaron a discutir. Fue cuando el artista sacó una pistola y le dijo a Leodegario: ‘Si así queda saldada la deuda, mátame’. Lejos de matarlo, el dueño del Prado Floresta abofeteó a Alfredo y ‘lo cañoneó’ con la pistola, hasta lesionarlo en el cráneo. El agredido se fue a su domicilio, para retornar con la escopeta 30-30, con cuya culata destrozó un cristal del Prado Floresta, mientras retaba a su compadre Leodegario: ‘Por cobarde, ahora sí estamos parejos’. Alfredo Bojalil Gil hizo dos disparos al aire y, de pronto, sonaron otros balazos y se desplomó sin vida Salvador García González, de 22 años de edad”.
Alfredo Gil fue arrestado, pero pronto quedó en libertad cuando se demostró que los disparos que mataron al camarero provenían de la pistola del dueño del bar -que se dio a la fuga-, y no de su escopeta. No fue el único escándalo que protagonizó. En otra ocasión, pasó seis meses en prisión “tras resolver a tiros una disputa económica con un promotor”. “Tenía una fortísima adicción a la cocaína y todo el tiempo estaba en la cuerda floja, rompiendo las reglas”, afirma Carilú Navarro. “A mí me han platicado anécdotas que no te las crees”, añade Gustavo Leal… sin entrar en detalles. “La historia de Alfredo Gil es bastante larga, trágica en algún lado, extraordinaria en otro. Es un tipo bastante complejo. Pero yo creo que la mayor faceta es la del genio creador”, opina Tito Ortiz.
Cuenta la leyenda que, en su lecho de muerte, cuando Los Panchos le fueron a visitar al hospital, el cantante y actor mexicano Jorge Negrete les dijo: “Ustedes, que han sido unos bandidos en esta vida, que se han bebido todo y han hecho las barbaridades más grandes, mira lo saludables que están; y a mí, que me he abstenido de todo, viene a tocarme esta desgracia”.
El éxito en España: de ‘Si tú me dices ven’ a Almodóvar
En su medio siglo de carrera, Los Panchos tuvieron muchas etapas y muchas cimas, como el disco que publicaron en 1964 junto a Eydie Gormé. Pero en España, su fama llegó sobre todo a finales de la década de los 70, ya con el mexicano Rafael Basurto como primera voz, y gracias al tema Lodo, más conocido como Si tú me dices ven. Ese disco vendió casi cuatro millones de copias en nuestro país y situó a Los Panchos entre las estrellas más cotizadas de la época. “Nos llamaron para tocar en el estadio Vicente Calderón. Creo que había unas 115.000 personas. Cuando cantamos Si tú me dices ven, toda la gente, como un coro celestial, comenzó a cantarla”, ha contado Rafael Basurto en numerosas ocasiones.
Y luego llegaron las películas de Pedro Almodóvar. “Quien resignifica en España el bolero es Almodóvar. Era una música, vamos a decir, heterosexual y burguesa acomodada, y en los años 80 le da una vuelta, como en La ley del deseo, en la que utiliza la música de Los Panchos para destacar una relación homosexual”, explica Julio Arce, doctor en Historia y Ciencias de la Música en la Universidad Complutense de Madrid.
Los propios Panchos no entendieron del todo este uso que hizo el director español de su música, como cuenta Carilú Navarro entre risas. “Todavía papá vivía y lo llevé a la Cineteca a ver La ley del deseo. Papá generalmente se quedaba dormido en el cine. Pero en esta película no se quedó dormido y cuando estaba terminando, le digo: ‘¿Qué te parece?’ Dice: ‘Ay, mija, yo le escribí esta canción a tu madre, cuando le pedí matrimonio, con el amor más genuino que un hombre le puede tener a una mujer... ¿Y estos putos?’ Luego dice: ‘¿Me van a pagar regalías?’ Le digo: ‘Sí, ahí está tu ficha, ahí está tu nombre, la canción es el tema musical de la película’. Dice: ‘Bueno, entonces no importa, no importa’”.
¿Cuántos Panchos existen hoy?
A principios de los años 80, Alfredo Gil ganó un premio gordo en la lotería -”se sacó como 1 millón de dólares”, cuenta Carilú Navarro- y se retiró del grupo. Dejó la música, pero no la vida de rockero desenfrenado.
“Se compró una casa maravillosa, y una de las veces venía con un cigarro en la boca y con una caja de éter. Se tropezó, se le reventó, se le incendió la casa, y como venía puesto, se sentó en la piscina a ver cómo se le quemaba la casa”, cuenta Carilú Navarro. “Y ya pasados los 70 años, siguió engendrando hijos sin parar”.
Chucho Navarro, Rafael Basurto y Gaby Vargas -que sustituyó a Alfredo Gil- mantuvieron viva la llama de Los Panchos hasta la muerte de Navarro en 1993 (Gil moriría más tarde, en 1999).
Y ahí empezaron los problemas. Sin un acuerdo sucesorio claro entre Gil y Navarro, varias personas empezaron a esgrimir documentos legales diversos y varios grupos reclamaron ser “los verdaderos herederos de Los Panchos”, subiéndose a los escenarios con este nombre.
Por un lado, Gaby Vargas montó su propio trío; por otro, Chuny Navarro -hijo del Chucho Navarro- hizo lo mismo; y Rafael Basurto se presenta como “la última voz de Los Panchos”. A ellos se han sumado varios tríos pirata que han utilizado el nombre a lo largo de los últimos años. Todo este lío se ha visto salpicado por numerosas demandas y litigios entrecruzados. La guerra ha sido larga, cruenta y desagradable.
“Estamos en litigio. Hemos estado en litigio todos estos años porque los derechos de mi padre se los han quitado. Entonces yo tengo un litigio y no quisiera hacer mucho aspaviento, porque es como darle armas al enemigo”, cuenta Chuny Navarro.
La reconciliación parece imposible. En 2015, Rafael Basurto y Gaby Vargas anunciaron la gira Reencuentro, en la que parecían haber dejado atrás sus diferencias. Pero, como contó el Diario Sur, justo antes de actuar en Málaga, “algo sucedió la noche previa. Tras serias diferencias, el requinto Gaby Vargas decidió tomar un vuelo a México y cancelar su presencia en Málaga. Se esperaba que Basurto diera una explicación sobre el escenario. Pero ni una palabra”.
“Lo que sigue en litigio es el uso del nombre artístico. Por ejemplo, yo ahora no puedo trabajar como Los Panchos”, destaca Chuny Navarro. “Y en el tema de las regalías, nos hemos encontrado con obras que estaban siendo saqueadas y que tenía registradas otra persona”. “Después de la muerte de Alfredo Gil y de Chucho Navarro, Los Panchos se volvieron un botín más de extraños que de propios”, finaliza Carilú Navarro.
La historia de Los Panchos, sin embargo, es mucho más grande que estos conflictos, tragedias y anécdotas sombrías. Más allá de todo esto, hoy todavía quedan las canciones. “Son grabaciones inmortales. Suenan exuberantes, suenan maravillosas. Hasta el día de hoy, no han envejecido”, comenta el periodista musical Ernesto Lechner. “Ahora que la música latina está triunfando en todo el mundo, hay que destacar que Los Panchos son los pioneros, son los arquitectos de todo lo que vendría después”.