River necesitó cambiar el esquema y espabilarse: el resto lo hicieron Borja y la endeblez de Tigre
No le funcionó el 4-3-3 en el primer tiempo; cambió la imagen en la segunda etapa, con un volante más (Barco) y un dominio sostenido
Necesitó espabilarse River y hacer un ajuste imprescindible –un volante más (Barco) en lugar de un delantero (Colidio)- para someter a un Tigre con buenas intenciones, pero excesivamente tierno, inconsistente.
El equipo de Martín Demichelis sigue teniendo la luz de los goles de Miguel Borja para emerger de las sombras y los momentos oscuros. A diferencia del jueves por la Copa Libertadores, esta vez hubo más aplausos que silbidos para el entrenador. Ya es ocioso el seguimiento de la reacción que despierta la mención de Demichelis por los altavoces, porque todo empieza y termina ahí, no tiene ninguna derivación en el resto del partido. Y todo es muy fluctuante, influido por el resultado anterior, como si el hincha tampoco no terminara de decidirse ni de fijar una postura sobre el entrenador. Es muy probable que sea así hasta el último día de Demichelis en el cargo.
River no se hace ningún bien con el sistema 4-3-3. No cubre racionalmente los espacios, se le dificulta el control del mediocampo, el equipo queda muy asimétrico entre sus líneas. Al menos, con los intérpretes que elige Demichelis, el esquema no ofrece muchas garantías. Ni es muy ofensivo y tampoco se cubre con seguridad. Un mediocampo con Kranevitter, Fonseca y Echeverri no es suficiente para hacerse con el control de un partido. No hay cohesión ni una línea de juego.
Kranevitter sigue encorsetado entre la irrelevancia futbolística y su físico de cristal: a los 36 minutos salió con una lesión muscular que lo hizo llorar de la impotencia. Fonseca es tan desinhibido como desordenado, y Echeverri es pura impronta individual, se propone más gambetear que construir juego. Y Colidio siente la banda izquierda como un destierro.
Lo más destacado de River 3 - Tigre 1
River no se puso en ventaja por méritos propios, sino porque Ferreyra defendió un córner como si fuera un voleibolista; manotazo a la pelota y penal, convertido por Borja con un certero remate. El colombiano sigue siendo un seguro de vida en ataque; lleva 45 goles en 87 encuentros con la camiseta de River, 22 en lo que va de esta temporada.
Tigre no vino al Monumental a salir de su pésima actualidad con un plan rústico o amarrete. Apostó por la pelota, las combinaciones, le imprimió una cuota de audacia a sus movimientos. Una propuesta loable a respaldar con individualidades que no impresionan a nadie. Una defensa con un bajo promedio de edad, el referente Cardozo en el medio y piezas de ataque que necesitan estar en su día para desnivelar. Con esos recursos escasos, Tigre era capaz de dar cuatro pases seguidos, algo que no conseguía River, desarticulado por donde se lo mirase.
River ganaba por un regalo rival. Tigre no se desanimó, mantuvo sus convicciones. Un equipo liviano, pero al menos con una idea de juego. Había creado suficientes situaciones para empatar. En una ocasión se apuró Maroni, en otra falló Armoa, en la siguiente se le fue larga a Galván y un poste le negó al gol a Ferreyra. River hizo su “aporte” para mitigar la falta de eficacia rival: Paulo Díaz se confió en un pase, se le escapó Armoa y la apurada salida de Armani completó el combo con el penal, que convirtió Maroni. Final del primer tiempo, el 1-1 dejaba malparado a River en funcionamiento y resultado.
La segunda etapa tuvo otro color para River. Estuvo más fluido en la circulación de la pelota. El cambio de dibujo, con Barco por Colidio, le sentó mejor, empezó a reconocerse como equipo. También se esmeró por ser más profundo. A este giro en el rendimiento había que confirmarlo en el arco rival. Y para eso está Borja, el que aporta tranquilidad y cambia preocupación por festejo. El colombiano, tras un control con giro dentro del área, puso el 2-1. Se estableció la conexión Solari –mandó el centro desde la derecha- y Borja que había faltado en la primera etapa.
Ahora sí el encuentro dejaba de ser parejo, y pasaba a tener a River como actor principal. Tigre profundizó todas las flaquezas que venía insinuando, ya atacó más esporádicamente y con menos acompañamiento. Casco se encontró con una autopista libre para avanzar y asistir a Solari, derribado por Fernández. Penal. Borja le cambió el palo a Zenobio para mantener la eficacia y sellar el 3-1. Segundo hat-trick del N° 9 en el año, tras el que le convirtió a Vélez por la Copa de la Liga. Tuvo el cuarto frente al arco, pero increíblemente definió desviado.
Entró Mastantuono y exigió un revolcón de Zenobio. River terminó cómodo, después de un comienzo dubitativo, con esas lagunas que tanto le afean la imagen y que despiertan tantas dudas sobre sus posibilidades futuras, ante exámenes más exigentes que este Tigre. En una noche fría, al calor del Monumental cocinó el triunfo.