Por suerte Boca es distinto
Los muchachos aprendieron la lección y defendieron el triunfo ante Vélez antes que nada. Por suerte en la vereda de enfrente siguen bancando a Demichelis.
Boca tiene que ganar todos los partidos. Todos. Pero algunos más que otros. Los clásicos, los mano a mano y algunos que son muy especiales. Este, contra Vélez, como el próximo frente a Almirante Brown, era muy importante. No por el rival en sí, sino para terminar de espantar algunos malos augurios que habían quedado impregnados en el pasado reciente. Aquel partido con Fortaleza en la Bombonera, la eliminación frente a Estudiantes o el penoso ante Platense de la fecha pasada. Es posible que a este Vélez sin muchas luces pero joven e impetuoso no se le haya ganado con la holgura que indican los nombres, la jerarquía y la carrera de muchos jugadores, pero se le ganó. Y eso es lo más importante. Cumplir con ese mandato, antes que nada, por encima de cualquier pretensión estética.
Esta vez, al último tiro libre no fueron los centrales: se quedaron plantaditos esperando la contra. Es una pena que no lo hayan puesto en práctica antes, pero al menos es una lección aprendida. Boca ganó bien. No le sobró, pero ganó bien, con justicia, sin demasiados lujos salvo la gragea de fútbol fantástica de Medina en el gol de Cavani que ojalá se convierta en un tratamiento prolongado y efectivo. Medina tiene esas cosas que lo hacen distinto, además de que nunca se esconde -le salgan bien o mal las cosas-, cubre la pelota como pocos y puede hacerse cargo perfectamente cuando a Equi o Zenón, como anoche, les tapan los espacios, los enciman, no los dejan jugar.
Desde lo estrictamente futbolístico, no hay mucho para rescatar. Alguna trepada de Blanco -más una salvada sensacional, casi un penal atajado-, la muy buena noche de Romero aguantando los trapos con un par de tapadas realmente salvadoras, como la del final. Cierta solidez de Di Lollo, también. La mala mala es la nueva lesión de Anselmino, el pibe al que todos consideramos crack sin haberlo visto jugar, casi. Otra vez se rompió, entró en el círculo Langoni, hay que pararlo un tiempo, ponerlo en condiciones y apuntar a que sea lo que todos creemos que va a ser: el 2 de Boca, con todo lo que eso implica.
Ahora que se viene un nuevo aniversario, nos faltan apenas unos días, reflexionaba sobre las causas que llevaron a River a irse al descenso. Definitivamente, una de ellas fue la falta de reacción. De la dirigencia, por supuesto, y también de la gente. Cierta liviandad que le impidió hacerse escuchar. Pensaba, por ejemplo, cuántas patadas en el culo le hubiéramos pegado ya a Demichelis. Una contra Temperley, otra contra Riestra y algunas más en las indignas eliminaciones del año pasado. Por suerte, Britcoin y sus muchachos parecen cómodamente adormecidos, resueltos a defender la institución del contrato contra toda lógica, en una creencia de que respetar lo firmado es una muestra de superioridad moral. Sigan así, muchachos. Gracias. Y nosotros, siempre atentos. Celosos de lo único que importa: la camiseta de Boca. Por algo somos distintos.