Los grabados de arte rupestre más grandes del mundo están en Sudamérica: qué significan

Con drones, se documentaron los petroglifos de 14 sitios en la región del Orinoco Medio, entre Venezuela y Colombia. Qué contó una de las científicas a Infobae

Ahora, se sumó el primer estudio sistemático de 14 sitios con arte rupestre monumental, que se encuentran a lo largo de 100 kilómetros en el río Orinoco, entre Colombia y Venezuela. Allí hay “petroglifos” que son grabados hechos sobre rocas y sobresalen por ser los más grandes registrados en el mundo hasta el momento.

Los resultados de la investigación fueron publicados en la revista Antiquity, de Cambridge University Press, y recibió la atención de la prensa mundial.

En diálogo con Infobae, la doctora en arqueología Natalia Lozada Mendieta, nacida en Colombia e investigadora y profesora del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de los Andes, contó: “Una idea frecuente es que se cree que la región del Orinoco estaba casi vacía cuando los colonizadores europeos llegaron. Los resultados de esta investigación sobre el arte rupestre monumental dan cuenta de otra historia mucho más rica y compleja”.

Los sitios con arte tallado en la piedra fueron realizados por grupos étnicos hace más 1.000 años. Aún se desconoce qué grupo indígena realizó los petroglifos/
Crédito  Philip Riris
Los sitios con arte tallado en la piedra fueron realizados por grupos étnicos hace más 1.000 años. Aún se desconoce qué grupo indígena realizó los petroglifos/ Crédito Philip Riris

Varios de los sitios que estudiaron ya habían sido identificados por las comunidades locales o por otros investigadores antes. Pero la doctora Lozada Medina junto con Philip Riris, de la Universidad de Bournemouth, y José Ramón Oliver, del University College de Londres (que se conoce como UCL) del Reino Unido, se ocuparon de documentar más, incluso al otro lado de la frontera, en Colombia.

Lo que más llama la atención es que los grabados muestran una gran variedad de imágenes, como serpientes y ciempiés amazónicos gigantes, y figuras humanas. Sugiere que, probablemente, los animales que están allí representados desempeñaban un papel importante en las mitologías de los pueblos que los realizaron.

“La zona que estudiamos a lo largo del río Orinoco ha estado habitada por grupos multiétnicos y seminómades”, dijo la investigadora. Se sabe que desde hace al menos 9.200 años, varios grupos indígenas vivieron en la zona y usaron herramientas de cuarzo, vasijas de barro y otros objetos. El río era como una “autopista” para el intercambio de objetos, técnicas y materiales.

Cuando en el siglo XVI llegaron a esa zona misioneros españoles, al menos siete grupos indígenas comerciaban, se aliaban o luchaban en una red política compleja. “Hemos cartografiado 14 sitios. Tres de ellos están en territorio de Venezuela. Como están tallados en piedra no se puede hacer un fechado directo, pero hemos encontrado cerámicas con los motivos de serpientes similares a los de los grabados. La fecha estimada de los petroglifos por motivos similares en cerámica es de aproximadamente hace 1.000 años y podrían ser más antiguos, hasta 2.000 años”, afirmó Lozada Mendieta.

Detalle de ortofotografía del arte rupestre monumental de la Isla Picure, Venezuela/
Detalle de ortofotografía del arte rupestre monumental de la Isla Picure, Venezuela/

En 1940, el arqueólogo venezolano José María Cruxent había registrado en sus diarios lo que observó en el yacimiento de Cerro Pintado, en el estado venezolano de Amazonas. En 2015 el equipo de Lozada Mendieta y colaboradores fueron al lugar, y los sorprendió la gigantesca serpiente tallada en lo alto de una ladera.

Mide 42 metros de largo y podría ser una boa o anaconda, que son especies autóctonas de la región. Se creyó que ese tallado se encontraba de manera aislada. Los investigadores pensaron que era algo singular. Volvieron al lugar con un dron para conseguir mejores imágenes del sitio de difícil acceso. Contaron con la ayuda de un guía, Juan Carlos García, educador y fotógrafo local.

Hicieron cuatro campañas en Venezuela y en 2018 exploraron la parte colombiana. Fueron identificando más imágenes de serpientes. Fueron construyendo una base de datos sobre los sitios con más de 150 grabados individuales. Si bien las serpientes fueron los motivos más llamativos, los ciempiés gigantes, los humanos bailando o tocando instrumentos y las misteriosas formas geométricas no dejaron de impresionarlos.

Cerro Pintado entonces no era el único sitio con grabado con una serpiente, sino que ahora está claro que se trata de una constelación de yacimientos relacionados con arte rupestre monumental.

Una imagen de los petroglifos del Cerro Palomazón, en Colombia. Se hizo con una toma con teleobjetivo del arte rupestre monumental del cuerpo de una serpiente/ J. Oliver
Una imagen de los petroglifos del Cerro Palomazón, en Colombia. Se hizo con una toma con teleobjetivo del arte rupestre monumental del cuerpo de una serpiente/ J. Oliver

¿Qué grupos humanos los hicieron y qué mensajes quisieron transmitir?, preguntó Infobae. “Aún no se ha podido determinar cuál o cuáles de los grupos indígenas que habitaron el lugar realizaron los tallados en la roca. En cuanto a qué sentido tenían, una posibilidad es que los grabados podrían haber sido utilizados como una forma de marcar el territorio, hacer saber a la gente que allí es donde viven y que se espera un comportamiento adecuado”.

También el hecho de que hayan elaborado imágenes de ciempiés venenosos, caimanes y serpientes podría implicar como una señal de que eran lugares que exigían respeto o un aviso. “Vamos a seguir con la investigación en la zona de la sabana”, anticipó la investigadora.

Las serpientes estaban pensadas para ser vistas desde cierta distancia y podría reflejar una comprensión compartida del mundo y sus habitantes. Hoy algunos sitios son visitados por turistas o por pescadores. “Gran parte de los sitios con el arte rupestre monumental aún no están protegidos. Incluso ya hemos detectado actos de vandalismo. Sería importante que tomaran medidas para su conservación”, sostuvo.

Imagen mejorada del arte rupestre monumental de la Isla Picure, Venezuela/P. Riris
Imagen mejorada del arte rupestre monumental de la Isla Picure, Venezuela/P. Riris

Consultado por Infobae el doctor Ramiro Barberena, investigador en arqueología de la Universidad Católica de Temuco, en Chile, y del Conicet y la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza, Argentina, opinó sobre los resultados del trabajo publicado en Antiquity.

“Desde hace más de 50.000 años los humanos han utilizado al arte rupestre como una forma de marcación del paisaje que permite transformar un ecosistema natural en un paisaje socialmente construido. Así, los lugares se conectan con historias, mitos, narraciones sobre el origen y funcionamiento del mundo”, afirmó.

El trabajo publicado “da a conocer un conjunto de motivos rupestres que representan serpientes gigantes, realizados mediante la técnica de grabado, que son de los más grandes conocidos para Sudamérica y probablemente también a nivel global”.

Como los motivos grabados se realizan mediante el piqueteado de una superficie y no incluyen ningún tipo de material orgánico (como en algunas pinturas), “no se pueden obtener fechas radiocarbónicas para conocer la antigüedad”, señaló. Pero la presencia de motivos similares en vasijas cerámicas sugiere que los motivos habrían sido realizados en algún momento de los últimos 2000 años.

Cerca de los grabados en piedra se encontraron cerámicas con motivos de serpientes/Archivo
Cerca de los grabados en piedra se encontraron cerámicas con motivos de serpientes/Archivo

“La ubicación de los motivos en el paisaje nos dice mucho sobre el ámbito social en que fueron realizados, visualizados y probablemente incluidos en diversas ceremonias rituales -expresó Barberena-. Esos motivos del Orinoco son monumentales o teatrales no solo por su gran tamaño, sino porque están en lugares destacados del paisaje, a cielo abierto, y pueden ser vistos por mucha gente circulando en la región”.

La investigación en los sitios cerca del río Orinoco fue financiada por el Leverhulme Trust, The Society of Antiquaries of London, la Universidad de Los Andes, la Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales de Colombia y la British Academy.

También colaboraron en la investigación, desde el lado colombiano, el arqueólogo Manuel Arroyo Kalin, el arqueobotánico Omar G. Ortiz, la fotógrafa Juanita Escobar, el biólogo Sergio Estrada, los guías Ariel Trujillo, Fabian Quiceno, Dumar Chávez y las estudiantes Stephany Gúzman y Mirte Korpershoek. Del lado venezolano también estuvo Franz Scaramelli.

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