La feroz guerra política que arrastra a Bolivia a un nuevo incendio
La disputa entre Luis Arce y Evo Morales pone otra vez en vilo a la democracia boliviana
Para las nuevas elecciones al años siguiente, bendijo la postulación de su ex ministro de Economía, que triunfó cómodamente. Pero los celos y rencillas por espacios de poder entre los antiguos aliados surgieron desde el comienzo y se fueron profundizando.
En este contexto, aparecen grietas dentro de todas las instituciones del Estado, incluso en las Fuerzas Armadas. Hace tiempo que Morales denuncia que el comandante Juan José Zúñiga Macías lidera una facción que intenta perseguir a los líderes cocaleros y asesinarlo a él mismo. Zúñiga, un comandante muy cercano a Arce, declaró el lunes que Morales “no puede ser más presidente de este país” por estar inhabilitado y que “llegado el caso”, el ejército no permitiría “que pisotee la Constitución, que desobedezca el mandato del pueblo”.
Antes esas declaraciones, Morales reclamó que las autoridades desautoricen al militar de inmediato o si no entendería que Arce estaba tramando un “autogolpe” para perpetuarse en el poder. El ex presidente habría recurrido también a sus allegados en el Grupo de Puebla para sumar presión sobre Arce.
En las últimas horas del martes, crecieron los rumores de que la cúpula militar había ordenado el desplazamiento de Zúñiga. Pero éste apareció en la mañana del miércoles en un acto oficial y ya por la tarde lideró el avance de tropas a bordo de tanquetas y vehículos militares sobre la Plaza Murillo, el centro geográfico del poder en La Paz, despertando todas las alarmas. Arce denunció las “movilizaciones irregulares de algunas unidades del Ejército Boliviano” y pidió respetar la democracia, mientras Morales convocaba a una movilización popular para impedir el golpe de Estado.
Ya en la Plaza, Zúñiga rechazó el ruego de ministros del gobierno y hasta del propio Arce por deponer su actitud y redobló la apuesta. Tomó el micrófono y delineó su programa de gobierno. Prometió “acabar con la elite política de Evo Morales y Carlos Mesa”, liberar a los “presos políticos” como la ex presidente Jeanine Añez y Carlos Fernando Camacho y aseguró que al Ejército “no le falta cojones para establecer la democracia y velar por el futuro de nuestros niños”.
Un rato después se anunciaba oficialmente su destitución y abandonaba, por ahora pacíficamente, la plaza Murillo.
Las próximas horas son una incógnita. La democracia boliviana se tambalea una vez más debajo de una despiadada lucha de poder.