EURO 2024 (1/8) | ESPAÑA 4 - GEORGIA 1 / Susto, goleada y a por Alemania

España remonta ante Georgia con goles de Rodrigo, Fabián, Nico y Olmo. El viernes buscará las semifinales contra el anfitrión.

Héctor Martínez
As
Italia se fue a casa, Inglaterra sufrió y sigue viva en la Eurocopa gracias a una genialidad de Bellingham, así que España no iba a ser menos y alcanzó los cuartos de final tras dejarse alguna que otra uña ante Georgia. Un duelo de esos con trampa en los que la condición de favorita a punto está de explotarte en las manos. Al final, los goles de Rodrigo, Fabián, Nico y Olmo, con el apabullante saldo de 35 remates a puerta de La Roja, dejan un sabor dulce y dan el billete para ese partido grande del próximo viernes en Stuttgart. Espera el anfitrión, la Alemania de Kroos. Si queremos fiesta hay que estar dispuestos a bailar con quien sea.

La identidad es algo tan definido que es bueno echar mano del diccionario de la RAE. Dice así: “Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás”. Esa identidad es la que había llevado a España hasta octavos de final y es la que debe servir para hacer algo grande en la Eurocopa, pero muchas veces las urgencias te hacen jugar de un modo que no es el tuyo. Sucedió frente a Georgia cuando la noche en Colonia pintaba plácida, con La Roja en un continuo asedio a la portería de Mamardashvili. Las cosas estaban así al paso por el minuto 17, con un 85%-15% de posesión a favor de los de Luis de la Fuente, siete remates por ninguno del rival, seis córners a cero...

Revés inesperado

Y así podríamos seguir pero de repente, pum, un golpe al mentón, un accidente con todas las letras en forma de contraataque georgiano. Fue la primera emboscada de la que disfrutaron los pupilos de Willy Sagnol, un balón a campo abierto que llegó hasta la banda derecha para que Kakabadze centrara al área. Por allí apareció Kvaratskhelia y, fue tal el temor que infundió el delantero del Nápoles, que Le Normand remató él solito hacia su propia portería. Unai Simón, boquiabierto. Resultado de la pifia: 0-1 en el minuto 17.

Fue una manera de hacer tambalear la fe de nuestros internacionales, que hasta entonces se gustaban con el balón, con remates que rozaron el gol como el de Carvajal (10′) en esa suerte a la que se ha abonado últimamente. El madridista sabe leer los huecos en la defensa rival y adelantarse; así llegó el 1-0 ante el Borussia Dortmund en la final de la Champions, así marcó el tanto que cerró el 3-0 ante Croacia en el estreno de España en la Eurocopa.

¿Y la identidad? ¿Qué fue de ella, España la había perdido? Durante unos minutos sí, cuando Kvaratskhelia y Chakvetadze amenazaban y La Roja intentaba empatar el partido con prisas, como en un disparo de Laporte prácticamente desde Múnich. Hubo un detalle revelador de Rodrigo cuando, mientras subía el balón, gesticuló ostensiblemente pidiendo calma a sus compañeros. Afortunadamente, minutos después el gesto lo hizo no con los brazos sino con su zurda, marcando el gol del empate cuando el descanso ya tocaba a la puerta (39′).

Sin embargo, ni ese tanto ni el inicio de la segunda parte, de nuevo con el timón casi absoluto de España, libraban a la afición de los infartos. Por ejemplo, cuando Kvaratskhelia intentó marcar el gol del campeonato con un disparo desde su propio campo que a punto estuvo de sorprender a Unai. Pero ahí se agotó la cosecha de Georgia, que fue víctima de Lamine Yamal y su impronta para ser protagonista de los partidos. Primero, con una falta desde la frontal que obligó al paradón de Mamardashvili; después, apenas unos segundos más tarde, con un centro medido para que Fabián rematara de cabeza el 2-1 (51′).

Fue el principio del fin para Georgia, que aún tuvo que sufrir al otro rayo de La Roja, Nico, quien en el minuto 75′ tuvo fuerzas para la cabalgada y un remate letal ante el que ni siquiera el mejor Mamardashvili pudo hacer nada. Llegó otro gol, el de Olmo (83′), que había sustituido a Pedri al principio de la segunda parte, y el diluvio en la grada y en el juego. Era la guinda a una noche que empezó torcida y acabó en verbena. La cara de De la Fuente lo dejaba claro. Siempre es un placer llegar al duelo contra el anfitrión con una sonrisa en la boca.

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