España-Italia: sonrisas y lágrimas

La Selección rompió su techo de cristal en los cuartos de 2008; y jugó uno de sus mejores partidos de siempre en la final de 2012; pero la Azzurra se tomó la revancha. En 2016, precipitó el adiós de Vicente del Bosque.

Juan Jiménez
As
España e Italia se han enfrentado 41 veces a lo largo de su historia. Un viaje larguísimo, con imágenes inolvidables como la de Luis Enrique con la nariz partida por el codo de Tassotti en el Mundial de Estados Unidos en 1994. Un trayecto casi interminable que es preferible acotar a la Eurocopa, la competición que se juega estos días en Alemania, para encuadrar mejor un relato de sonrisas y lágrimas en la gran competición continental de selecciones nacionales.

En las fases finales de la Eurocopa, los enfrentamientos se reducen a siete, con un equilibrio máximo. Arrancaron en el Giuseppe Meazza en 1980. Un 0-0 sin demasiada historia, pero en cierto modo meritorio para una Selección que venía del fracaso del Mundial de 1978 y que estaba liderado por los futbolistas de Real Sociedad y Athletic (Arconada, Alexanco, Zamora, Satrustegi y Dani). Mientras, Italia ya tenía la columna vertebral que fue campeona del mundo (Zoff, Gentile, Scirea, Cabrini y Tardelli). Arriba, jugaban Graziani y Bettega. Eso sí, sin Paolo Rossi, que le dio el salto de calidad en España’82.

Ocho años después, y como pasará este jueves, Italia y España se midieron en territorio alemán, Frankfurt. Ganó la Azzurra con el gol de un grande, Gianluca Vialli, que falleció recientemente, este pasado mes de enero, a la edad de 58 años. Como en la Sampdoria, Vialli hacía pareja en la delantera con Roberto Mancini. Cuatro años después, los dos llegarían, con la Samp de Boskov, a aquella final de Copa de Europa en Wembley en la que el Barça rompió su maldición con gol de Koeman mientras Vialli, que se temía lo peor, se tapaba la cabeza con una toalla antes del chutazo del holandés a Pagliuca.

Después del famoso partido de Boston en 1994, Italia y España estuvieron 14 años sin verse las caras. En la Eurocopa, la Azurra había hecho poco cosa. Llegó a la final de 2000, que perdió en el gol de oro contra la Francia de Zidane, Henry, Trezeguet y Wiltord; y poco más. España, peor. No pasaba de cuartos…, hasta que llegó el mítico partido del Prater de viena, con Casillas parando los penaltis lanzados por De Rossi y Di Natale; y Cesc dándole a España, al fin, el pase a unas semifinales

España rompió aquella noche su techo de cristal. Arrasó a Rusia en la semifinal, ganó la final a Alemania y se llenó de confianza, al punto de ganar tres grandes torneos consecutivos.

En la Eurocopa de 2012, después de un empate insípido en la primera fase contra Italia, la Selección jugó uno de los mejores partidos de su historia en la final de Kiev; y humilló a los italianos al punto de que Casillas pidió al árbitro portugués Pedro Proença que señalase el final, viendo cómo sufrían en el campo los de Prandelli. Silva, Alba, Torres y Mata firmaron una victoria memorable que asentó la hegemonía mundial de la Selección…, aunque por poco tiempo.

Pese a no tener un equipo demasiado reconocible, Italia se tomó la revancha en Saint Denis en los octavos de final de la Eurocopa de 2016. Fue el canto de cisne de Vicente del Bosque como seleccionador. Su discurso, agotado, tuvo su punto final en París. Allí, los goles de Chiellini y Pepé bajaron del trono europeo a la Selección, que ya había cedido también la corona mundial en Brasil dos años antes.

El equipo de Conte era de entreguerras, tanto que no se metió luego en el Mundial de Rusia. Sin embargo, fue suficiente para batir a un equipo en pleno final de ciclo, con jugadores que ya habían pasado sus mejores años y la sensación de que se necesitaba un impulso en el que Lopetegui también se quedó a medias cuando decidió firmar con el Real Madrid en vísperas del Mundial de Rusia.

La última gran decepción reciente contra Italia se produjo en la semifinal de la Eurocopa de 2020 (disputada en 2021 por la pandemia) en Wembley. Allí, pese a disparar el doble que la Azurra, y levantarse del 1-0 de Chiesa (60′) con el empate de Morata (80′), la Selección no aprovechó su ‘momentum’ en los diez minutos finales y la prórroga, al contrario que en los octavos de final contra Croacia, o ante la misma Suiza en cuartos, se le hizo larga.

La tanda de penaltis empezó bien, con Unai Simón parándole un penalti a Locatelli. Sin embargo, a renglón seguido, Donnaruma paró el lanzamiento de Dani Olmo. Luego falló Morata. Paradojas del destino, dos de los mejores de aquella noche. Y se acabó el sueño de España, que acumula sonrisas y lágrimas ante los italianos en el Mundial. El octavo capítulo del serial se escribe mañana por la noche en el Arena AufSchalke de Gelsenkirchen, con ilusiones renovadas por las dos partes y el sueño de ambas, como en 2012, de que se repita en la final de Berlín.


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