Boca cerró un semeste con cuentas pendientes y sabor a poco, pero con un cambio de paradigma
El equipo de Diego Martínez fue de mayor a menor, ilusionó con su propuesta y pasajes de buen fútbol, pero no consiguió los objetivos prioritarios, perdió la brújula y terminó siendo una pálida versión de lo que insinuaba. Si la idea del DT se respalda con -varios- refuerzos y el resurgimiento de algunos referentes, hay lugar para el optimismo en 2024.
En todo nuevo ciclo la lógica indica que, por el mero hecho del factor tiempo de trabajo y la posibilidad de traducir esa idea teórica en la práctica, el proceso debería transitar una senda ascendente; de menor a mayor, fundamentalmente en lo que respecta al funcionamiento, porque el resultado está claro que está lejos de servir a una relación proporcional directa.
Los primeros seis meses del Boca de Diego Martínez, a los que el entrenador calificó de "positivos", escribieron el camino inverso: después de un par de presentaciones sin luces (Platense y Sarmiento) y en la misma línea mezquina de los procesos anteriores, rápidamente ilusionó con una propuesta audaz y protagonista que cambió el paradigma, pero no consiguió los objetivos prioritarios, perdió la brújula y terminó siendo una pálida versión de lo que insinuaba. Sin embargo, si la idea del DT se respalda con -varios- refuerzos y el resurgimiento de algunos referentes, hay lugar para el optimismo en lo que queda de 2024.
La eliminación con Estudiantes en semifinales de la Copa de la Liga, la imposibilidad de ganar un grupo accesible en la Copa Sudamericana -y estar obligado a jugar un repechaje evitable ante un rival de temer como Independiente del Valle-, sumado a un arranque flojo en la Liga Profesional (11º con siete puntos en cinco partidos), dejan esas conclusiones.
Lo más preocupante es que todo -o casi todo- era evitable: a Boca lo condenaron errores puntuales e infantiles. Un poco más de lucidez en momentos clave, como el penal de Cristian Lema ante Estudiantes cuando el camino estaba allanado para pasar a la final o la desatención en el córner con Fortaleza que le impidió ganar y clasificar primero en la Copa, hubieran cambiado el rumbo completamente. Y vaya si pegó el adiós en semifinales, probablemente el cimbronazo más fuerte de este año, que fue el punto bisagra a partir del cual el ciclo empezó a decaer y perder la esencia.
Boca quedó en deuda y son varias las cuentas por saldar, pero a deferencia de los últimos años ahora la balanza de las responsabilidades deben situarse mucho más en los rendimientos individuales de los jugadores y en el plantel que ideó la dirigencia, que en el entrenador, que para colmo tuvo que ir armando rompecabezas ante un plantel que se fue desintegrando por las lesiones, indisciplinas o factores extrafutbolísticos (como los casos de Nicolás Valentini y Darío Benedetto).
Ojo, Martínez también tuvo sus desaciertos: la carencia de acción en ese fatídico córner con Fortaleza, la falta de generación de competencia interna y, de la mano con eso, el hecho de que cuando rotó Boca fue una lágrima (con el ejemplo más fehaciente de la derrota con Fortaleza en Brasil). No obstante, caerle en ese contexto sería injusto. El plantel quedó corto, no tuvo recambio y solo contó con unos pocos jugadores como garantía.
Ahora, si se da el mercado "movido" que necesita imperiosamente Boca, con la llegada de refuerzos de la talla -o similares- de Fausto Vera, Tomás Belmonte y hasta nombres que lucen más utópicos como Alan Velasco o Thiago Almada, los recursos serán otros y por lo tanto la exigencia para el entrenador subirá a otra escala. La Escala Boca, y no menos, a donde parece haber caído en el último tiempo.
En la línea, se suma la capacidad que tuvo el técnico para potenciar a varios jugadores (Equi Fernández, Kevin Zenón, Edinson Cavani y Miguel Merentiel) y el ítem "clásicos" (el empate con River en el Monumental y la victoria en cuartos de la Copa de la Liga; el triunfo frente a San Lorenzo, ese rival engorroso con tintes de cuco para Boca; y Racing), justamente donde más se cristalizó la impronta del entrenador. Aquí algunos de los tildes verdes de una era que por ahora prometió más de lo que fue y que deberá dar mayores respuestas en la segunda mitad del año. Las respuestas, primordialmente, deberán llegar de parte de los futbolistas en la cancha y, sobre todo, desde las altas esferas con caras nuevas si se quiere ver un Boca ganador.