Biden y Trump diseñan un debate presidencial que consideran clave para triunfar en la batalla electoral
El presidente define una línea de confrontación vinculada a la defensa de la democracia y su programa económico, mientras que el candidato republicano prepara un discurso cuestionando los resultados de crecimiento, inflación y política exterior de la administración demócrata
La línea dialéctica del debate presidencial -al margen de todos los asuntos que se tratarán- tiene un argumento esencial de confrontación: Biden planteará que el triunfo de Trump es una amenaza clara e inminente contra el estado de derecho, mientras que Trump afirmará que la edad de Biden atenta contra su capacidad de liderar a los Estados Unidos.
En el comité de campaña oficialista se debate si la valoración de la economía tiene que ser un eje central de la propuesta electoral, además de la reivindicación de la democracia como valor contrastante. O si por el contrario, el uso de la situación económica puede expulsar a los votantes independientes y facilitar las críticas de Trump y sus aliados.
El debate en el campamento demócrata no se ha saldado, y Biden tomará la decisión política en las próximas horas para llegar con una estrategia definida a la batalla que librará contra Trump. En términos de la histórica campaña que lideró Bill Clinton contra George Bush: es sólo el triunfo de la democracia como argumento electoral cuando había implosionado la Unión Soviética, o es la economía (”estúpido”) que preocupaba a los votantes independientes en 1992.
En este marco discursivo, Biden también aprovechará su tiempo para enviar mensajes directos al electorado afroamericano y a los votantes hispanos. En los comicios de 2020, las bocas de urna aseguraron que Trump había obtenido el 12 por ciento de los votos afroamericanos, en tanto que ahora ese voto que era mayoritariamente demócrata creció hasta el 20 por ciento a favor de los republicanos.
Si esta tendencia se confirmará, Biden achicaría sus márgenes electorales en Pensilvania, Michigan y Wisconsin, que son estados claves para compensar la ventaja que exhibe Trump en los distritos rurales.
Las últimas encuestas aseguran que Biden y Trump están empatados en el voto latino, que habitualmente ha preferido a los candidatos demócratas. En 2020, por ejemplo, Biden venció en este segmento electoral con un 65 por ciento a favor contra un 32 por ciento que apoyó a Trump.
La caída abrupta del voto hispano pone en jaque el triunfo demócrata en Georgia, Pensilvania, Arizona y Nevada. Un panorama electoral que permite explicar los últimos anuncios de Biden vinculados a la comunidad latina, y la publicidad que se emitió al comienzo del partido entre Argentina y Canadá por la Copa América, adonde se critica a Trump en épocas de Pandemia y se elogia al candidato oficialista.
Trump aparecía retrasado en la recaudación de campaña frente a los millones de dólares que Biden había reunido desde principios de año. Pero esa tendencia se revirtió en los dos últimos meses, y en los comité de campaña de ambos partidos se asume que el candidato republicano ha consolidado su discurso electoral y eso le permite juntas más fondos proselitistas.
“Lo que quiero hacer y lo que haré es que si te gradúas en una universidad, creo que deberías obtener automáticamente, como parte de tu diploma, una green card para poder quedarte en este país”, sostuvo Trump en un podcast. Esa declaración electoral, que después fue matizada por sus conocidas posiciones políticas, exhiben un cambio de discurso que apunta a incrementar los votos que ya tienen entre afroamericanos e hispanos.
Este discurso aparecerá en el debate de Atlanta. Trump exhibirá su intención de apoyar a las familias latinas y a los afroamericanos que estudian versus los migrantes latinos que aguardan cruzar el río Bravo para iniciar su sueño americano.
Además de manifestar cierta empatía con un electorado que siempre cuestionó por su origen y llegada a Estados Unidos, Trump afila su discurso político para demostrar que puede actuar como un líder estable, pese a la sentencia en contra por fraguar sus asientos contables en 2016.
Chris LaCivita es un asesor electoral clave en el comité de campaña de Trump. Este exmarine, muy conocido en Washington, creó el concepto de Swift Boating durante la campaña presidencial de George W. Bush en 2004.
Durante esa campaña, John Kerry era candidato a presidente por el partido Demócrata y estaba de 4 a 7 puntos por encima de Bush, que no podía achicar la distancia. Kerry era un veterano condecorado en Vietnam, mientras el presidente republicano -que iba por la reelección- había evitado combatir al Vietcong por su cargo formal en la Guardia Nacional Aérea de Texas.
Una semana después de la Convención Demócrata, un grupo de veteranos que habían servido en Vietnam utilizando lanchas veloces (Swift Boats) acusaron a Kerry de mentir acerca de su foja de servicios. Kerry perdió la ventaja, Bush obtuvo la reelección y esa movida de campaña ya se conoce como Swift Boating.
La acusación era mentira: Kerry fue una héroe de guerra que quedó bajo el fuego electoral de LaCivita, ahora principal asesor de campaña de Trump.
Junto a LaCivita se alinea Susie Wiles, que coordina un grupo de trabajo electoral que aprovecha los consejos de los senadores JD Vance, Marco Rubio y Eric Schmitt. Trump no tiene rutina, organiza reuniones en su mansión de Mar o Lago o en el Comité Nacional Republicano en DC, y aún no aceptó un guión de debate y enfrentar a un político que represente a Biden.
En estos cónclaves, el candidato republicano ajusta su mensaje sobre la economía, la situación en la frontera sur de los Estados Unidos, la guerra en Ucrania, la crisis en Medio Oriente y el derecho al aborto, un tema muy importante para los demócratas.
Con el senador Vance, en una reunión en Mar o Lago, Trump estuvo horas hablando de la económica nacional y cómo aprovechar el temor de los votantes respecto a una eventual suba de la inflación en 2025. Y durante un encuentro con Rubio y Schmitt, el expresidente analizó su situación jurídica y su probable impacto en la campaña electoral.
A diferencia de Trump, el presidente aceptó confrontar con un sparring que actuará como candidato republicano. Bob Bauer, un abogado de renombre que trabajó con Barack Obama, hará de Trump cuando Biden deba probar sus argumentos en una simulación de debate electoral.
Bauer ya fue Trump en la campaña demócrata de 2020, y lo contó en su libro de The Unraveling.
“Reservamos sesiones especiales durante las cuales se esperaba que yo fuera Trump en su peor momento; tan personalmente insultante y desquiciado como puede ser Trump”, reveló Bauer en su libro de memorias publicado hace pocos días en Estados Unidos.
Bauer reporta a Mike Donilon, el arquitecto político de la campaña de Biden. Donilon cree que el eje de comunicación debe ser la defensa de la democracia, una propuesta argumental que es matizada por prominentes figuras demócratas que no pertenecen al círculo cerrado de Biden.
Ese círculo de poder está integrado por Donilon, Bauer, Ron Klain, Bruce Reed, Anthony Bernal y Annie Tomasini. Todos confían en la estrategia propuesta por Donilon, y si hay nuevos argumentos -económicos, sociales y financieros-, sólo se incorporarán al discurso oficial cuando se haya testeado que funcionan a favor del candidato Biden.
“En Mike Donilon confiamos”, aseguró Ron Klain, ex jefe de Gabinete de Biden y consultor demócrata que prepara candidatos presidenciales desde la época de Bill Clinton.
Al margen del debate interno respecto a las lines básicas del discurso presidencial, los principales asesores de Biden definen una incontable zaga de probables escenarios que podría plantear Trump en el debate de Atlanta.
El presidente tiene lógica cartesiana, y sus asesores tratan de utilizar un método random para facilitar la capacidad de improvisación del candidato demócrata ante un inesperado ataque Trump.
Es decir: los republicanos aseguran que Biden está dubitativo por sus edad, y podrían forzar una situación atípica con ciertos planteos políticos -la condena de Hunter Biden, por ejemplo- para demostrar en pleno debate que el jefe de Estado no se ubica en tiempo y espacio.
Biden teme que Trump ataque a su hijo Hunter, o plantee situaciones políticas inesperadas respecto a Ucrania, Medio Oriente y la igualdad de genero. En este contexto, y para evitar la utilización electoral de una respuesta presidencial que se demoró un segundo más, los consultores entrenan a Biden para evitar las sorpresas y contestar sin una atisbo de duda.
No se trata de una especulación teórica: los republicanos postearon en las redes sociales escenas de Biden en el G7 de Italia y en una gala en Los Ángeles para demostrar que el presidente a veces pierde su sentido de orientación. En ambas situaciones, el Comité Demócrata utilizó su artillería mediática para probar lo contrario.
Los dos adversarios electorales coinciden sobre la importancia política del debate. Biden y Trump se pasarán las próximas 120 horas ajustando sus discursos y definiendo sus estrategias electorales.
El triunfador en la Batalla de Atlanta tiene chance de repetir en los comicios presidenciales del 5 de noviembre de 2024. Ya sucedió con John Fitzgerald Kennedy y Richard Nixon en 1960, y se repitió con George Bush, Bill Clinton y Ross Perot en 1992.
Tras ganar sus debates presidenciales, JFK y Clinton accedieron a la Casa Blanca.